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OPINIÓN - VIERNES, 30 DE ABRIL DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Don Antonio Benítez Bautista
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Después de lo que estoy viviendo, sólo Dios me puede conceder algo mejor. Es la respuesta de Antonio Benítez Bautista a mi pregunta, cuando le sorprendo sentado a una mesa del comedor del Hotel Tryp, rodeado de todos los suyos. Los suyos llenan el comedor y viven jubilosos la alegría del patriarca.

Tres horas antes, en la nueva sede del Instituto Nacional y Tesorería General, se le había impuesto la Medalla del Mérito al Trabajo en su categoría de oro a ABB. Como premio a una vida laboral intensa, ejemplar y destacada, comenzada desde el preciso instante en el cual llegó a Ceuta procedente de su lugar de nacimiento: Gaucín (Málaga).

Antonio Benítez Bautista ha cumplido 89 años. Y está tan lúcido como para darse cuenta de lo que significa. Y la alegría de saberlo, por muchos esfuerzos que él haga para contener ese prurito de recrearse en la suerte de sus aciertos, se le nota a la legua. Aunque no es menos cierto también que en un suspiro es capaz de retorcerle el cuello a la vanidad excesiva y se vuelve hermético. Temeroso quizá de que algunos de los suyos vean en él un atisbo de presunción.

Los suyos son un montón. Así me lo dice una de sus nietas: joven y atractiva, a quien le pido que me aclare la cantidad de personas que forman parte de la familia del empresario galardonado. Y la nieta, orgullosa de su abuelo, me dice que tome nota: tiene mi abuelo cuatro biznietos, once nietos, cinco hijos varones y ha venido disfrutando de la compañía de catorce hermanos. Mi abuelo está viviendo un momento cumbre. Créame, Manolo.

El abuelo de una nieta tan atractiva, se ha ganado el premio que le ha otorgado el Gobierno porque ha sido un excelente empresario y una persona que ha sabido respetar a sus empleados. Son palabras sentidas de quien lleva muchísimos años trabajando en ‘La Esmeralda’: joyería que forma parte del encanto de la ciudad. Esa joyería, la de ABB, me trae a mí recuerdos imborrables; debido a que yo me sigo preciando de haber frecuentado la amistad de Eduardo Hernández. Persona a la que tanto afecto profesó en su momento el hombre que ha sido homenajeado.

Eduardo Hernández fue el anterior propietario de ‘La Esmeralda’: joyería que se ha convertido en un establecimiento clásico. Clásico es lo que no se puede mejorar. Y referirse a ella además, es decir, a ‘La Esmeralda’, es hablar de Ceuta sin tener que nombrarla.

Sí, ya sé que hay quienes no gustan de leer tantos ditirambos adjudicados a una persona. Por el mero hecho de ser éste un empresario a quien la suerte le ha acompañado. Pero la suerte en este caso ha sido, sin duda, obtenida por el esfuerzo desmedido de un hombre que llegó a Ceuta, en los años 30, con una mano detrás y otra delante. Tieso como una mojama y dispuesto a trabajar en lo que fuere para mitigar el hambre que traían ya consigo todos los componentes de su familia. Don Antonio, así nominado por los ceutíes cuando se cruzan con él por la calle, ha leído su nota de agradecimiento por el premio y ha manifestado que a partir de ahora todo lo que venga será un regalo. Pero el regalo, el mayor que una persona puede desear, lo ha tenido don Antonio al presidir una mesa en la cual estaba rodeado por todos los suyos: cuatro biznietos, once nietos, cinco hijos, y mujeres todas dispuestas a seguir aumentando la familia. Enhorabuena, don Antonio.
 

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