No seré ni el primero ni el último en preguntarme, ante el
dislate continuado de noticias que asolan el ánimo del
ciudadano más optimista, ¿Qué está ocurriendo con la ética?
O lo que es lo mismo ¿Qué está ocurriendo con la escala de
valores que nos permite vivir en paz y justicia con el
vecino?
El actual triunfo del relativismo como incongruente valor
supremo que obedece a la escasa y frágil formación, a la
gigantesca vanidad del humano, y a la falsa autosuficiencia
temeraria de opiniones. Contribuye a la implantación de la
dictadura de la estulticia no reconocida. Dicho de otra
manera, el relativismo nos hace tan estúpidos que ni
siquiera somos conscientes de que lo somos. O transformando
la frase de quien fue uno de los personajes más nefastos y
perniciosos de la humanidad, Marx, el relativismo es el opio
del pueblo.
No hace falta ser muy perspicaz para situar en el ámbito de
políticos sin escrúpulos, los que desde siempre se han
denominado tácticos, ciertas actuaciones esperpénticas que
aprovechan el falaz relativismo o la ucronía para mover
masas de ciudadanos bien intencionados o atraer, para
utilizar como altavoz, a los medios de comunicación. Todo
esto con un único y egocéntrico objetivo: aumentar su poder,
su dinero y su enorme vanidad.
La sociedad no es inmune a estos males. Pagaremos un alto
precio por esto, ya lo estamos pagando con una crisis
económica que cada vez nos aleja más de un mundo civilizado,
una crisis institucional con ataques a la independencia de
los poderes, una crisis judicial en la que algunos creen que
las buenas acciones anteriores son eximentes para cumplir la
ley, una crisis militar en la que nuestros soldados pierden
la vida sin saber muy bien porqué, una crisis social en la
que cada día existe una fractura mayor, una crisis
educacional en la que los profesores son agredidos, una
crisis de valores en la que el dinero está por encima de
todo, una crisis humana en la que la que matar es un derecho
bajo la forma del aborto, una crisis cultural en la que no
sólo no reconocemos nuestra cultura sino la despreciamos
como si tres mil años de historia de la humanidad hubiesen
sido un gran error, una crisis asistencial en la que los
seguros sociales están en bancarrota mientras se priorizan
las operaciones de cambio de sexo ante las enfermedades
consideradas raras.
Ceuta no es indiferente a estos males, como corazón, pulmón,
ojos y cabeza de España, siente, respira, ve y piensa como
cualquier otro granito de arena de esta querida piel de
toro. La diferencia radica en que los ciudadanos de Ceuta ya
mostramos nuestro profundo desacuerdo con esta clase de
políticos que sólo trajeron a esta Ciudad miseria,
inestabilidad y descontento.
No esperemos actitudes mesiánicas, mucho menos de aquellos
políticos que así se quieren ver. Ni tampoco hagamos sala a
la grandilocuencia. Ni Edmun Burke, ni Rosseau, ni Tomás
Moro, ni muchos otros excelentes personajes volverán a
indicarnos donde está el camino. Elegir el camino correcto
es cuestión de cada uno, de ser un pequeño ejemplo para
nuestros hijos, de esforzarnos para que nuestros vecinos no
tengan nada que afearnos, de hacer la vida más fácil a los
demás, de realizar todo lo posible para que cuando extraños
vengan a visitarnos vuelvan a sus sitios de procedencia
alabando nuestra tierra.
*Diputado Asamblea de Ceuta
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