Del anterior capítulo, que
terminaba diciendo parecíamos el museo de cera en la
formación, fue por el toque de atención del Subteniente Don
Luis Sanchez Ruiz, era de Infantería de Marina, y al ver en
el mal estado que dejamos el suelo donde la 5ª Brigada
estaba formada, nos hizo girar y ver que el suelo había
quedado totalmente marcado por los escupitajos y demás
historias, nos leyó la cartilla y terminó diciendo mañana si
esto aparece así, os tirais al suelo y lo limpiais con
vuestros uniformes. Si veía alguien rascarse o moverse,
decía usted salga de la fila y dele cinco vueltas al Patio
de Armas.
Por eso cuando lo veíamos venir, la 5º Brigada era de cera,
tiesa tiesa y no se movía ni una mosca. Con la pinta de
pelones, con los tenis bambas y la hechura de desconcierto,
mandos y subalternos, nos espetaron, TODOS A LA CARRACA, que
es el Arsenal-Penal de la Armada en San Fernando, Cádiz.
Dando media vuelta a la Base Naval de San Carlos, fuimos
andando a paso maniobra hasta llegar a la Carraca. Las caras
y cromos que veíamos era todo un espectáculo, en la puerta
custodiaban los pedazos de maromos de la PN, la Policía
Naval, aparece otra vez el Subteniente de Infantería de
Marina y grita agachense..., todos en cuclillas en el suelo,
miren la etiqueta de la marinera al compañero de delante, la
lectura de la talla, era la que cada uno tenía que decir en
el mostrador del encargado, del Almacén de Vestuario de la
Armada.
Fuimos entrando por pares, digo en el mostrador L-46, y mi
Cabo me hace sacar del saco-petate, todo un género de ropas,
de carrerillas decía, un traje de bonito, las botas y
zapatos segarra, el abrigo, la bolsa de aseo, los gayumbos,
otro traje de faena, las sandalias para navegar en zodiac y
por supuesto el Lepanto, el gorro de marinero. A todos los
sacos revisados y comprobado el contenido, les pusieron a
rotulador el número de cada marinero, el número de la
litera, el número del rancho o camareta y el número de la
Brigada. Ese número era de por vida.
Un camión de la Armada se llevó todos los sacos, nosotros de
regreso nos obligaron a ponernos el Lepanto para hacernos la
idea de que estabamos en la Armada, el barboquejo lo
llevabamos colgando y parecíamos una murga representativa de
Cádiz, por la hechura que llevamos y nos cruzamos con la 6ª
Brigada que emprendía el mismo recorrido, tiempos después,
mis compañeros de Ceuta, me dijeron colega nos cruzamos con
la otra Brigada y nos vemos al Chellarám con la pinta del
Lepanto y el barboquejo colgando y la cara mirando los caños
de la Carraca, no se sabía si de entusiasmo, siroco o que ya
nos veía venir. Al llegar al Patio de Armas, al unísono
llegaba el camión y empezaban gritando los números de los
sacos-petate, el que no gritaba fuerte presente, le iban
tirando el saco en la cabeza, ya había que irse espabilando
y echando cojones.
Otra vez el Subtenient, ya dije que la Mili era el en
persona, nos espeta, poneros todos las botas en cinco
minutos, aquello era como vestirse para el charleston, toda
una locura, sacar las botas y sin poner los cordones, a
medio abrochar, aparecimos en el Patio y empezó a meternos
marcha e instruccion, haciendo braceo y dando zapatazos en
el Patio, al terminar, ya media Brigada quejandose de
ampollas en los pies, los cabos nos decían eso es el
aperitivo para mañana. Por la tarde, sesión de fotos para el
carnet, con la parte de arriba, el tafetán y el saco de ropa
interior, nos presentamos en el estudio fotográfico, nos
ponían el número arriba como los fichajes del truyo. Todavía
no teníamos el toque de afeitarse todos los días, y salgo en
la foto que parecíamos el ejercito de Pancho Villa, ya somos
marineros, continuará...
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