Tengo delante de mí un periódico
donde aparece la fotografía de Maite Areal, saliendo
de un juzgado de Palma, donde es citada a declarar por los
escándalos de corrupción que rodean la gestión realizada por
su marido, cuando éste fue presidente balear. El marido de
la señora MA es Jaume Matas; también muy conocido por
haber sido ministro de Medio Ambiente con el presidente
Aznar.
Por más que miro, con cierta insistencia, la fotografía de
Maite Areal, no le encuentro el menor parecido físico con
Imelda Remedios Visitación Romuáldez Trinidad;
quien por su belleza trastornó la mente de Ferdinand
Marcos, presidente de Filipinas. Lo cual no quiere decir
que MA no entre en esa categoría de mujeres que Paul
Valéry describió como fastidiadoras.
Paul Valéry, escritor francés, fue tachado de misógino; pero
parece ser que acertó al definir que las mujeres
fastidiadoras vuelven a los hombres locos... de amor cuando
se cruzan en su camino. Tales mujeres son, generalmente,
bellas, inteligentes, ambiciosas, femeninas, liberadas
sexualmente y dejan, según dicen, huellas indelebles en los
corazones que conquistan.
De Maite Areal, quizá por ser poco fotogénica, o bien porque
el daguerrotipo no le hace justicia, es imposible hablar de
su belleza física como el motivo principal por el cual
sedujera a JM, a fin de que éste hiciera todo lo posible
para que ella viviera la vida que le corresponde vivir a una
mujer de su categoría.
En cambio, si prestamos atención a las acusaciones que se
vienen vertiendo sobre ella como compradora compulsiva de
joyas, vestidos, complementos y cuantos caprichos deseara
regalarse, no tenemos más remedio que reconocer que MA sí
forma parte de ese grupo de mujeres consideradas
fastidiosas. De no ser así, a cuento de qué Jaume Matas le
hubiera permitido a su mujer llevar una vida desenfrenada
como clienta asidua de joyerías, tiendas de modas,
zapaterías... ¡Menuda mujer ha de ser en el tálamo la señora
MA para permitirse el lujo de elegir 50 pares de zapatos con
el fin de casarlos con 150 vestidos femeninos de firma!
Las mujeres ambiciosas, que tienen el mismo derecho a
enriquecerse que los hombres codiciosos, se aprovechan de
las amistades de sus maridos para demostrarles a éstos que
si se lo proponen terminan siendo más importantes que ellos.
Así se sentiría, seguramente, la esposa de JM cuando
consiguió que la nombraran asesora de Educación en el
Gobierno de Esperanza Aguirre. Después de haber
pasado ya por varios empleos donde cobraba pero sin derecho
a presentarse en los correspondientes tajos. Más o menos lo
que hacían ciertos cargos franquistas de organismos a los
que acudían sólo para poner el cazo.
Maite Areal, como todas las mujeres que abusan de sus
encantos para que sus maridos les permitan hacer de su capa
un sayo, tuvo la desfachatez de ir al mercado principal de
Mallorca a comprar lechugas. No una tonelada de lechugas,
sino una; y trató de pagarla con un billete de quinientos
euros. Y, a partir de ese momento, toda Palma se dio cuenta
de que la mujer de JM era una gilipollas. Una gilipollas que
paseaba a la muchacha de servicio con una cofia por toda la
Rambla palmesana. Y los mallorquines, tan poco dados a las
ostentaciones, se disponen a quemarla viva en plaza pública.
Mariano Rajoy, mientras tanto, se hace el lipendi en el caso
Matas.
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