Es uno de los actos más llamativos
y atractivo en los cultos de Ceuta, cercanos ya a la Semana
Santa. Y que estoy en lo cierto, de cuanto acabo de afirmar,
nos lo demuestra la auténtica multitud de ceutíes, que desde
por la mañana, hasta bien entrada la tarde, pasaron por la
Catedral.
Esta afluencia de personas, incluso en aquellos momentos en
los que el tiempo acompañaba menos, no es casual, ni tampoco
para que los que iban fueran vistos por los demás. Esta
afluencia se debe al fervor y a la devoción que hay en
nuestra ciudad al Señor de Ceuta.
El viernes asistieron cientos de ceutíes a mostrar su fe y
su devoción al Cristo de Medinaceli y la Virgen de los
Dolores.
Y lo que sí podemos decir es que ésta es un devoción
profunda. No es algo postizo que se haya implantado ahora,
es la transmisión de esa devoción que tuvo el abuelo, el
padre, el hijo y la tendrán también las generaciones
posteriores, porque aunque, a lo largo del día, no fueron
muchos jovencitos, la experiencia nos demuestra, año tras
año, que siempre los que concurren son de una franja de edad
similar, este año, el pasado y hace veinte años, lo que
quiere decir que, cada año se van incorporando unos jóvenes
que un año antes no iban.
Así pues, la Venerable Hermandad de Penitencia y Cofradía de
Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado y María
Santísima de los Dolores terminó el viernes con los cultos
en honor del Señor de Ceuta.
Y no es que pensemos que se trató de un milagro, pero lo
cierto es que en medio de tantos días de lluvias fuertes y
antes de que el sábado volviera el “diluvio”, el viernes
apareció una mañana apacible, con lo que los ceutíes
pudieron acercarse a la Catedral y allí cumplir con la
devoción a la imagen del Cristo de Medinaceli.
Fueron unas doce horas de ir y venir de las gentes y en las
que el Cristo de Medinaceli estuvo recibiendo la visita de
muchos devotos.
Uno que no es experto en aproximaciones numéricas sería
incapaz de dar una cifra aproximada, pero el ritmo continuo
durante esas horas, nos da unos números de varios miles de
ceutíes, a lo largo de todo el día, que pasaron por la
Catedral.
Ahora, más que nunca, debe surgir la pregunta ¿Se está
perdiendo la fe?. Rotundamente no, se están perdiendo, o no
se aceptan, ciertos rituales impuestos y ordenados, por
curas o políticos, que también los hay, pero la devoción que
sale del corazón, que va con las personas desde que
nacieron, esa no se pierde y que no vengan con el cuento de
que, a veces, no es este el caso, puede transmitirse en
forma de folklore, que no es así, lo que sí podemos asegurar
es que cada uno da su forma, su sentido, pero lleno de
sentimiento, del suyo propio, ya que los aspectos de los
sentimientos y las devociones, ni son, ni tienen que ser las
que marquen los “buenos oficiales”.
Hace varios años, un amigo mío, Jesús López Sáez, con motivo
de la aparición de su libro: “Se pedirá cuenta”, sobre la
muerte de Juan Pablo I, le decía a un alto jerifalte de la
Curia, cuando este le reprochaba: “Es que mira como nos
vamos a quedar ahora la Iglesia”, y él con la sencillez,
pero con seguridad, la que le daba el conocer lo que había
escrito, y por qué lo había escrito, respondió:”¿ Es que la
Iglesia sois vosotros?”. Eso digo yo aquí, la devoción es la
de aquellos que se acercan, a su manera, pero con sus formas
y su respeto.
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