Si ya Napoleón advirtió rotundo
que la política de los estados descansaba en su geografía,
Spykman apuntilló el aserto al advertir en 1942 que “la
geografía es el más fundamental de la política exterior de
los estados, porque es el más permanente”. Por ello es
llamativo el repliegue español en el flanco sur, pasando a
descansar la defensa en presuntos amigos, las bondades del
“colchón de intereses” y el concepto kantiano de la “Paz
Perpetua”. La doctrina tradicional de España en el ámbito
estratégico del flanco sur ha sido desde los años 60 el eje
Baleares-Estrecho-Canarias, cuya vigencia sigue siendo de
máxima actualidad pues, siguiendo al general Beaufre, “A
cada situación corresponde una estrategia particular” y el
concepto defensivo del eje “Baleares-Estrecho-Canarias”
sigue siendo plenamente operativo, pues refuerza una “falla
estratégica” de singular importancia. No es extraño pues que
en los años 80 el centro de gravedad de nuestra estrategia
siguiera siendo la zona del Estrecho, con sus flancos
prolongados hasta las Baleares y las Canarias. ¿Por qué lo
ha dejado de ser ahora…? Todavía en los primeros tiempos de
Felipe González, la Directiva de la Defensa Nacional 01/1984
asumía la plena vigencia del eje estratégico, pero ya en
1985 el nuevo PEC anulaba la referencia a Gibraltar
cambiándose por el eje Canarias-Península-Baleares. ¿Quizás
asumiendo la realidad de que España carece del nivel
necesario, tecnológico y humano, para ejercer su control
sobre el Estrecho…?. Más aun: en 1992, la Directiva de la
Defensa Nacional obvia cualquier referencia a Gibraltar,
descansando el centro de gravedad de la defensa nacional en
la Península, mientras que en 1995 el PEC alude a la
“inexistencia de enemigos” (¡!). En la política aznarista,
el Libro Blanco de la Defensa (2000) vuelve a mencionar como
“zonas de interés estratégico” el Mediterráneo Occidental y
el Norte de África, con alusión directa a Gibraltar y, en la
Revisión Estratégica de 2003, se afirma que “España debe
mantener una capacidad operativa propia y suficiente que le
permita mantener el control del Estrecho”. Bien, ¿ha
cambiado la perspectiva con Zapatero…?; o dicho de otro
modo, ¿seguimos o renunciamos, por la razones que fuere, a
ejercer el dominio sobre el Estrecho garantizando, con ello,
la viabilidad defensiva de Ceuta?. Esa es la cuestión, junto
con el papel a representar por los “portaaviones” balear y
canario, éste último en pleno proceso de infiltración. En
breve la misión principal de las fuerzas armadas
occidentales será mantener nuestras cotas de calidad de
vida, asegurando el aprovisionamiento, en origen y rutas, de
materias primas, alimentos y agua. En esta proyección el
archipiélago canario representará un vector estratégico de
primer orden. No será políticamente correcto, pero ampliemos
la exposición del general de brigada Julio Herrero, segundo
jefe de la Comandancia General de Ceuta, al señalar la
reciente “proliferación de conflictos asimétricos que vienen
acompañados de acciones terroristas y enemigos difusos”. Sin
ambages: estamos en guerra y punto. La competición por
recursos (petróleo y agua, entre otros) junto a
confrontaciones culturales (religiosas para ser exactos) o
bien una combinación de ambas, podrían desencadenar cuando
menos desestabilizadoras guerras convencionales. Finalmente,
España es el país europeo que menos aporta al porcentaje de
defensa y, en el mundo de hoy, un país débil militarmente,
por rico o industrializado que sea, además de carecer de
peso en el concierto internacional despierta las golosas
apetencias de sus vecinos. Por si fuera poco, Europa en
conjunto carece aun hoy de proyección estratégica, o sea es
incapaz de asegurar sus rutas de suministros vitales. Visto.
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