Una vida es un mundo inspirado por
el amor. La cuestión es saber guiar esa vida
inteligentemente. Porque una vida es una vida que cobra
sentido por si misma. Por justicia y discernimiento, el
derecho de todos los derechos es el de la vida. Pero hay que
saber mirarla con las gafas correctas. Vivir, desde luego,
es una aventura apasionante. Es mi vida y tengo que amarla y
tienen que dejarme que la ame. Es mi vida y es mi deseo
vivirla y tienen que dejarme vivirla. Es mi vida que quiero
dedicar a los demás y tienen que dejarme hacerlo. Es mi vida
en la búsqueda permanente de saber que existo y tienen que
dejarme existir. Es mi vida la que da vida junto a otras
vidas y tienen que dejarme respirar. “¡Es mi vida!... Está
en tus manos”, -dicen los obispos españoles. Ciertamente,
tan importante es vivir la propia vida como dejar vivir. Por
desgracia, abundan todavía los hombres lobos para el hombre,
los hombres éxito en lugar de los hombres de valor y valía,
los hombres sin nombre humano.
Para colmo de males, también existen gobiernos dispuestos a
pensar por nosotros, por cada vida, como si el poder fuese
el que determinase el contenido de los derechos humanos y,
en consecuencia, se creen autorizados a gobernarnos hasta la
mismísima conciencia. Un ejemplo. Se sabe científicamente y
humanamente que el aborto es un drama para la mujer. Pues
evitemos esa tragedia. Y en todo caso, ofrezcamos apoyo real
a las mujeres gestantes que se encuentran en dificultades.
Jamás pretendamos adoctrinar a nadie. Dejen los Estados y
sus poderes, a los padres, la decisión de la educación moral
que quieren para sus hijos.
Hágase la razón y propíciese, desde todas las instituciones,
sectores sociales y diversidad religiosa, una nueva
revolución del amor y de acogida del ser humano. Nos hace
falta con urgencia. Reconózcase como un bien la maternidad,
protéjase en verdad el nacimiento de una nueva vida, verán
cómo disminuye la interrupción voluntaria de embarazos.
Somos el mundo de la vida, mundialicémosla, de manera que
cada uno libremente pueda vivirla seriamente por dentro. Ya
está bien de manipulaciones desde el pedestal de los
poderes. La vida es demasiado corta para que te la dirijan o
para que te la amarguen; y uno tiene que valorarla a su
manera, responsablemente, pero sin dictados impuestos,
máxime si además contradice la ley natural o ley de vida.
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