|
La vida no para de dar lecciones
en todos los colores.
Algo me está diciendo que no es bueno alardear más de la
cuenta ni tratar de conseguir más de lo que es posible,
Una vez más, y he perdido la cuenta, el equipo de fútbol más
caro de la historia –tan caro que supera en mucho cualquier
proyecto faraónico que pudiera sacar de mi gabinete- ha
visto la boca del túnel más negro que todos los negros.
El equipo de la capital del país; el equipo del Gobierno
(cuando no gobierna Rodríguez Zapatero); en fin, el Real
Madrid ha quedado apeado de “su” Champions por un modesto
equipo francés (modesto si comparamos su presupuesto con el
de los merengues), como lo fue de la Copa de Juan Carlos I
por otro, muchísimo más modesto, equipo llamado Alcorcón del
mismo nivel que la Asociación Deportiva de Ceuta.
Chunga se le ha puesto la cosa al millonario despilfarrador
presidente madridista. Los 300 millones fueron a la cloaca
más próxima de la avenida de la Castellana, justo frente al
estadio. Precisamente el estadio que acogerá la final de
“su” Champions. ¡Pobres! Condenados a ver la final, “su”
final, desde la gradería.
Ceutíes madridistas… no os acompaño en el sentimiento porque
estoy bailando la sardana y ello no es compatible con la
hipocresía.
De la Liga… dejen que me ría un poco.
Bueno, con este artículo me despido de todos los lectores de
“El Pueblo de Ceuta” y de todos los que he conocido
personalmente.
¿Por qué esa despedida?, porque todo en la vida tiene un
ciclo que, necesariamente, llega a su fin.
El mío ha acabado hoy y tal como entré en el ”El Pueblo”,
tal me voy.
No es por nada, pero uno no puede estar comiendo y bebiendo
aire mientras barrunta qué cosas va a escribir. Otros
proyectos, que sí me dan de comer cosas que no son aire, me
esperan para seguir viviendo.
Dejo buenos amigos. Dejo estupendos maestros de la pluma.
Dejo angelines en tierras africanas, bien pertrechados desde
luego, que si al principio me daban de comer hostias, no
resultan ser el maná esperado.
Lo cierto es que las despedidas duelen, pero todo tiene un
límite y ese límite está establecido de manera que no es
posible seguir tragando saliva en vez de un buen Jack
Daniel’s mientras aporreas el teclado traspasando ideas y
opiniones al periódico.
No soy partidario de las huelgas de hambre. Aunque pienso
que esta definición está equivocada, hacer huelga de hambre
significa comer más. Otra cosa sería huelga de comida, más
lógica.
Sin embargo, siempre me tendréis presente en mis blogs por
Internet, donde voy vomitando todos los artículos que
escribí a lo largo de mi vida.
En fin, adiós. Me despido antes de que una lágrima furtiva
caiga sobre el teclado y haga funcionar el PC como una silla
eléctrica.
Hasta siempre.
|
OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM
