Los caminantes del mundo hemos
perdido el respeto, a veces hasta con nosotros mismos.
Vivimos bajo el techo de la irreverencia permanente, hemos
puesto el descaro como vecindad, la descortesía y
desconsideración la plantamos en cualquier esquina, nadie
respeta a nadie, y la cosecha de vicios es tan grande que
nos adormece la inspiración humana. Habría que atajar cuanto
antes este mal y la primera exigencia es el respeto a la
verdad. En efecto, los cómplices de la mentira son una
legión, la deslealtad es moneda de cambio y los espíritus
corrompidos se multiplican, lo que acrecienta la
manipulación más perversa y sutil.
Es evidente que hoy el planeta se halla cada vez más
asediado por el cerco del rechazo, nadie conoce a nadie, se
vive el presente sin respetar el pasado, y lo que es peor,
sin descubrirse ante el dolor de los que sufren. Los humanos
tenemos que tomar partido por la existencia, lejos de
egoísmos, propiciando el verdadero interés por la persona,
como actitud de vida. La solvencia económica por si misma no
arregla el mundo. Porque el ser humano no vive sólo de la
liquidez de un mercado, necesitamos notarnos unidos y
sentirnos respetados. Hay países que criminalizan a los
indocumentados, en lugar de acogerlos. Otras naciones
quieren absorber la identidad de los inmigrantes. Esto si
que es verdaderamente una conciencia insolvente, mucho más
grave que la monetaria, aquí el ser humano ha perdido su
propio ser hacia sus semejantes, aquello por lo que vivimos,
sentimos y pensamos.
El respeto que lo es de corazón, nos injerta aceptación en
vez de desprecio. Los pueblos tienen que guardarse respeto.
El mundo tiene que crecer en respeto. La persona tiene que
ganarse el respeto y para lograrlo debe aprender a escuchar,
a colocarse en el lugar del prójimo. Desde luego, no se
puede pasar a la negligencia de los modales y mucho menos al
abandono del deber humanitario. Sin duda alguna, la
benevolencia y los buenos modos es una saludable manera de
conducirnos por la vida. Asimismo, un mayor compromiso con
la universalidad de los deberes humanos, dará valor a la
consideración del ser humano, que no puede seguir
devaluándose como persona.
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