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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 14 DE ABRIL DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La opinión de un octogenario
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me aventaja en diez años, luego ya ha cumplido los ochenta, pero sigue interesándose por todo y manteniendo una actitud entusiasmada en cuanto hace o dice. Me comenta a cada paso que hace ya un tiempo que consiguió perderle el miedo a la muerte y que, desde entonces, se siente más libre.

Gusta de opinar de casi todo. Y lo reconoce sin ningún pudor. Aunque inmediatamente trata de poner las cosas en su sitio, explicándose así:

-En la sociedad democrática, las opiniones de cada cual no son fortalezas o castillos donde encerrarse como forma de autoafirmación personal: tener una opinión no es tener una propiedad que nadie tiene derecho a arrebatarnos. Ofrecemos nuestra opinión a los demás para que la debatan y en su caso la acepten o la refuten, no simplemente para que sepan dónde estamos y quiénes somos. Y desde luego no todas las opiniones son igualmente válidas: valen más las que tienen mejores argumentos a su favor y las que mejor resistan la prueba del fuego del debate con las objeciones que se les plantean.

-Se le nota que ha leído usted a Fernando Savater -le digo.

-Pues sí...

-Hablemos de la corrupción, si le parece...

-Mire usted, De la Torre, los españoles nunca hemos tenido sentido de la equidad. Parece que todavía estamos viviendo en un sistema tribal, que hace que para nosotros sea un deber moral favorecer a los amigos a expensas del Estado y penalizar a nuestros adversarios. Esta es la primera ley de este país, y así nos ha ido siempre.

-Permítame que cuele en la conversación un refrán chino, que puede venir bien: “Quien roba una moneda se ve condenado, y quien roba al Estado es coronado”.

-Viene como anillo al dedo. Porque en España, a partir de que tuve uso de razón, vi durante muchos años cómo los poderosos se repartían la caja de los dineros públicos y eran ensalzados, mientras los pobres, por el simple hecho de rebuscar almendras en el campo, recibían las palizas correspondientes en sótanos de terror.

-Los tiempos han cambiado...

-Sí; pero los hombres nunca han dejado de estar dispuestos a corromperse. Por ejemplo: yo he estado viajando a Madrid, por necesidades que no vienen al caso airearlas, hasta hace pocos años, y tuve la oportunidad de conocer la vida que hacían diputados y senadores, llegados desde todos los puntos de la Península. Una vida por encima de sus posibilidades. No todos, claro. Aunque conviene decir que muchísimos de los parlamentarios frecuentaban sitios que nunca antes habían tenido la oportunidad de disfrutarlos. Y esos dineros que se dejaban en locales destinados al efecto, les ponían en condiciones de ceder a las tentaciones que les salían al paso. Y para qué hablar de los cargos en provincias.

-Me veo obligado a decirle que está usted juzgando severamente a los políticos.

-Está usted en su perfecto derecho. Pero no olvide lo que decía Adolfo Suárez: “Los políticos tienen que vivir entre la mierda, pero no confundirse con ella”. Pues bien, muchos son, desgraciadamente, los que terminan apestando...
 

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