Hubo un tiempo en el cual a mí no
me gustaba la forma de comportarse de Pedro Gordillo.
Y no tenía el menor inconveniente en opinar contrariamente a
sus actuaciones en el periódico en el cual escribía en esos
momentos. Entiéndase que cuando hablo del comportamiento de
PG me estoy refiriendo a cuestiones políticas. Dado que su
vida personal me importaba y me sigue importando nada y
menos.
Yo estaba al tanto cada mañana, en la redacción del
periódico para el cual trabajaba entonces, de cómo Gordillo
le contaba a un periodista muy conocido las interioridades
del Gobierno de la Ciudad. Con el fin de que el citado
periódico pudiera presumir de ser el preferido. Fue
entonces, cuando a mí se me ocurrió criticar la forma de
actuar de un hombre poderoso que estaba convencido de que
‘El Pueblo de Ceuta’ era un periódico merecedor de ser
despreciado a cada paso. Y me encontré con la censura. Lo
cual me llevó a discutir destempladamente no sólo con la
directora sino también con el editor.
De aquellas discusiones, agrias y, por tanto, poco
agradables, surgieron discrepancias que fueron minando mi
voluntad de seguir trabajando en una empresa a cuyo editor
hube de defender de cuestiones desagradables y que se le
echaron encima en un amén. Podría contar muchas; pero además
de parecerme innecesarias, tengo la absoluta certeza de que
no serían bien recibidas en esta Casa.
Lo que sí es verdad que viéndome censurado a cada paso, es
decir, cuando criticaba la forma de proceder de PG, no tuve
más remedio que mostrar mis quejas por medio de burofax.
Envío urgente y bajo firma de documentos relevantes que
tienen carácter de prueba frente a terceros. Cuyos
resguardos aún conservo.
De mi estancia en ese periódico, amén de verme solo ante la
canallada perpetrada contra mí por parte de unos sicarios,
conservo intacta la imagen cobarde de la persona que defendí
en momentos donde era el hazmerreír de la ciudad. Y, desde
luego, jamás olvidaré que me traicionó en todos los
aspectos. Aspectos que no paso a contar no sólo porque no
merezca la pena, sino debido a que seguramente, insisto,
sería censurado.
Por tal motivo, poco puede extrañarme que semejante
personaje haya hecho lo mismo con Gordillo. A quien le debe
lo que le debe...
Con Gordillo, he dicho hasta la saciedad, nunca tuve
relaciones. Que las tenidas surgieron a raíz de ponerse
enfermo y darme cuenta de que, a partir de entonces, éste
iba a ser objeto de diversas traiciones. Y así lo escribí. Y
con acierto. Pues pocos meses después mis augurios se
cumplieron.
Pero lo que menos esperaba yo es que los enemigos más
furibundos de PG pertenecieran a un medio que había sido
siempre motivo de distinción por parte del hombre más
poderoso del PP. El que disfrutaba de lo lindo gestionando
bicocas a favor de ese medio. Un medio que, en cuanto la
desgracia se cernió sobre un político cuyo error humano no
supo gestionar bien, se le echó encima como si hubiera
cometido un crimen de lesa majestad. Nosotros, en cambio,
desde esta humilde columna, reconocimos inmediatamente su
culpa. Pero no hicimos de Gordillo un reo al que sambenitar
en plaza pública. Lo cual demuestra que no estamos por la
labor de hacer leña de ningún árbol caído.
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