Si verdad es que un fiel es un piñón de paz, más lo es su
par multiplicador: el Imam. Y la razón no es otra que su
condición de hombre con ciencia, así diferenciándose de
aquellos otros sin ella, al tiempo obligándose a tratarles
con comprensión y humildad, favoreciendo la resolución de
sus problemas y cuantas actuaciones promuevan una mejor
vecindad entre todos ellos.
Resulta difícil resaltar las virtudes de aquellos que
tradicionalmente han influido en los estados de ánimo de
pueblos y gobernantes, así como en su felicidad y su
contrario, su paz y su guerra, en cualesquiera de sus
aspectos, pues la figura del Imam de hoy no es la de aquél
en cuyo regazo dormitaban los asuntos de justicia,
impartiéndola a su goce y modo, en paralelo a su función de
ministro de religión y de la fe.
Entre otras, la diferencia entre un Imam y el que no lo es,
radica en que en el espacio de actuación del Imam siempre
hay un camino más franco hacia el ascetismo, al misticismo,
a la soledad, a una senda espiritual de mayor rango,
privilegio para unos pocos e inaccesible para muchos, se
trata de un nivel de educación superior, es como hacer
matrícula en la universidad del alma, es el vuelo hacia lo
indefinido, un camino que puede tomar o ignorar; si hace
esto último, permanecerá en lo mundano, como si de cualquier
capa intermedia de una cebolla se tratara, alejada de su
núcleo y siempre bajo la influencia de aquella que hace
límite, en cambio, si decide tomarla, su primer premio no es
otro que el depósito en su corazón de una brizna de
humildad, un anticipo del gran premio que le espera:
alcanzar los racimos de una pócima genial: La humildad
vital.
Bien que decía Ibn Arabí que la humildad es un tesoro muy
cercano a Dios y que de él da a quien le place.
No creo que tan notable acontecimiento se esté produciendo
en los protagonistas principales de los sucesos de Sidi
Embarek; antes bien, habría que hablar de todo lo contrario,
así como de una absoluta anarquía en cuanto a la asunción de
las responsabilidades de unos y de otros. Tampoco parece que
exista camino ni posibilidad de matrícula en los colegios
del alma para los protagonistas estrella de los sucesos de
Sidi Embarek, ya no sólo por motivos de edad para algunos y
por falta de nota para otros, sino porque falta lo
fundamental: humildad de corazón, eso que permite labranza
prodigiosa, pero nada hace pensar que tales tierras se
parezcan a aquellas otras que de forma magistral describió
en su hermosa novela Pearl S. Buck: La Buena Tierra.
Ser Imam implica conocimiento y, a la vez, ignorancia
absoluta o, como diría el místico, vacío de corazón, en el
sentido de que no sabemos nada. Siempre fue una de las
primeras reglas del iniciado en la vida ascética.
Lejos de todo esto, aquí, en esta ciudad, con el obtuso
título de imam principal, hay quien lucha denodadamente por
alcanzar un púlpito que no le pertenece, haciendo de la
fuerza y de la intimidación su carta de presentación, no
causándole sonrojo alguno, magnificándose como ungido por
fuerzas extraordinarias e indelebles, aquellas que siempre
prometen caseríos atiborrados de fantásticas ubres y
exquisitos manjares. Es la dimensión de quienes sólo piensan
en si, son los cautivos del yo soy.
Promover conflictos religiosos contraviene las más
elementales normas de convivencia, ya no sólo por el coste
en cuanto a desprestigio para el colectivo que los
protagoniza, sino porque impulsa la aparición de zozobra e
inquietud en gran parte de la población, percepción que
aumenta cuando todo ello discurre en el interior y en los
aledaños de un templo establecido para el rezo y el
recogimiento y como punto de encuentro entre criatura y su
Creador.
Toca ya que los principales protagonistas de la serie del
asalto a la mezquita de Sidi Embarek se involucren en
acciones sociales, como por ejemplo, construir comedores
sociales, escuelas gratuitas y con idearios propios de los
tiempos actuales, acciones que fortalezcan la cohesión
social, etc., constituyéndose como una nueva esperanza para
las gentes, tanto aún más en estos tiempos de dificultad y
de desánimo, pero tales actuaciones para tales oídos suenan
a música contraproducente, magnificándola como dañina, así
como de otro tiempo y lugar. Es la doctrina en la que el
bien general es confundido intencionadamente con la
estupidez.
Ya cada viernes será un problema, para luego pasar a los
lunes, y así. Es la estrategia de la confrontación
permanente, haciendo de la constancia su principal arma. El
futuro espiritual del colectivo musulmán de Ceuta resulta
desapacible, encapotado, gris. Es lo que traen siempre.
Como en la película de George Lucas, se trata del lado
Oscuro y del lado Luminoso, cuando la ficción describe a los
Sith y a los Jedi. A los primeros como símbolo de la
agresividad y demás sentimientos negativos; por otro, a los
amantes de la paz, de la meditación, y de sentimientos
positivos.
Mientras que para los Jedi el objetivo es la paz en la
Galaxia, para los Sith es todo lo contrario: su conquista y
destrucción.
Incluso en esa dimensión se exhibe el poder del buen
sentimiento frente a su eterno oponente.
A la galaxia de Sidi Embarek llegaron oscuras naves.
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