No podía haberse concedido la
celebración de un Mundial de Fútbol a un país con más
problemas que los que está teniendo en estos momentos
Sudáfrica.
Y es que, o los organismos rectores del fútbol han recibido
más atenciones y más prebendas allí que en otras partes o no
es explicable que la representación más válida de este
deporte se vaya a exhibir desde un país en el que las
infraestructuras fallan y la seguridad por los propios
deportistas corre un claro peligro.
Por si no fueran suficientes los acontecimientos que vienen
sucediéndose desde hace tiempo, ahora el asesinato de Eugene
Terre Blanche ha encendido la mecha y el partido de este
líder ultraderechista comienza a mover todos los hilos para,
de momento, meter miedo y más tarde ya veremos lo que hay.
Estamos a dos meses del comienzo del Mundial, un Mundial en
el que, por méritos propios, España parte como una de las
favoritas más claras y sería lamentable que incidentes
ajenos a lo que suceda en el terreno de juego, incidentes
tribales o partidistas del propio país rompieran todo el
trabajo de muchos años, al no poderse jugar en unas
condiciones normales.
La FIFA se ha lucido y se ha lucido, porque es difícil
poderse encontrar con un escenario más peligroso que el que
en su día eligieron.
Miedo ya hay, tensión también, en el país organizador y el
miedo tiene su base en que no hay una clara situación que
pueda mantener la calma y la seguridad para las delegaciones
deportivas y para los turistas que vayan siguiendo a sus
equipos.
Aunque muy lejos de nosotros, no debemos olvidar, o no
debemos tratar de desconocer que hoy mismo, con el asesinato
del líder del Movimiento de Resistencia Africaner, Sudáfrica
se ha situado en un estado de tensión, que nos trae a la
memoria épocas pasadas de enfrentamientos por el apartheid,
antes del 94.
Y que no va en broma la cosa nos lo demuestra el que otro de
los hombres fuertes del partido del asesinado Eugene Terre
Blanche está colocando en el ojo del huracán el Mundial del
próximo verano.
Seguridad, pues, ahora mismo no hay ninguna, además de que
se ha puesto de manifiesto que los máximos organizadores del
fútbol mundial, van mucho más lejos del deporte y sólo otro
tipo de intereses hacen posible que un país sin estructuras
y sin seguridad pueda ser el encargado de organizar un
acontecimiento deportivo de este calado.
Y ya que estamos en los problemas que rodean al fútbol de
élite, especialmente, hay que volver la vista hacia otras
categorías no tan profesionales, y en España, “para dar más
tranquilidad a todos” la AFE llama a la huelga, para la
próxima semana, en la jornada 33.
El sindicato de los futbolistas, en el que aparecen los
mejores de cada casa, reclama el pago de las deudas que
mantienen los clubes, algunos de ellos, con ciertos
futbolistas.
Aquí volvemos a lo mismo. Los que más ganan cobran lo
acordado, los otros firman unas cosas, apalabran otras, los
presupuestos no se cubren y, en muchas ocasiones, lo que
suele pasar es que “de lo dicho no hay nada”.
La jornada en primera división puede decidir mucho, tanto
por la parte alta de la tabla, como por abajo, con lo que se
ha aprovechado, una vez más, para sacar tajada, cuando no se
ha sabido negociar muchos meses antes.
Miedo, incumplimientos, chantajes y sospechas aparecen
entrecruzados en el fútbol de nuestros días.
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