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OPINIÓN - MARTES, 23 DE MARZO DE 2010

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Nazare sin t

Por María Jesús Fuentes


Algunos días, cuando busco la llave del aula de Lengua 2, del Instituto “Siete Colinas”, me parece que la estoy viendo, con sus vaquerillos y la típica coleta de estudiante que ha pasado las suficientes horas frente a un libro como para no atender demasiado a su aspecto.

En una ocasión, recurriendo a una broma que siempre gasto sin perseguir un contrato en un programa de chistes originales, sólo buscando un grato momento de distensión, les dije a ella y a su amiga que qué hacían otra vez en Jefatura de Estudios, que si “otra vez” se habían portado mal. La rubia, sin ofensa, con sencillez, me miró y me contestó con una frase resolutiva que las absolvía y que terminaba con algo parecido a un “con lo buenas que somos nosotras”. En efecto, yo ya había tenido ocasión de comprobarlo.

Nazaret (con t) circulaba por aquellos enormes pasillos con su carita adolescente de alumna brillante dejando tras sus pasos un rastro de calidad humana y de humildad; de esa humildad propia de las personas luchadoras a las que se ha concedido el selectivo don de la inteligencia.

La dulce sonrisa magnificaba su aspecto de jovencita con aire de mayor y contrarrestaba el efecto de su doble vida.

Cuando se preparaba para ser Nazare (sin t), esta voluntariosa niña colgaba los calcetines del perchero de los sueños y se ajustaba las medias del esfuerzo en una academia de baile para resplandecer, algún día, con las excelencias de su prematura vocación.

A veces nos preguntábamos cómo podía con todo. Las clases de canto, los concursos (no tantos como parece, pero sí los justos para requerir un sacrificio enorme), los festivales abrían fuego en una línea paralela a su evolución académica; eso sí, con distinto resultado. Uno de los dos mundos se revelaba como difícil.

Para muchos padres que estén leyendo esta columna, el complicado, sin lugar a dudas, es el del éxito académico, con razón. Obtener esos sobresalientes resultados es admirable y, desde luego, nada fácil.

Para Nazare (sin t), sin embargo, el empinado es ese en el que se halla ahora inmersa, el de su sueño, el de ese sueño que confiesa en los carteles de promoción y que, tal vez, por fin, esté a un paso de conseguir.

La Nazare (con t) que yo conozco sabe que un gran logro tampoco significa nada en ese ambiente del público y los aplausos en cuya trastienda deambulan a sus anchas el olvido o la envidia. Pero puede ser un buen comienzo.

Creo que ha llegado el momento de considerar la posibilidad de organizarse para refrendar nuestro apoyo con un voto.

Puede que alguno de nosotros esté en contra de este sistema exprimitorio del mensaje favorable, pero quizá no sea este el momento de la rebelión.

Nazare (sin t) ha puesto el máximo de su parte regalándonos espléndidos momentos de arte y espectáculo. Sin rendirse, ha llevado su actuación con la confianza que reporta un trabajo excelente y ha pregonado, como siempre, el nombre de su ciudad, desde una perspectiva cercana, caballa-andaluza, plena de mar, luz y belleza, según muestran las imágenes grabadas.

Por eso Ceuta (con t) debe volcarse con Nazare (sin t). Pocas cantantes como ella para ejercer de embajadoras de una Perla (del Mediterráneo, con t) que salta a la actualidad más como verja o como puerto indeciso o dudoso que como cuna de ciudadanía indígena española.

Aunque sea por el simple egoísmo o el complicado interés turístico-comercial, la Ciudad Autónoma (con t) puede rendirse a los pies de una copla bien cantada aprovechando esta garantía.

Cuando María Jiménez, como miembro del jurado, antes de que se notifique el recuento de llamadas, vuelva a preguntar que qué dedo se corta, refiriéndose a uno de los cinco concursantes que este sábado disputarán el triunfo en la final de “Se llama copla”, Ceuta (con t), pensará en cualquiera de los otros porque esa noche uno de ellos, el más útil (el pulgar), será el imprescindible.

De algunos es conocida mi pasión por “El dedo índice”, ese que señala y denuncia, al tiempo que mi rechazo por el corazón si va a emular un mal gesto, pero hoy, como en el circo romano me declaro devota del pulgar, ese que alzaremos, al concluir la gala, en señal de victoria (con T) de Nazaret.
 

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