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OPINIÓN - DOMINGO, 11 DE ABRIL DE 2010

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Las acciones ...

Por Ramo Cutillas García


En un dialogo en sueños mantenido con Aristóteles, me hizo comprender que todos nuestros actos y todas nues¬tras determinaciones morales tienen por mira algún bien que deseamos conseguir… o un mal que deseamos producir, por lo que siguiendo sus argumentaciones tengo que afirmar que las consecuencias de nuestros actos determinan los objetivos de todas nuestras aspiraciones… y estos objetivos marcan el contenido moral de nuestra personalidad.

Al hilo de su oratoria acepto que pudieran existir diferencias entre los fines que uno se propone y los objetivos que se consiguen, como también he de aceptar que son los resultados que nacen de nuestros actos más importante que los actos que lo producen, pues son en realidad los que los marcan y definen.

Los actos, me afirma Aristóteles, tienen que estar regidos por las normas recogidas en las Ciencias, cuando las determinaciones que se han de tomar afectan al colectivo sobre el que se aplican. Por lo que se desprende de su retórica que todas las acciones que emprende el hombre deben estar sometidas “.. a una cien¬cia especial que los domina…” y es en función del conocimiento de esta ciencia por donde han de discurrir las acciones del hombre o la mujer.

Para concretar sobre el objeto de nuestros actos, me dijo “…es claro que el fin común de todas nuestras as¬piraciones será el bien, el bien supremo…” Por lo que en función de lo que se desprende de lo expuesto EL BIEN no es otro que el resultado de nuestros actos. Llegado a esta conclusión no me quedó más remedio que afirmar que en el análisis de los actos hay que ignorar el preámbulo sobre los que lo motivan para determinarlos en lo conseguido, sea el bien o el mal.

Abatido por el oleaje de su elocuencia he de aceptar por convicciones que “…la ciencia más fundamental de todas;… es…, la ciencia política I… Ella es. en efecto, la que determina cuáles son las ciencias indispensables para la existencia de los Estados, cuáles son las que los ciuda¬danos deben aprender, y hasta qué grado deben po¬seerlas…”

En función de su argumentación he de aceptar que la Ciencia Política es la madre de todas las ciencias y “…ella se sirve de todas las ciencias prácticas y prescribe, también en nombre de la ley. lo que se debe hacer y lo que se debe evitar…” , podría de¬cirse que su fin abraza los fines diversos de todas las demás ciencias “… y. por consiguiente, el de la política será el verdadero bien. el bien supremo del hombre…”.

Es cierto, que el bien es idéntico para el individuo y para el Estado, ya que éste, está subordinado a la suma total de individuos que lo componen, individuos que toleran, aceptan y consienten que en su formación los estados protejan intereses que potencian su estructuración. Ya que para él, el Estado por encima del individuo, están los individuos que en su aglutinación consensuan su medio de convivencia que evite el caos.

Por los razonamientos que me expuso, llegué a la conclusión de aceptar que las consecuencias nacidas de unos actos, no tan sólo son atribuibles a los individuos que los han impulsado con su acción, sino también sobre aquellos que los han tolerado por omisión.

En la construcción de los Estados es de debido cumplimiento, la aplicación de las normas dimanadas de la Ciencia Política y de todas las demás ciencias que la complementan. No regirse por ellas es la adulteración del propio Estado que se pretende construir, conllevando la voluntad de la obtención de un fin indeseado para la mayoría de individuos que lo componen.

El bien y lo justo, y lo indeseado e injusto, nos pueden llegar a través de opiniones, de tal manera divergentes, que el único modo de evitarlo será sosteniendo que lo justo y el bien existen únicamente en virtud de la ley, siendo evidente que en todo grupo existen los buenos y los malos, y la experiencia histórica nos ha mostrado que son los malos los que terminan devorando a los buenos. Por lo que para evitar que perezca lo puro, lo que ayuda a la evolución efectiva del grupo, nación o Estado por encima de cualquier otra consideración lo que ha de prevalecer es la Ley.

En la estructuración del Estado o Nación hasta nuestros tiempos nos han llegado dos formas diferenciadas, las que se apoyan en la rigidez de los estamentos y las que carecen de ellos.

En ambas concesiones su regulación parte del mismo mandato que siendo Divino, los agnósticos lo han cogido como suyo, por lo que en función de ello tenemos que aceptar que su mandato es correcto al quedar establecida la simbiosis anterior.

Por lo que lo justo y el bien para el Estado se tienen que establecer sin quebrantar dicho mandato.

Mandato que trasmitido en el Monte Sinaí a Moisés también fue asumido por los anarquistas para marcar su moral con la que tenía que regir su comunidad: No quebrantar en el prójimo lo que no desees que se quebrante en ti, o lo que es lo mismo crear unas normas que te amparen a ti de la misma manera que tienen que amparar a tu prójimo.

Cualquier Estado que no contemple lo contenido en el anterior mandato ni es justo ni han encontrado el bien.
 

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