No son las empresas discográficas, las editoriales, las
productoras y los cines los únicos negocios que no lo están
pasando nada bien desde que las maravillas de Internet
irrumpieron en la vida diaria no sólo en España, sino a
nivel mundial.
Si en las pasadas décadas -especialmente en las de los
ochenta y los noventa- en cada barrio se podían encontrar
con facilidad varios videoclubs, desde principios de esta
última que ya va a cerrarse estos establecimientos han ido
desapareciendo paulatinamente conforme los sistemas y
programas de intercambio y de descarga de películas se han
ido haciendo con la red. Es el mismo destino que han sufrido
las clásicas tiendas de discos, que hoy no son más que
reliquias de otros tiempos.
“Y es que es algo normal y que todos sabíamos que iba a
terminar ocurriendo: un videoclub no puede competir con
Internet porque el formato físico cada día está perdiendo
más sentido”, explica desolado el dueño del antiguo
videoclub ‘Technovideo’, que ha transformado su viejo
negocio en “una tienda de regalos de categoría, ya que este
modelo de vida se ha terminado y las leyes nuevas no van a
poder hacer nada contra ello: Internet es una maravilla,
pero, como todo, tiene su parte oscura”.
Mohamed Marzok, propietario del ‘Videoclub Marzok’, explica
que “hace cinco años había 48 videoclubs en Ceuta: ahora
quedan únicamente 3”.
“Antes tenía contratados a 4 empleados trabajando en mi
establecimiento, y ahora me he quedado yo solo”, lamenta, y
añade que “al final, voy a tener que cambiar mi modelo de
negocio para abrir una cafetería: los videoclubs tienen los
días contados y tenemos que sobrevivir con otras opciones
que tengan futuro”.
La impotencia ante el tener que competir con Internet la
refleja Eduardo Fernández, propietario desde hace 25 años
del ‘Video Club Casablanca’. “En mis inicios, alquilar una
película costaba 400 de las antiguas pesetas: lo mismo que
costaba ir al cine. Poco a poco y con la llegada de
Internet, los precios fueron bajando y las películas
terminaron costando 3 euros, la mitad que la entrada de
cine... Y ni por esas hemos conseguido levantar esta
situación”, explica desolado, y añade que “no se puede
utilizar completamente gratis el trabajo de otras personas:
detrás de una película hay una inversión enorme que no se
rentabiliza”.
El ‘top manta’, la otra amenaza
Sin embargo, los dueños de los videoclubs ceutíes no han
tenido, únicamente, que hacer frente a la invasión de las
descargas de la red: como el propietario del ‘Videoclub
Marzok’ asegura, el ‘top manta’ también “ha hecho y sigue
haciendo mucho daño a nuestros negocios, porque aunque las
películas que ofrece son de una pésima calidad, algunos
prefieren verlas en estas condiciones y pagar menos”.
En especial, los comerciantes de este sector en decadencia
señalan que “a los videoclubs de Ceuta nos está haciendo un
especial daño el ‘top manta’ que se practica en la vecina
Castillejos, contra el que sí que no podemos hacer nada de
nada”.
“Y no sólo no podemos comerciar ya alquilando películas,
como empezó todo esto en los años ochenta”, explica el
propietario del ‘Videoclub Casablanca’, que destaca que
“tampoco podemos sacar ya nada de los videojuegos, porque la
piratería no hace ascos a ningún formato y no deja títere
con cabeza”.
Como una solución que califican de “meramente temporal”,
muchos de los propietarios de los videoclubs ceutíes han
optado por mantener sus negocios en marcha únicamente con
cajeros automáticos de películas.
Y esto está ocurriendo a nivel mundial: en los Estados
Unidos, el hasta ahora líder indiscutible del sector de los
videoclubs, la famosa cadena ‘Blockbuster’, ha amenazado, ya
por segunda vez en lo que llevamos de año, con la suspensión
de pagos.
El videoclub parece estár destinado irremisiblemente al
paraíso de las gramolas o de las tiendas de discos.
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