No se entiende muy bien qué razones puede haber tenido una
mayoría del Parla-mento para aprobar una ley en la que si la
mujer aborta en las primeras 14 semanas esa acción es un
derecho; pero, si lo hace al día siguiente, ya es un delito.
¿Qué es lo que cambia en ese ser humano, de un día para
otro, a parte de ser 24 horas mayor? ¿Se da algún cambio
cualitativo, sustancial, que le haga un ser diferente del
día anterior?
Los católicos, nueve meses antes de Navidad celebramos la
Encarnación del Hijo de Dios, en el seno de María Virgen. Es
el 25 de marzo, el día elegido para celebrar la Jornada por
la Vida. Apoyados en el relato evangélico sabemos que,
después de recibir la visita del arcángel san Gabriel y
aceptar ser la Madre de Dios, “por aquellos días, María se
puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de
Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto
Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su
vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo…”. El pueblo de
su prima Isabel era Ain Karem, a unos 6 kms al oeste de
Jerusalén. Desde Nazaret, María debió de hacer este viaje en
cuatro o cinco días, sobre un burrito, que era el trasporte
normal en aquella época. Supongamos que, desde la visita del
Arcángel -desde su concepción- han pasado seis, ocho, diez…
días. Jesús era tan solo un diminuto embrión, compuesto de
unas 150 células, que me-diría unas centésimas de milímetro,
¡y ya “ejercía” de Salvador del mundo!: comunica el Espíritu
Santo a su primo Juan, quien saltó en el seno de su madre; y
gracias a la íntima comunión que se da entre toda madre y su
hijo, anuncia a su madre Isabel, mediante su sobresalto, que
María está encinta del Salvador.
Jesús de Nazaret no esperó 99 días, o 14 semanas y un día,
para que le conside-raran “ser vivo HUMANO” como da a
entender la conocida como “ley del aborto” (Ley de Salud
Sexual y Reproductiva e Interrupción oluntaria del Embarazo)
que ha sacado el actual gobierno el 24 de febrero de este
año. Lo hizo en la primera ocasión que tuvo, porque la vida
comienza en el momento de la fecundación.
Habrá quien objete que es una ley hecha para todos:
creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos; que no
podemos obligar a nadie a que acepte creencias de tipo
religioso; que en este campo se guían por lo que dice la
medicina y la ciencia, no por lo que dice la fe (cristiana o
de cualquier otra religión). Si es así, ¿qué argumentos
científicos tienen para defender esos plazos? Pues, yo
tampoco quiero que me guíen por otras “creencias” de tipo
ideológico. Porque si escuchamos a los científicos, puedo
aportar testimonios que defienden lo expuesto más arriba.
Concretamente, el 17 de marzo de 2009, en la conocida como
“Declaración de Madrid” a favor de la vida, firman más de
dos mil (2.505, concretamente) doc-tores, catedráticos,
profesores de universidad, investigadores… de genética, de
biología celular, biología animal, microbiología,
histología, bioquímica, química analítica, etc., etc.
afirmando que la vida existe “desde la fusión de los dos
game-tos”; reclamando -esto es importante- una correcta
interpretación de los datos de la ciencia en relación con la
vida humana en todas sus etapas. Las firmas pueden verse en
la siguiente dirección: http://derechoavivir.org/declaracion-de-madrid/.
Sí, son muchos los médicos, científicos, investigadores,
intelectuales de diferentes profesiones… que se manifiestan
en defensa de la vida humana en su etapa inicial,
embrionaria y fetal, rechazando su instrumentalización al
servicio de lucrati-vos intereses económicos ó ideológicos.
Todos vienen a coincidir en lo mismo, expresado de una u
otra forma: que «la nueva vida comienza en el momento en que
el espermatozoide entra en el óvulo» ; que el descubrimiento
del genoma humano demuestra «inequívocamente que en el
momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide
surge un ser humano con todo el genoma completo» ; o (por
nombrar un Premio Nóbel) como dice el profesor Alfred
Kastler: «La vida humana co-mienza en la concepción, en el
momento de la fusión del espermatozoide y el óvulo».
Creo que es de personas sensatas, con sentido común, atender
lo que nos dicen estos sabios e intelectuales. No se trata
de querer imponer nuestros principios religiosos al resto de
los españoles. Cuando nos enfrentamos a esa práctica no lo
hacemos debido a nuestras creencias, sino basándonos en los
datos científicos acerca del inicio de la vida humana desde
la concepción. Porque, contrariamente a lo que algunos se
empeñan en decir a todas horas, ciencia y religión no se
oponen; se complementan... si la religión es auténtica
religión, y la ciencia no ha sido desvirtuada por espurios
intereses ideológicos.
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