Las personas con síndrome de Down
y sus familiares celebran hoy el día mundial de esta
discapacidad psíquica para hacer visible una realidad que
otrora era ocultada por los propios congéneres como si de
una vergüenza se tratara. Un signo de que la sociedad ha
crecido en tolerancia, comprensión y sensibilidad respecto
de una realidad que ha dejado de ser tabú.
Sin embargo, el camino por andar es todavía largo. La
proporción de niños y niñas con Down que reciben una
educación en centros de integración es todavía pequeña en
relación a la demanda existente, una carencia que sólo puede
ser subsanada disponiendo de recursos y personal
especializado en instalaciones escolares.
Pero si en el terreno educativo todavía queda trabajo por
hacer, en materia laboral la sociedad ceutí ni siquiera ha
comenzado. La propia Asociación Síndrome de Down ha apuntado
que no conoce ningún caso en la ciudad de incorporación al
mercado laboral, salvo que se hable de empresas familiares.
En una comunidad desprejuiciada las personas con Down
podrían desarrollar sin apenas obstáculos muchas labores que
resultan puramente mecánicas: reparto, reposición de
existencias... Pero las personas interesadas quieren ir a
más. Sobrecoge la experiencia de adolescentes con este
retraso cognitivo que aspiran a trabajar como técnicos
informáticos u otros empleos de considerable cualificación.
La sociedad tiene mucho que aprender de ellos en tanto que
ejemplos de superación personal. Ser minusválido no
significa ser menos válido y las personas con síndrome de
Down lo demuestran cada día.
Sólo queda que los propios menores aprendan a asimilar la
complejidad y diversidad de la naturaleza humana y las
burlas de que son objeto muchos de los niños con Down queden
desterradas para siempre de la convivencia en una sociedad
diversa.
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