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OPINIÓN - DOMINGO, 4 DE ABRIL DE 2010

 

OPINIÓN / SNIPER

Moscú, Ceuta y la sombra del islamismo radical
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

El último zarpazo terrorista del 29 de marzo en Moscú, con 39 muertos, ha puesto con crudeza sobre el tapete algunos planteamientos hacia los que está derivando la versión del “Gran Juego” en la zona del Cáucaso: en primer lugar y al igual que ocurre en otros enfrentamientos asimétricos, la solución securitaria primando la opción militar (sin duda también necesaria) pudiera no ser la mejor de las opciones, puesto que en conflictos de esta naturaleza parece fundamental lograr un equilibrio entre los intereses propios y los de la población local; en segundo lugar y de ello Rusia debería tomar buena nota, la colaboración internacional es fundamental a la hora de encarar con éxito la erradicación del terrorismo islamista, precisamente por su carácter global; en tercer lugar, debe y conviene separarse la insurgencia nacionalista (encauzable hacia pautas aceptables para ambos contendientes) del terrorismo islamista, aunque a veces pueden solaparse; finalmente es importante afinar la perspectiva y estudiar una estrategia compartida, pues la amenaza a la que nos enfrentamos (también sufrida por la amplia mayoría de musulmanes moderados en Chechenia, Oriente Medio o el Maghreb) intenta catalizar en su provecho el imaginario latente en el inconsciente colectivo de la “Umma” o comunidad musulmana mundial: como horizonte final, la proclamación de un nuevo Califato; como estrategia regional, la creación de espacios liberados o “emiratos”, en Afganistán, Sahel o el Cáucaso, al amparo de la sharia; como azicate la reactivación de mitos susceptibles de utilización como banderines de enganche (“Al Andalus” es ya paradigmático); y, como táctica en el seno de Occidente (donde ya viven unos 20 millones de musulmanes), la utilización sin escrúpulos de perfiles propios de sociedades abiertas.

Por lo demás el conflicto de Rusia con algunas de las ex repúblicas socialistas soviéticas, de mayoría religiosa musulmana, reviste algunas particularidades: la primera fue el cierre en falso de la guerra chechena de 1999, dejando sin encauzar el tradicional irredentismo del Cáucaso que se ha convertido en un poderoso elemento desestabilizador; la segunda es la aparición consecutiva de diferentes conflictos, concanetados entre sí; la tercera sería su evolución: del nacionalismo local al islamismo extremista regional. Así, si inicialmente la guerrilla insurgente en el Caúcaso era fundamentalmente en 1.991, de la mano del prestigioso ex general soviético Dudáiev. un conflicto entre el nacionalismo étnico checheno y Moscú, en la actualidad el conflicto ha tomado un cariz religioso bajo el manto de la “yihad” o guerra santa con una clara estrategia: proclamar un emirato, ya realidad, que unifique las repúblicas del Cáucaso (Chechenia, Ingushetia y Daguestán inicialmente) bajo el imperio de la sharia o ley islámica.

Para todo ello el islamismo radical necesita organizar un “ejército de reserva”, siendo el primer paso la “formación” y el “adoctrinamiento”, de ahí el papel clave que desempeñan las “escuelas coránicas”. Salvando las distancias asombra que, a estas alturas, en Ceuta organizaciones radicales como el Tabligh, entre otras, sigan cosechando apoyos de en su proyecto de islamización de la comunidad musulmana. Una vez logrado este objetivo, ¿cuál sería el próximo…?. En Moscú, el presidente Dimitri Medvedev lanzaba su pregunta a los cuatro vientos: “¿Qué ha ocurrido?. ¿Negligencia, traición o una conjunción de actos criminales que no pudieron ser prevenidos?”. Sería lamentable que un día no muy lejano en Ceuta, siempre Ciudad Querida, algunos altos responsables se vieran obligados a entonar el “mea culpa”… cuando ya sea tarde.
 

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