El anuncio de la ministra Aido de la conveniencia de
impartir en la Universidad Española una asignatura sobre
feminismo, ha sido acogido en la sociedad, de forma
generalizada, con ironía y risas. En los pasillos
universitarios los profesores nos estuvimos disputando el
“honor” de enseñar tan original disciplina.
Sin embargo, hay que considerar que el tema no es nada
baladí, es más serio de lo que en una primera impresión
pueda parecer. Todo lo que esta ministra, con su ingenua
apariencia de becaria de la política, propone está
cuidadosamente estudiado, profundamente desarrollado y
oportunamente programado por los gabinetes de estudio que el
lobby feminista posee dentro y fuera de la Administración.
Luego, todo lo que de ellos surja, el gobierno de Zapatero
se encargará de que aparezca en el BOE lo más intacto
posible.
La intención de esta asignatura no se le puede escapar a
nadie. Se trata de la imposición de la Ideología de Género
en el campo Universitario. Es la Educación para la
Ciudadanía de los jóvenes. Con ella se trata de cerrar un
ciclo completo de formación de nuestros hijos en esta forma
partidista de concebir la vida. Es una inversión de la
cultura, una forma incruenta de revolución que trata de
modificar los comportamientos sociales contrastados por
todas las civilizaciones que en el mundo han sido.
Para entender el alcance de estos planteamientos hay que
saber que el feminismo ha tenido a lo largo del tiempo una
evolución conceptual, histórica y política. El feminismo de
“primera ola” comprendía la toma de decisiones encaminadas a
conseguir la igualdad de derechos y oportunidades para la
promoción de la mujer en el plano jurídico, laboral y
social. Estos primeros conceptos, llenos de equidad y
justicia, fueron posteriormente contaminados por la
ideología marxista que le dio su impronta, trasladando la
lucha de clases a la familia a la que culpaban de fomentar
un patriarcado responsable de la situación de la mujer,
siendo el varón el enemigo a combatir y del que había que
prescindir.
También las ideas de mayo del 68 fueron recogidas con
entusiasmo por las feministas que asumieron la revolución
sexual que transformó todos los comportamientos en esta
materia. Posteriormente, el feminismo desarrolló su propia
Ideología de Género, en la que el sexo de las personas no
viene determinado por la naturaleza, sino que es una
construcción humana con múltiples orientaciones y
posibilidades.
Y así llegamos a la versión actual, feminismo de “tercera
ola”, feminismo radical, que da un salto definitivo a la
política, tratando de imponer una ideología revolucionaria
que no solo trata de ganar el espacio público (igualdad de
derechos sociales y políticos), sino que bajo el principio
“lo personal es político”, pretende además transformar el
espacio privado: hogar, familia, relaciones sexuales,
creencias, educación, que deben someterse al escrutinio
público. Es una ideología totalitaria que “define la
posición de cada uno como sujeto y nos dice qué somos y a
qué debemos dedicarnos” (Alicia Miralles).
El feminismo, hoy, se ha convertido en una paradójica lucha
contra la feminidad, negando la categoría de mujer como ser
natural ya que no es más que “un producto político de la
dominación del patriarcado”. Ya no rechaza explícitamente la
figura del varón, sino que pretende suplantarlo en todas sus
manifestaciones, confundiendo el concepto de igualdad con el
de identidad.
Hay quien ha resumido el feminismo actual en dos palabras:
sexo y poder. La revolución sexual muy avanzada y la
infiltración en el poder por el sistema de paridad, están
facilitando el proceso.
Esto es el feminismo hoy; no caigamos en ingenuidades y no
nos dejemos llevar por simplificaciones. Estas ideas son las
que tratan de imponerse en nuestra sociedad y la educación
es el mejor medio para lograrlo.
* Orientador Familiar
|