Hoy por hoy, no hay una ciudad en
todo el país que, si quiere aparecer como modelo de
modernidad, no tenga el 40% de sus calles levantadas y el
resto a punto de comenzar alguna obra.
Es la ayuda para salir de la crisis, aunque, a veces, parece
que se trata de la pescadilla que se muerde la cola, por ser
el dinero público, casi siempre, el que se invierte en esas
remodelaciones.
Cada vez que salgo de Ceuta, especialmente en época de
vacaciones, suelo visitar ciertos lugares en los que he
vivido o en los que he pasado algún tiempo, para ver si
siguen como estaban o si se van remozando. En este sentido,
el pasado verano me acercaba a Valladolid, no tanto por
visitar la capital de mi Comunidad Autónoma, cuanto por
haber sido un lugar de paso, durante muchos años de mi
estancia en Palencia.
Pues bien, aunque parezca mentira y en un lugar que era de
paso, y lo había sido para mí durante tanto tiempo, el
pasado verano me quedé “perdido” por cuestión de las obras,
con unas calles cortadas, otras desviadas por donde no sé a
qué parte de la ciudad iba a salir, y otras con unas
direcciones que no se parecían en nada a las que yo había
conocido hace poco tiempo.
Me encontré totalmente extraño, en una ciudad que me había
sido conocida hasta hace poco. Naturalmente, Valladolid
estaba en obras.
Otro tanto me ha sucedido en varias ocasiones en Salamanca,
ciudad en la que pasé una gran parte de mis años de juventud
y, en el mismo centro, siempre a consecuencia de las obras,
me he encontrado metido en “no sé donde” pero que se debía a
unas obras interminables en todos los alrededores.
En cuando a Madrid, para qué vamos a comentar nada, ahí
sabes que estás entrando, pero no sabes ni cuando, ni por
donde, y mucho menos a donde vas a salir.
Ceuta no podía ser menos, y no lo es, ya lo creo, con lo que
especialmente estos últimos meses uno no pasa por un sitio,
por el que no haya obras y no todas han sido provocadas por
las consecuencias de las incesantes lluvias. Obras, vallas
anunciando otras que se van a realizar, carteles marcando
las direcciones a seguir, un verdadero laberinto. Siempre
para mejor, suponemos.
Afortunadamente, ahora llega la Semana Santa y como hay que
dar una buena imagen, especialmente en los recorridos de las
procesiones, se están terminando, a marchas forzadas, la
mayor parte de los asfaltados, que tanta falta hacían y que
algunos de ellos, para poder estar terminados a tiempo, han
tenido que ser ultimados a base de trabajar mañana, tarde,
noche y “casi” madrugada.
Esto en el día a día, pero las obras, también en Ceuta, que
más sobresalen son esas tipo “faraónicas”, que aquí, ahora,
se denominan del “Plan Aparca”, y que en otras partes son
las que sirven para cruzar la ciudad en coche o en tren, de
forma subterránea.
El “Plan Aparca” de Ceuta, que no sólo es lo de ahora, ahí
está de hace más de 30 años el subterráneo de la Gran Vía,
va a solucionar, para algunos años, el poder dejar el
vehículo, aunque a coste de oro, con más comodidad, en
sitios que ahora no te permiten aparcar, porque el casco de
Ceuta no puede estirar más.
Hadú, Polígono Virgen de África y los ya terminados hace
poco, aportan comodidad, tras muchos meses de ruidos y
molestias. Así son las cosas, la comodidad no llega de forma
gratuita, por sí sola.
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