José Luis Morales me dijo,
días atrás, que Juan Vivas gustaba mucho de verse rodeado
por los militantes del PP cuando le tocaba actuar en
público. Que el presidente se alegraba sobremanera al
comprobar que los suyos se hacían notar en cualquier
acontecimiento para infundirle ánimos. Y lleva toda la razón
del mundo quien fue senador y después consejero de la
Presidencia, entre otros cargos más de los que ya no me
acuerdo.
Porque no olvidemos que el aplauso es un comportamiento
convencional, sinónimo de aprobación social, potente
reforzador de las conductas aplaudidas. Los aplausos son
válidos prácticamente en todas las situaciones: deportes,
teatro, agasajos, condecoraciones, intervenciones políticas,
discursos, etcétera.
Creo que Juan Vivas ni puede ni debe quejarse en este
aspecto. Pues lleva muchos años recibiendo no sólo los
aplausos de los suyos sino que también ha venido acaparando
los de los que nada tienen que ver con el PP.
Una aprobación social, motivada quizá por esa baraca que se
le adjudica y que se ha convertido, como bien dice Antonio
Francia, en la marca JV. Una marca que ha llegado a situarse
por encima, incluso, de la otra denominada PP. Y que ha
originado que en el partido se haya asentado cierta
incertidumbre que está reclamando atención.
Simplemente atención. Ya que sería exagerado ponerse a decir
que los militantes populares, de manera mayoritaria, andan
desnortados y pidiendo a gritos la presencia de un líder que
ponga orden en el seno de la calle Teniente Arrabal. Cuando
esa mayoría, a pesar de que necesita ser dirigida, como
cualquier asociación o grupo, sabe que la marca JV es la que
predomina en estos momentos.
Ahora bien, tampoco conviene olvidar que Pedro Gordillo,
como presidente del partido, era un muro contra el que se
estrellaban todas las acometidas de las distintas facciones
populares, a la búsqueda de intereses propios.
Era PG un dique contra el que se rompían los oleajes
peligrosos de las ambiciones desmedidas. Con lo cual sumaba
enemigos a granel. Los mismos que esperaban que cualquier
desliz lo pusiera a tiro para buscarle la ruina política. Y
que PG, lo he dicho ya varias veces, acabó ganándose a pulso
no por lo ocurrido, sino por la forma de afrontarlo...
Aun así, justo es decir que su baja como presidente del
partido se está notando. Porque la tarea de Juan Vivas como
alcalde le impide atender a sus deberes como presidente del
partido. Tarea que, además de ocuparle mucho tiempo, se va
complicando porque sus adversarios cuentan cada día con más
argumentos para hacerle pensar que gobernar le será cada vez
más difícil.
Por lo tanto, y dada la situación actual, los más veteranos
del partido se están moviendo en varias direcciones. A fin
de comprobar con qué facción les conviene más jugar sus
bazas para hacerse con un puesto en la lista de candidatos a
las próximas elecciones.
Movimiento que Juan Vivas se sabe de memoria por tener la
nómina repleta de informadores. Un lío que él puede resolver
concediendo lo que deba conceder en el momento oportuno. Y
una vez resuelto el problema, bien haría confiando en
alguien, adicto a la marca JV, una labor de concordia en el
seno del partido.
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