El primer europeo en salir del corredor de la muerte,
algo que logró en 2001, el trotamundos Joaquín José Martínez
(Guayaquil, Ecuador, 1971), disfruta ahora en Valencia,
donde se ha establecido, del “mejor momento” de su vida.
Espera su tercera hija, que se llamará como su pareja,
Mónica, y reparte su tiempo entre su trabajo como técnico
informático de un medio de comunicación, mundo que le
apasiona como a su difunto padre, y la cruzada que ha
emprendido contra la pena de muerte. Ayer, justo antes de
comer, atendió a este periódico para recordar a aquel joven
“arrogante” que defendía la silla eléctrica y que dio con
sus huesos en la cárcel en 1996, los 5 años que pasó en el
infierno y las paradojas de la humanidad y los medios.
Pregunta.- “Vivo cada día como si fuera el último”, decía
hace poco a otro periodista
Respuesta.- Vivo y trabajo cada día como si fuera el último.
Creo que es bueno hacerlo así, dejar las tareas hechas antes
de acostarte, decirle a tu familia y a tus amigos que les
quieres. Es una lección no ya sólo del corredor, donde entre
un día después de salir de mi casa y decir ‘ahora vuelvo con
las pizzas’, sino también de lo que le pasó a mi padre
[Joaquín Martínez falleció en Valencia en 2003 tras ser
atropellado por una motocicleta].
P.- Hace ya nueve años que salió de la cárcel...
R.- Ahora es cuando más centrado estoy. He empezado a pensar
de una manera diferente, no como los primeros años tras
salir del corredor.
P.- ¿El tiempo diluye el rencor, el miedo, la ira por lo
que le pasó?
R.- Nunca he tenido rencor hacia nadie. Mantengo el contacto
con mi ex mujer e intento verle el lado positivo a todo lo
que me ha ocurrido, que me ha ayudado a mi forma de pensar y
ver la vida, pero también para ayudar a otros condenados a
muerte que necesitan apoyo.
P.- ¿Aquellos cinco años y medio que pasó entre rejas no
se ven hoy, entonces, como un tiempo totalmente perdido?
R.- Hace un tiempo no era consciente. Desde hace dos años
aproximadamente veo un reportaje, escucho hablar de Pablo
Ibar [el español que permanece en el corredor de la muerte
en Estados Unidos], pienso ‘qué mal lo pasé yo’. A veces no
eres consciente de lo que pasó, hablas en tercera persona...
P.- Cuando piensa en el corredor, ¿qué es lo primero, qué
olor, qué sonido, qué sensación, que se le viene a la
cabeza?
R.- Mis compañeros. De los trece que éramos no queda
ninguno. Dos pudieron salir, uno libre y otro condenado a
cadena perpetua, y el resto han sido ejecutados. Su cara
cuando iban a ser ejecutados o la última vez que les vi
cuando yo salí de allí es imborrable.
P.- Allí dentro, viendo pasar a los demás, ¿no hay ningún
momento en el que uno se rinda, en el que desees que te
toque a ti mañana?
R.- Hay momentos en los que te desesperas. Ahora los
recuerdo y no creo que nadie en España pueda hacerse una
idea de la desesperación que yo sentía cuando me cambiaban
los plazos de los juicios. Me volvía loco. El tiempo allí
dentro y aquí fuera es algo totalmente distinto. Ahora me
doy cuenta de lo mal que lo pasé.
P.- Usted fue el primero en salir del corredor. ¿Tiene la
sensación, aunque suene frívolo el adjetivo, de que ahora es
más fácil lograrlo?
R.- Se ha encontrado el camino para conseguirlo, cómo
hacerlo, cómo reunir ese equipo y ese apoyo.
P.- Viene a Ceuta a hablar de ‘La influencia de los
medios de comunicación para salvar una vida’. ¿Lo siente
tanto así?
R.- No sólo lo creo yo. El juez, el día que me liberó, tuvo
una conversación conmigo sobre tres cosas que no puedo
cometar. Una de ellas fue: “Es increíble el apoyo que has
recibido de tantas personas, entre ellas la prensa”. Eso es
fundamental y todo el mundo coincide en ello.
P.- ¿No le parece un tanto peligroso dejar en manos de la
atención que reciba la prensa lo que debería depender de
otras instancias, de una Justicia en condiciones sobre todo?
R.- Claro, pero gracias a los medios se pueden corregir
ciertos errores. El juez que me condenó a mí fue el mismo
que me dejó libre. Yo el cariño que tengo a los medios no es
por lo que hicieron por mí y por mis padres. Mi padre
renunció a trabajar en la banca y se fue a los Apeninos a
ser periodista. Y logró su sueño. Su facilidad de trabajo
con vosotros fue fundamental. El mejor periodista que he
conocido fue él.
P.- En su caso el juez acabó declarándole no culpable, lo
que sin duda hace más comprensible su salida de la cárcel
para mucha gente, pero el fondo de su lucha es que también
dejen el corredor aquellos que son culpables, ¿o no?
R.- Sí. La idea es que todo el mundo salga del corredor.
Cuando ves las injusticias que se ven allí dentro... Yo
perdí a un amigo enfermo de cáncer que falleció dentro y que
después de haberse comido 18 años entre rejas doce meses
después de morir se supo que era inocente. Estuve allí tres
años y no puedo imaginarme lo que será estar 18. Me duele
mucho pensar que sigue existiendo esa práctica que tanto
daño hace.
