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OPINIÓN - JUEVES, 15 DE ABRIL DE 2010

 
OPINIÓN

País del miedo

Por Aquilino Melgar


Leibniz venía a decir que todo sucede por alguna razón, que "nada ocurre sin causa". Esto implica que si uno pretende ejercer un cierto control sobre lo que ocurre, tiene que comprender las razones ocultas que lo causan. Una reflexión que me lleva a pensar en el arquetipo del matón de barrio que termina considerándose a sí mismo como el héroe de su entorno.

- "O haces lo que yo te digo o tendrás que sufrir las consecuencias"

Esta es la lógica simple y aplastante con la que actúa cualquier matón de barrio en cualquier tiempo, lugar y contexto. Y si acaso a la víctima le importa una higa las consecuencias anunciadas, entonces el matón deriva en otra estrategia: la víctima es estigmatizada como cobarde y acusada de no actuar como debe por miedo a sufrir las mismas consecuencias anunciadas por el matón, pero ejecutadas por un tercero como respuesta a su inutilidad. De esta forma el taimado, que incluso tiene la osadía de erigirse en defensor de la ciudadanía, pretende conseguir su perverso efecto: un hombre asustado convertido en un hombre inseguro; un ciudadano controlado que renuncie a ejercer como tal y se doblegue ante el matón.

"El país del miedo" es una excelente e inquietante novela de Isaac Rosa que indaga en el origen del miedo tanto en su dimensión individual como colectiva, descubriendo cómo se construyen y propagan los temores, y el peso que las opiniones amenazadoras tienen en la extensión de un miedo que acaba siendo una forma de dominación y que deriva en la aceptación de formas de protección abusivas y en respuestas defensivas de retraimiento que finalmente acaban en una sensación de mayor vulnerabilidad. Luchar contra ello es un todo un ejercicio de ciudadanía.

Siempre hay un país del miedo y su correspondiente matón de barrio. Un matón cuya cólera no conviene excitar. No íbamos a ser menos. Y es frecuente que nuestro matón confunda privilegios con derechos, objetividad con subjetividad, deseo con voluntad, lo que se quiere con lo que se necesita, el precio con el valor, la realidad con la apariencia y la uniformidad con la igualdad.

Todos somos capaces de imaginar una mejor situación para uno mismo. No se trata de un mérito de nuestro héroe matón. Lo que puede tener de destructivo, en cualquier caso, es que ese imaginario sea utilizado para fabricar argumentos que nos condene a vivir eternamente pendientes de nuestros deseos. Algunos llaman a este mecanismo "una ambición saludable"; en otros se puede considerar como "una estupidez infinita".

Albert Camus nos enseñó que lo terrible del castigo a Sísifo no radica especialmente en que es eterno, ni en el tremendo esfuerzo que le exige subir cada vez la roca a la cima de la montaña, ni en la arbitrariedad y lo absurdo de la tarea, sino en la conciencia de lo inútil de su esfuerzo. Es esta conciencia la que lo lleva a la desesperación y a la locura. Una locura, la de nuestro matón de barrio, que no consiste simplemente en hacer cosas alocadas, sino en hacer siempre lo mismo y esperar un resultado diferente.

Nuestro héroe vive siempre en permanente estrés y es sabido que uno de los factores que más ayuda a aliviar la carga del estrés, tanto para los humanos como para el resto de los animales, es hacer infelices a los demás, dirigiendo la agresividad hacia otras personas. De esta forma, nuestro héroe evita desarrollar úlceras a costa de tratar de provocárselas a los demás.

Finalmente, cuando uno es capaz de entender que lo único que tiene valor es aquello que nadie puede quitarte, las razones ocultas de nuestro héroe-matón se desvelan de manera diáfana: acostumbrado a subirse a un taburete para alcanzar la caja de galletas, lo peor que le puede pasar es que le quiten el taburete ya que entonces no es que no pueda coger galletas, es que ni siquiera está seguro de donde se encuentra la caja. Y eso genera inseguridad, y la inseguridad genera miedos, y los miedos le hacen desvariar hasta llegar a pensar que es el rey del mambo y que tiene que estar de forma permanentemente bailando en la pista.
 

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