Escribía un conocido columnista,
días atrás, experto en mil batallas deportivas, mayormente
futbolísticas, que don Santiago Bernabéu era capaz de
impedir el fichaje de un futbolista si su cara le era
desagradable. Aunque éste estuviera sobrado de cualidades
para merecer sobradamente su pertenencia al equipo blanco.
El columnista, que fue estrella también en radio y
televisión, ponía como ejemplo a un jugador suizo que sufrió
semejante veto por parte del poderoso presidente. Y le
atribuye además el siguiente comentario a Bernabéu: “En
Suiza sólo son buenos los relojes. Y, aunque el jugador que
me recomendáis fuera extraordinario, dice a los técnicos,
con esa cara que tiene nunca podría jugar en el Madrid”.
Los técnicos conocían las manías de don Santiago. Así, el
futbolista en cuestión, además de ser bueno tenía que
causarle la mejor impresión. Y a veces, por cualquier
detalle que sólo él era capaz de captar y que le producía
rechazo, desistía de dar su imprescindible sí a la
operación. Y es que los hombres inteligentes suelen derrotar
por donde menos se espera.
Leyendo al columnista, que dice verdad, me acuerdo de mis
buenas relaciones con Miguel Malbo Notario y con
Pedro Eguiluz. Allá cuando a la década de los cincuenta
le faltaban dos días para cederle el paso a los ‘felices
años 60’. Me los presentaron en la cafetería Bar Recoleto. Y
lo hizo su propietario: Luis Elices; tan extraordinaria
persona como magnífico entrenador.
Malbo era Jefe de la Sección de Fútbol del Madrid. Y creador
de la mejor cantera que entonces existía en Europa. Contaba
con la amistad y confianza del presidente y hacía y deshacía
en la ya llamada ‘Casa Blanca’. De él se contaba, y sin que
jamás se descubriera exageración, que se despertaba al
amanecer para a partir de entonces comenzar a ver partidos
de fútbol por todos los campos modestos de Madrid y
terminaba en noche cerrada.
Con él, que fue jugador aficionado del Madrid, Plus Ultra y
Rayo Vallecano tuvieron cesiones de jugadores
extraordinarios: Antonio Ruiz, Santisteban, Marsal,
Villa, Vidal, Grosso, De Felipe, Velázquez, Grande, José
Luis Peinado, Benito y así hasta desembocar en la
llamada ‘Quinta del Buitre’.
Pedro Eguiluz, jugador grande del Sevilla y
entrenador destacado de la época, fue ayudante de Malbo, en
aquellos años sesenta, y a fe que consiguieron formar un
tándem perfecto. Y sé de lo que hablo. Puesto que un buen
día me llamaron a las oficinas del club para consultarme
algunas cosas en relación con futbolistas. Lo que a mi edad,
veinte años recién cumplidos, me pareció de mucha
importancia.
Se trataba de que les informara sobre los jugadores de
interés que yo iba viendo por los campos de Castilla y La
Mancha. Porque Eguiluz le había dicho a Malbo que yo veía el
fútbol –perdonen la inmodestia- de manera superior.
La primera recomendación que les hice fue la de Félix
Bardera ‘Felines’: un chaval nacido en un pueblo
de Ávila pero vecino de Carabanchel. Y lo firmaron. Aunque a
Bernabéu jamás le entró por los ojos, ya que lo consideraba
un fifiriche. Y se pasó media vida cedido al Rayo. En el
Madrid, y sobre todo en la prensa madrileña, sigue imperando
lo peor de Bernabéu.
(Pilar Hernández Gómez es pensadora (!) de postín.)
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