La conversación de sobremesa es lo
mejor de cualquier comida. Borges la ensalzaba como
un glorioso invento griego. Los temas de conversación pueden
ser muchos. Cierto es que, desde hace ya bastantes años, los
comensales que no sepan participar en una charla sobre
fútbol darán la impresión de estar fuera de lugar. Serán
vistos como bichos raros. También prima el hablar sobre
política y políticos ladrones, modas y bebidas, sobre
adversarios y tiempos pasados, sobre antepasados y amigos
que dejaron huellas.
Bien, uno piensa que la conversación puede ser un ejercicio
relajante, tedioso, estimulante, inútil. Depende de los
participantes. Verdad de Perogrullo. Lo que no cabe la menor
duda es que a ratos, conversar es saludable.
De la semana que acaba hoy, puedo decir que he participado
en varias sobremesas fuera de casa y también he formado
parte de los corrillos que se formaron durante la imposición
de la Medalla del Mérito al Trabajo en su categoría de oro a
don Antonio Benítez Bautista, en el nuevo edificio
que acoge al Instituto Nacional y Tesorería General de la
Seguridad Social. Magnífico en todos los aspectos. Y tuve la
suerte de poder charlar a gusto. Y hasta de enterarme de
cuestiones convenientes para quienes hemos hecho oficio del
escribir diariamente. De manera que no puedo quejarme.
Así que me cupo la satisfacción de conocer un poco más, a la
vejez viruela, a Ramón Ruiz. Con lo cual se cumple a
rajatabla lo que dice el refrán: “Más vale tarde que nunca”.
Pude comprobar, una vez más, que Inmaculada Ramírez
digiere muy bien las críticas desfavorables. Nada que ver
con la altivez con que suelen mostrarse algunas muchachas
del PP, cuando no se les dice que son las más inteligentes
del lugar. Aproveché la oportunidad para intercambiar
impresiones con el Delegado del Gobierno, José Fernández
Chacón, que se dirigió a mí para que le acompañara
mientras se fumaba el cigarrillo de la ansiedad fuera del
círculo de invitados. Me cercioré de que Jesús Fortes
se está dejando ver nuevamente en actos públicos. Como debe
ser. Noté la frialdad en el saludo que me dedicó Juan
Vivas. Así saludaba Manolo Irigoyen. Sí, hombre,
quien fuera presidente del Cádiz. Me encontré con la
agradable sorpresa de ver a Gordillo y Conchita,
su mujer, alternando nuevamente. Los dos mirando de frente y
disfrutando de la buena acogida que les dispensaron
conocidos y amigos. Como no podía ser de otra forma. Me reí
de lo lindo con José Manuel Domínguez, perteneciente
al Gabinete de prensa del gobierno, que estaba eufórico. Y
ya sabemos lo que JMD da de sí cuando está salido de madre.
Roberto Franca se me acercó para contarme algo que me
convenía saber. Con lo cual me demostró que nuestras amables
desavenencias de antaño siguen enterradas en cal viva. Y,
para colmo, se vino hacia mí, diligente y dispuesto a
charlar después de habernos pasado veinte años sin decirnos
ni pío, José Mari Pasamar Benítez. Me dijo lo que me
tenía que decir y yo acepté su ofrecimiento. Que no es bueno
que la gente nos retiremos el saludo un día y nos pasemos
dos décadas sin mirarnos a la cara. Pues ni siquiera los
hombres de Cromañón se habrían atrevido a tanto.
Ah, me pusieron al tanto de cómo le llegó a la Asociación
Deportiva Ceuta el chivatazo de la alineación indebida del
Polideportivo Ejido. Se ruega silencio en estos momentos.
|