De la misma manera que la corrupción no está en la clase
política sino en la sociedad que la alimenta y le sirve de
germen embrionario, el derecho a saber y a la información
agoniza después de que durante siglos miles de personas
hayan luchado y muerto para que, por estas fechas,
hubiéramos sido más libres de lo que nos podemos imaginar.
Hoy no es así. Nuestra sociedad moderna occidental está
infectada por el virus del caos y de la falsa moral al
quedar aplastada bajo las pisadas de muchas moquetas del
poder real después de un agotador camino que venía desde
mediados del siglo XX.
Jamás en la historia del hombre ha habido una sociedad
sobrealimentada y opulenta como la nuestra como tampoco ha
habido sociedad en la que nuestros hijos reciban tanta
violencia gratuita en forma de videojuegos, programas
infames de televisión en horario infantil o tutelas esquivas
sobre los mismos en forma de “actividades extra escolares”.
La indecente moral, aparentemente dominante, es incapaz de
explicar a sus hijos la diferencia que hay entre unos
hombres con comportamientos salvajes que actuan
violentamente o por corrupción, o por instinto animal de
aquellos otros que actúan violentamente porque únicamente
son estúpidos y generan violencia y hechos estúpidos.
Contra los primeros la terapia es muy dificil. Contra los
segundos quizás se pueda hacer algo. Quien esto escribe ha
informado visualmente sobre más de cien atentados
terroristas y ha perdido la cuenta sobre accidentes de todo
tipo y otras cosas más. Detrás de mí queda un rastro de
información sobre ello que de leerlo haría palidecer de
vergüenza al más sobornado de mis posibles no amigos.
Contra la estupidez humana quedará el recurso de ampararse
en leyes, que de aplicarse en sus justos terminos y de
manera permanente tendrían que sancionar a la mitad de la
población y meter en la cárcel a la cuarta parte de ella.
Pero las leyes no han logrado, a pesar del esfuerzo de
muchos miembros del poder judicial, que sectores
irresponsables de nuestra colectividad sencillamente actúen
con sensatez para liberar juzgados y conciencias
atormentadas entre otras cosas
El drama de aquellos que creemos que con el Periodismo
todavía podemos hacer algo por remover conciencias
bloqueadas y así trabajamos día a día repartidos a lo largo
del mundo es el de colocarse en medio de la estupidez humana
sin nada que pueda justificar tal actitud.
Muchos periodistas nos echamos encima parte de la porquería
de una sociedad estúpida. Uno de los reporteros que más
admiro y cuyo nombrte no viene al caso lo resumió muy fácil
en su adelantado retiro: “Vivo entre los fantasmas que me
acompañan y habitan mi casa”.
Desde el horror de mi también admirado Josep Conrad en su
‘Corazón de las tinieblas’, donde analiza “los oscuros
reflejos del alma humana”, hasta la verborrea gratuita de
pesonas que no han dejado de ser una ameba en su grado de
evolución hay una diferencia.
Nos estan arrebatando el sueño de aquel hombre libre,
responsable e informado para hacernos creer que el buscador
de votos, el demagogo y el irresponsable ciudadano que mira
el dedo cuando se señala la Luna es un ciudadano ejemplar
dentro del ‘Ágora’ que construiría al hombre nuevo..., que
no llegará.
Vivimos en una sociedad de tinieblas trasparente, donde la
pelea de unos pocos nos lleva a que sea heróico lo que
debería ser normal. Hay periodistas indecentes por su
omisión, frente a otros que se parten la cara en cada metro
cuadrado que pisan; periodistas a quienes el alcohol es lo
único que les hace ver la puerta de salida de su vida
profesional frente a otros repartidos por el mundo que
intentan hacer algo con lo mejor de si mismos.
Los accidentes de tráfico matan más que las guerras y dejan
más secuelas que muchas víctimas de guerras. También jamás
se ha tomado conciencia de tal situación hasta el extremo de
que muchos pseudo gobiernos pusilánimes del tercer milenio
en el único sitio que actúan con firmeza es en el de tomar
conciencia social respecto a los accidentes de tráfico para
enchufarnos unas imágenes impactantes que aun así parecen
carecer de eficacia suficiente.
Lo siento por los periodistas que prefieren ser buenas
personas antes que buenos periodistas sin saber qué relación
tiene una cosa con la otra en la profesión más complicada
del mundo. Lo siento porque en el paro hay gente a la que
ser buena persona (algo subjetivo) se la traería al pairo y
preferiría ser buen periodista dentro de su cometido social.
Lo siento por aquellos que también malviven dentro del
Periodismo pero que no sabrían distinguir la diferencia de
contenidos visuales entre el cuadro de los fusilamientos del
2 de mayo de Goya y el logotipo de un bote de pintura
Bruguer. Y lo siento por mí. Por tantos años de impotencia
de ver cómo se me escapa la vida andando por el camino donde
circula la estupidez humana.
|