Nadie pone en duda que cuando las
obras terminen, Ceuta va a quedar de dulce pero, de la misma
forma, para evitar criticas sobre esas obras que se vienen
realizando se les debería dar, a todos los ceutíes, un mapa
para saber por los lugares los peatones pueden pasar.
El problema que se presenta para la realización de ese mapa
es que, cada día, habría que cambiarlo. Bueno, para ser más
exactos, se debería cambiar cada cinco seis horas porque,
hijo mío, no hay forma humana de saber por dónde podemos
pasar.
Un día puede usted pasar por la acera de la derecha, otros
por la acera de la izquierda y, en la mayoría de las
ocasiones, te cortan la calle y empieza a sentirte en la
feria, cuando entras en el laberinto. Que si esta valla te
corta el paso por aquí, que si la otra te lo corta por allí,
y mientras sortea las vallas, encontrando el camino para
llegar a tu destino, pueden pasar algo así como media hora.
Lo mejor es cuando tienes que practicar el alpinismo,
subiendo por los montones de arena que te impiden el paso.
Mismamente, los otros días al ir por el pan nuestro de cada
día, tuve que cambiar de itinerario, volver a tras lo andado
y subir por otra calle, porque era imposible pasar, con los
montones de arena y los vehículos de la obra, que ocupaban
todas las aceras y el centro de la calzada.
El martes quiero llegar a una cafetería, y al llegar a su
altura, metiéndome en el laberinto de las vallas, me tuve
que subir la calle Algeciras, atravesar la Plaza de los
Reyes y bajar por las monjas para acceder a ella.
Y la verdad, subir la cuesta de la calle Algeciras, me viene
costando trabajo que ya no está uno para esos trotes. Me
imagino, hay que imaginar, lo que pasarían las personas
mayores al tener que subir la mencionada cuesta y, después,
tener que bajarla para llegar al INEM.
Si al menos en estos momentos, donde existe el laberinto de
las vallas, nos pusiesen unas escaleras mecánicas para subir
las cuestas, otro gallo nos cantaría y, además, nos evitaría
el llegar arriba con la lengua llena de colillas de tanto
arrastrarla por los suelos.
Como cada día se cambian las mencionadas vallitas de marra,
no se lo qué me encontraré hoy cuando salga a por el pan.
Por si acaso he decidido, aunque ande mucho más, tirar por
otra calle donde no tenga que practica el alpinismo, que ya
no está uno para esos trotes.
Ya dije que en las próximas olimpiadas llevamos ventaja y
podremos conseguir la medalla de oro en los cuatrocientos
metros valla. Hoy no sólo lo digo, sino que lo afirmo con
rotundidad. Ganaremos medallas de oro.
Espero que después de todo este esfuerzo “vallistico”, no me
vaya a venir nadie subiéndonos un impuesto por las “vallas
variables”, como la alcantarilla. Pues las vallas varían
tanto, cada día, que no se de dónde vamos a sacar el dinero
para pagar el asunto.
Oiga, amigo guardia, un siglo de estos voy a ser cuentas de
cuánto se pagaba antes por basura y alcantarillado y cuanto
se paga, hoy día, al estar unida al recibo del agua. Algunos
se van asombrar.
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