Ya he contado con cierta
insistencia que me he pasado varios días sin salir de casa.
Pero es que, amén del catarro que me hizo tomar la decisión
de encuevarme, debo reconocer que el cuerpo, compañero,
necesita de vez en cuando que se le recete algo de
tranquilidad. Que se le aparte del murmullo de la calle. La
tan celebrada por mí en bastantes ocasiones.
Así, encerrado entre las cuatro humildes pero confortables
paredes de la casa, he estado pensando que en la misma
medida que el cuerpo reclama esa medicina, también el
espíritu la requiere. La medicina del minuto. Que decía
aquel personaje, José Cabeda, perteneciente a la
novela de Ignacio Aldecoa, titulada ‘Con el viento
solano’.
Un personaje que a veces caía enfermo de pasado o de
porvenir. Pero pronto se venía arriba para repasar solamente
los sucesos vividos y le daba un regate en seco a la
nostalgia. Y del porvenir, nada. Porque a su edad, tenía
asumido que un día más en su vida era como diez años de los
vividos anteriormente. Pues ya había desechado esperar más
de lo que había conseguido. Realismo puro, pues, y sentido
común evidente.
De cualquier manera, el estar enclaustrado ha hecho posible
que sonara el teléfono. Y quienes han conectado conmigo me
han ido poniendo al tanto de asuntos que ellos creían
podrían interesarme. De tales confidencias, unas me eran
desconocidas y de otras no tenía idea. Por mucho que me
jacte de conocer a los personajes que pululan por una ciudad
donde la ‘Casa Grande’ marca el paso en todos los aspectos.
Con la ‘Casa Grande’ no hay quien pueda. Solía decir Juan
Vivas en los años 80. Y advertía: Además lo tiene crudo
quien se ponga en su contra. Este comentario lo oía yo a
menudo durante los años que frecuenté la oficina donde ya
ejercía Vivas como funcionario poderoso. Sitio al que
acudían todos los políticos de la época a comer en su mano y
a pedirle consejos sobre como salir airosos de cometidos que
siempre bordeaban la ilegalidad. Permítanme el eufemismo.
Nada ha cambiado desde entonces. Salvo que el funcionario se
ha convertido en el alcalde más celebrado de España, debido
a que ha sido capaz de cautivar a una mayoría ciudadana que
lo ha convertido en el santo y seña de la tierra. Y cada día
que pasa su poder va aumentando en la misma medida que la
vanagloria de sus subordinados amenaza con pervertir su
primitiva modestia. Por más que el alcalde siga echando mano
de su carácter jovial para tratar de deleitar a la gente.
Vuelvo a referirme a las llamadas recibidas en los últimos
días. Las hubo merecedoras de ser escuchadas atentamente. He
oído cosas desagradables con visos de realidad y otras que
he puesto en cuarentena. Por creer que JV, con sus
proverbiales defectos, es la persona más indicada para
seguir ocupando el cargo de alcalde.
Sigo pensando, por tanto, que aún está comiendo la primera
hierba el político que puede sustituir a Vivas. Perdonen el
término taurino. Aunque bien haría el alcalde en mirar a su
alrededor para percatarse de que está necesitando con
urgencia recuperar un entorno capaz de darle categoría a sus
próximos años en el poder. Porque ser el tuerto en el país
de los ciegos no es suficiente.
(Enrique Roldán Amaya pertenece al elitismo (!)
pensante ceutí.)
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