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OPINIÓN - MARTES, 30 DE MARZO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mariano se hace el lipendi en el caso Jaume Matas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Tengo delante de mí un periódico donde aparece la fotografía de Maite Areal, saliendo de un juzgado de Palma, donde es citada a declarar por los escándalos de corrupción que rodean la gestión realizada por su marido, cuando éste fue presidente balear. El marido de la señora MA es Jaume Matas; también muy conocido por haber sido ministro de Medio Ambiente con el presidente Aznar.

Por más que miro, con cierta insistencia, la fotografía de Maite Areal, no le encuentro el menor parecido físico con Imelda Remedios Visitación Romuáldez Trinidad; quien por su belleza trastornó la mente de Ferdinand Marcos, presidente de Filipinas. Lo cual no quiere decir que MA no entre en esa categoría de mujeres que Paul Valéry describió como fastidiadoras.

Paul Valéry, escritor francés, fue tachado de misógino; pero parece ser que acertó al definir que las mujeres fastidiadoras vuelven a los hombres locos... de amor cuando se cruzan en su camino. Tales mujeres son, generalmente, bellas, inteligentes, ambiciosas, femeninas, liberadas sexualmente y dejan, según dicen, huellas indelebles en los corazones que conquistan.

De Maite Areal, quizá por ser poco fotogénica, o bien porque el daguerrotipo no le hace justicia, es imposible hablar de su belleza física como el motivo principal por el cual sedujera a JM, a fin de que éste hiciera todo lo posible para que ella viviera la vida que le corresponde vivir a una mujer de su categoría.

En cambio, si prestamos atención a las acusaciones que se vienen vertiendo sobre ella como compradora compulsiva de joyas, vestidos, complementos y cuantos caprichos deseara regalarse, no tenemos más remedio que reconocer que MA sí forma parte de ese grupo de mujeres consideradas fastidiosas. De no ser así, a cuento de qué Jaume Matas le hubiera permitido a su mujer llevar una vida desenfrenada como clienta asidua de joyerías, tiendas de modas, zapaterías... ¡Menuda mujer ha de ser en el tálamo la señora MA para permitirse el lujo de elegir 50 pares de zapatos con el fin de casarlos con 150 vestidos femeninos de firma!

Las mujeres ambiciosas, que tienen el mismo derecho a enriquecerse que los hombres codiciosos, se aprovechan de las amistades de sus maridos para demostrarles a éstos que si se lo proponen terminan siendo más importantes que ellos. Así se sentiría, seguramente, la esposa de JM cuando consiguió que la nombraran asesora de Educación en el Gobierno de Esperanza Aguirre. Después de haber pasado ya por varios empleos donde cobraba pero sin derecho a presentarse en los correspondientes tajos. Más o menos lo que hacían ciertos cargos franquistas de organismos a los que acudían sólo para poner el cazo.

Maite Areal, como todas las mujeres que abusan de sus encantos para que sus maridos les permitan hacer de su capa un sayo, tuvo la desfachatez de ir al mercado principal de Mallorca a comprar lechugas. No una tonelada de lechugas, sino una; y trató de pagarla con un billete de quinientos euros. Y, a partir de ese momento, toda Palma se dio cuenta de que la mujer de JM era una gilipollas. Una gilipollas que paseaba a la muchacha de servicio con una cofia por toda la Rambla palmesana. Y los mallorquines, tan poco dados a las ostentaciones, se disponen a quemarla viva en plaza pública. Mariano Rajoy, mientras tanto, se hace el lipendi en el caso Matas.
 

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