Es algo que ya forma parte de la
Semana Santa, el que en esos días de más movimiento, si no
son los controladores aéreos, son los pilotos y si no parte
del personal hotelero, o quien sea. El caso es fastidiar.
En esta ocasión fueron una parte de los de los
ferrocarriles, con lo que hubo personas, muchas, que en vez
de llegar a su lugar de destino, en una fecha, se tuvieron
que quedar en el camino hasta el día siguiente.
Esto de las huelgas y concretamente en los servicios
públicos se está escapando de las manos, porque en todas
ellas los paganos son personas que nada tienen que ver con
los problemas internos que un gremio determinado tenga.
Está claro que en nuestra Constitución se contempla y se
admite el derecho de huelga, cosa justa y que tenemos que
respetar, pero la idea de una huelga, desde que apareció,
fue una forma de reivindicar y enfrentarse los obreros con
los patronos, no la de fastidiar un trabajador determinado a
otras personas que nada tienen que ver en el asunto.
A lo largo de mis muchos años ya de profesional en la
docencia he vivido más de una y más de doce situaciones de
huelga en las que no he participado, porque siempre, aun
partiendo de reivindicaciones justas, he considerado que en
absoluto iba a perjudicar, salvo en su imagen, al ministro o
ministra de Educación o al director provincial, que uno y
otro iban a seguir como estaban y cobrando igual, mientras
que los perjudicados, en este caso, iban a ser unos alumnos
que nada tenían que ver con esos problemas que pudiera yo
estar reivindicando.
Naturalmente, mi forma de pensar no es la de un
sindicalista, ni lo quiero ser, que, en la mayor parte de
los casos, está apoyando, dirigiendo y espoleando, pero sin
arriesgar nada.
Ahora, y no ha sido una huelga monstruo, además de que no ha
sido fuertemente secundada, lo único que podemos decir de
ella es que fastidió a muchos y no ha beneficiado a nadie,
además de que ni siquiera ha servido para mostrar el lado
positivo de las reivindicaciones que pudieran existir.
A mí, personalmente, no me afectó directamente esa huelga,
porque son pocas las veces que yo uso el ferrocarril, pero
aquellos que tenían cuatro días de descanso y por esos
problemas perdieron uno y medio en las estaciones de
ferrocarril, no van a aplaudir, ni de lejos, a los
huelguistas de ese día.
Con todo, va siendo hora de irse acostumbrando a estas
actuaciones, en los momentos más inesperados, y no sé si un
día, el Gobierno de turno, sea del perfil que sea, va a
tener fuerza suficiente para saber negociar, como es debido,
con unos sindicatos que, salvo honrosas pero escasas
excepciones, se han quedado en eso únicamente, y creo que
para proteger, promover o apoyar huelgas o manifestaciones,
esos sindicatos van con el paso cambiado en la sociedad de
hoy.
Formar e informar es otra cosa, apoyar unas situaciones que
no favorecen a nadie y perjudican a terceras personas, podía
ser válido en otros momentos, hoy ya no vale para nada.
Ahora, con la situación económica como está, con la sociedad
intranquila y sin unas perspectivas claras, en unos días,
aunque pocos, algunos que nada tienen podrían haberse hecho
con un trabajo y frenar esto es estar apoyando todo menos
recuperarse los más necesitados de la situación tan precaria
que existe. Si muchas veces es inoportuna una huelga, en
estos días lo ha sido más.
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