Dentro del reino animal y gracias
a sus dotes evolutivas, el ser humano es el único mamífero
capaz de superar su instinto y matar (o morir) por un ideal.
Equivocado o no, ese es otro asunto. Por ello, la “batalla
de las ideas” es en tiempos mediáticos como éstos más
importante que nunca. Ayer en Tetuán lució por fin el sol y
tras el amplio ventanal de mi estudio pensaba en ello
mientras veía, a lo lejos, el abigarrado barrio de Yamaâ
Mezwak, del que un día partieron buena parte de los
terroristas implicados, en una peculiar y sangrienta
subcontrata, en el atentado terrorista del 11-M, cuya
autoría intelectual aun permanece desconocida: Asrih Rifaat,
Abderwabi Kounjaa (el único salafista del grupo), Jamal
Ahmiddan cuyo coche BMW aparecería finalmente en Ceuta un 6
de octubre de 2007 aunque no como se dijo oficialmente,
todos ellos oportunamente volados en Leganés junto a los
hermanos Oulad Achka, éstos sí de familia religiosa y
acomodada del barrio de Safir, O los más de treinta jóvenes
tetuaníes que, tras el pertinente lavado de cerebro, se
inmolaron buena parte de ellos en la “yihad” de Irak… Todos
ellos frecuentaban la mezquita “Noor”, gestionada cómo no y
mira que es “causalidad” por la radical y peligrosa secta de
la Yamaâ al Tabligh, firmemente asentada en Ceuta.
Viene esto a colación porque de nada serviría intentar ganar
la partida en zonas de conflicto armado cuando en la
retaguardia europea anidan, incubándose, los huevos de la
serpiente del islamismo radical, esperando su oportunidad.
El problema hoy no es ya el del zarpazo terrorista, sino el
vuelco ideológico de los más de veinticinco millones de
musulmanes que viven en la antigua Europa Occidental, sin
incluir los Balcanes. Y las redes de financiación del
terrorismo, que no se esconden en ninguna capital árabe
¡sino en el mismo corazón financiero de Londres!. Recuerden:
“os conquistaremos con vuestras leyes y os someteremos con
nuestro Islam”. Y en esta partida, con las actuales reglas
del juego tenemos el partido perdido. Ergo: cambiemos las
leyes y dotemos de pleno derecho, dentro de nuestro marco
jurídico, las medidas que más tarde o temprano tendremos que
aplicar si no queremos ser fagocitados por la marea
islamista que viene encima. ¿Cuál es su estrategia…?:
conseguir “espacios liberados islámicos”, en los que poder
imponer sus leyes en abierta confrontación con nuestra
escala de valores: estos espacios van desde el trabajo (uso
del hiyab incluso a nivel cuasioficial, comedores colectivos
separados…), la educación segregada al menos en materias
como la gimnasia o la biología… , la toma de barrios enteros
en los que deje de aplicarse la ley del país (ocurre esto ya
en Francia y los Países Bajos), o el control político de
ciudades, de las que Ceuta y Melilla pueden llegar a ser
paradigma.
En Ceuta caminamos a pasos agigantados hacia un vuelco
demográfico, con sus consecuencias ideológicas. Y las
espadas aun están en alto. La única estrategia valida pasa
por vincular a la población, superando criterios étnicos y
religiosos, en torno a lo que nos une: los valores
constitucionales. Aplicándolos a rajatabla. Con sentido de
la justicia. Y ello pasa por reconstruir una ciudad que sea
asumida y reconocible por todos su ciudadanía, retirando en
primer lugar los símbolos religiosos al respetable lugar que
les corresponde: la intimidad. Seré claro: la Virgen de
África ya no es la Patrona de Ceuta. Sostenella y no
enmendalla supone abrir las puertas a que, cualquier año de
éstos, sea substituida con todos los honores por el no menos
Santo Corán. Y este frente, el llamémosle cultural , es uno
más de las batallas que estamos librando en esta guerra
asimétrica y no declarada contra enemigos difusos. Visto.
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