P.- La sociedad estadounidense parece seguir defendiendo
la pena de muerte
R.- Sí, pero cada vez menos. Las ejecuciones decrecen año
tras año. Se ve un cambio, hay estados que han eliminado la
pena de muerte... Yo fui el preso número 96 en salir del
corredor de la muerte en Estados Unidos. Ocho años después
ya van por el 140. Es mucha diferencia en pocos años y estoy
seguro de que llegará un presidente, un gobernador o un juez
que diga: ‘Aquí se están cometiendo errores, muchos, y hay
que parar esto porque no sirve para nada’.
P.- Tópico: ¿Cree que si hubiera sido un estadounidense
blanco no habría pasado por todo lo que pasó?
R.- No. Y si fuese de raza negra o de cualquier otra no
blanca y no hubiese recibido el apoyo que tuve estaría
muerto. Estoy completamente convencido de ello.
P.- Segundo tópico: ¿En Estados Unidos el mejor abogado
es el dinero?
R.- No del todo. Con dinero puedes intentar evitar al
corredor de la muerte como ocurrió en el caso de O. J.
Simpson, del que no tengo todos los detalles. ¿Salir del
corredor? Ni con dinero. Cuando quieren matarte, cuando van
a por ti, da igual todo el apoyo que recibas y el dinero que
tengas, aunque sólo pidas clemencia.
¿Cadena perpetua?
P.- ¿Cómo ve alguien como usted el debate que resurge en
España, todavía no sobre la pena de muerte pero sí sobre la
cadena perpetua?
R.- Es algo que hay que entender. Cuando ocurre algo, un
caso muy llamativo, es normal que la primera reacción sea de
odio y de venganza. Yo lo viví cuando falleció mi padre.
Pero uno tiene que creer en el sistema y en que su gobierno
está haciendo lo necesario para que se haga justicia, no
tomarla por tu mano. Lo que pasa es que a veces da la
impresión de que en España nos quedamos cortos de lo que se
puede considerar justo. Yo creo que las condenas deben
cumplirse íntegramente o casi, como en el resto de países,
no como aquí.
P.- ¿Cómo trataron su caso los medios norteamericanos?
R.- Al principio fue un tema que tampoco sonó mucho. Los
medios tenían claro que yo no iba a ir al corredor de la
muerte. Es más, aún estando dentro seguían investigando el
caso y, a su manera, porque no van a decir lo contrario que
el juez o la Fiscalía, apoyaban la teoría de que había sido
otra persona. Posteriormente sí hablaron claramente de
algunas irregularidades que hubo en el segundo juicio.
En joaquinjosemartinez.com, web creada y diseñada por él
mismo, expica que fue detenido en 1996 por un doble
asesinato en la ciudad de Tampa (Florida) y que en 1997 fue
sentenciado a muerte. En el corredor de la muerte y gracias
a sus padres recibió el apoyo de multitud organizaciones, el
Gobierno español, la Casa Real, Juan Pablo II, el Parlamento
Europeo... Una decisión unánime por parte de la Corte
Suprema de Florida le permitió, el 6 de junio de 2001,
recobrar su libertad y volver a España junto a sus padres,
Joaquín y Sara.
P.- He leído que ahora se va a grabar una miniserie para
televisión sobre su historia. ¿Realmente le apetece?
R.- Es un trabajo muy complicado... [Risas] Quien haga mi
papel va a tener muy difícil interpretar a alguien como el
que era yo antes del corredor, que me comía el mundo,
arrogante, que pasaba por encima de todo; a una persona que
lo pierde todo y sufre más que nadie y que luego se da
cuenta de la vida que llevaba, de la que lleva y de la que
quiere llevar. Yo miro hacia atrás y es una pesadilla, no me
reconozco.
P.- Antes de pasar por el corredor de la muerte usted
defendía la aplicación de la pena capital...
R.- Completamente. El motivo por el que yo acudo a congresos
como este de Ceuta, por el que voy a hablar a colegios, es
que se vea que la pena de muerte no sirve para nada. Yo la
defendía pero es que a mí, que fui a un colegio católico,
nunca vinieron a hablarme en contra de la pena de muerte, a
decirme que es la forma más injusta de hacer justicia. Al
contrario, me decían que era la solución.
P.- Dice que fue a un colegio católico y en varias
ocasiones ha confesado ser religioso. ¿En el corredor se
llega a perder la fe o, al contrario, es el último asidero
que queda?
R.- En el corredor entras y gritas. Nunca me imaginé que iba
a estar allí, ni cuando me declararon culpable. Siempre
pensé que se reconocería el error, que las cosas cambiarían.
Cuando me dijeron que no y entré grité para dentro, mordí la
almohada y pensé ‘¿Dios, qué habré hecho yo para merecerme
esto?’. Y entonces me di cuenta de que todo lo que había
vivido era falso: el sistema en el que había creído, las
amistades que había establecido, lo material que tenía...
Nada servía para nada más allá de mis padres y el resto de
mi familia.
P.- ¿Se ha perdonado a sí mismo por ser así, por pensar
de aquella manera como lo hacía cuando era más joven?
R.- Sí. Los medios también juegan un papel crucial en esa
mentalidad. Hablan de asesinos en serie, te dicen cómo
tienes que cuidar a la gente en tu casa, te cuentan cómo van
tus hijos al colegio... Te asustan. Y entonces piensas ‘uy,
yo no quiero a esta gente libre, a estos hay que matarlos’.
Y llegas a pensarlo y a decirlo. Yo he señalado mil veces a
personas a las que pensaba que darles veinte años para
matarlos era demasiado, que había que hacerlo mañana. Y
después cambié de opinión. Sí, pueden ser asesinos, pero no
son sólo ellos. Hay tanta gente alrededor, tantas familias,
tanto dolor que dejan atrás...
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