Siempre, desde que empezamos a vivir nuestra democracia, he
pensado y he defendido la necesidad de una oposición fuerte,
y seria, para que el Gobierno de turno, además de actuar,
vaya por un camino serio, y la oposición, o aquellos que
aspiran a estar en el Gobierno, puedan aportar algo al
progreso y la buena marcha de un pueblo, de una ciudad, de
una autonomía o del Gobierno de la Nación.
Quizás, también por eso, he dicho y así es que no me gustan
nada las mayorías aplastantes en las que los rodillos dejan
sin poder actuar a unos ediles que ocupan, legítimamente, un
lugar en alguno de esos Gobiernos.
De la misma forma que ciertos grupos de “aventureros”
intentan llegar a la política para expoliar y, tras esos
expolios, emigrar en busca de mejor presa, las mayorías
aplastantes suelen arrinconar las opiniones de grupos que,
también, están representados en las instituciones, pero sin
que sus representantes puedan hacer nada más que “exponer”
algún proyecto que, pocas veces, verá la luz.
Pero una cosa es actuar, con peso de verdad, o exponer,
aunque su exposición no pase de ahí, y otra llegar al
insulto o a las descalificaciones, que dejan a los que
intervienen en esos cruces descalificadores en su justo
punto, desde luego muy poco serio.
Y entro en este tema, al ver la “agarrada” verbal que ha
habido entre la consejera de Asuntos Sociales, Carolina
Pérez, y el líder de UDCE, Mohamed Alí, en cuyo cruce de
diversidad de criterios se utilizaron términos como
esperpento, demagogo, intervenciones mafiosas y otra serie
de lindezas que ya no causan risa a los que actúan como
espectadores.
Y quiero recalcar esto, porque hubo momentos, en el primer
Ayuntamiento democrático, tras las elecciones de 1979, que
quienes no tenían nada mejor que hacer, se iban al
Ayuntamiento cada vez que había un pleno y allí el salón
“lleno hasta la bandera” presentaba unos números circenses,
gratis total, que para sí hubieran querido las mejores
compañías que, entonces, recorrían la geografía hispana.
Afortunadamente, eso ya pasó, ahora estamos con una
generación más joven, con más formación, se supone, y tener
diversidad de criterios es loable, muy loable, lo otro no es
nada potable.
Y es que ahora, las discrepancias, en parte, vienen por esa
exigencia de UDCE de que alguien asuma la responsabilidad
por el retraso en el abono del IMIS, que ya hemos citado
días atrás.
Me parece muy bien esa exigencia y no debiera de tomarse por
parte de Carolina Pérez nada más que como un interés por
evitar que eso se vuelva a repetir. Y me sigue pareciendo
correcta esa exigencia, salvo que ese “comprensible error
humano” se hubiera dado, también, en las nóminas de los
altos cargos del Ayuntamiento, pongamos por caso.
Llegado a esto lo que no creo que se pueda meter en el mismo
saco es esa consideración de “unas intenciones mafiosas” del
Ejecutivo de limitar las movilizaciones de los parados.
Yo no creo que sean intenciones mafiosas el que desde el
Ayuntamiento se pueda salir en apoyo de unos comerciantes,
que cada día son molestados con el paso de esa
“¿Manifestación?” diaria, que además lleva aparejado, en
muchas ocasiones, el corte y el caos circulatorio para
muchos que nada tienen que ver con la manifestación en
cuestión.
Discrepancia de opiniones me parece saludable, las
descalificaciones o insultos, creo que son intolerables.
|