Los últimos acontecimientos de
enfrentamiento y división, auténtica “fitna”, que está
sufriendo la comunidad musulmana de Ceuta y que de rebote
afecta a toda la Ciudad, no son una espectáculo grato para
nadie. Si bien parece que a última hora pudieran haberse
templado gaitas, todos los indicios parecen apuntar a una
mera tregua en las hostilidades mientras se aúnan fuerzas
para dar la batalla definitiva con un claro objetivo:
conseguir “desde abajo” un modelo de gestión del hecho
islámico para imponer luego, “desde arriba”, al conjunto de
la población haciéndose al final con el control político de
la Ciudad Autónoma, en la que en solo pocos años se
alcanzará la mayoría absoluta de población musulmana. De
hecho, al día de hoy el alumnado musulmán de primaria ya es
dominante.
Lo que se está dirimiendo, con gran habilidad táctica por
parte de uno de los sectores al utilizar la “takiya”
(disimulo) sin recato y con profusión, son dos modelos en la
ortopraxis del Islam: por un lado el de referencia oficial
marroquí, de talante moderado cuya referencia sin duda sería
el rey Mohamed VI y otro de tipo presuntamente
“españolista”, un cajón de sastre en el que podemos
encontrar de todo y que, más que español, no dudaría en
denominarlo “andalusí” por aquello del mito de Al Andalus,
ya saben; es decir, que cuando cualquier portavoz de este
presunto Islam, en Ceuta o el resto de España, se envuelve
con los colores rojo y gualda e invoca, cómo no, la
Constitución, estoy en condiciones de asegurarles que su
emboscado horizonte de referencia es en realidad la España
travestida de Al Andalus, pues ese es el objetivo: utilizar
en provecho propio las ingentes oportunidades que ofrece una
sociedad abierta como la española, para islamizar espacios y
conquistar terreno. Se lo digo de otra forma: “Os
conquistaremos con vuestras leyes y os someteremos con
nuestro Islam”. En este entramado “españolista” podemos
incluir desde la quinta columna conversa (en la que Libia y
el mamarracho ex terrorista de Gadaffi gozan de cierta
influencia) a todo un tejido de asociaciones que oscilan,
tradicionalmente, entre el extremismo de los Hermanos
Musulmanes, la organización alegal marroquí Justicia y
Espiritualidad, con activa presencia en Ceuta al igual que
los fundamentalistas del Tabligh, más “españoles” ellos que
nadie. Sin olvidarnos, cómo no, del necesario “engrase” de
los petrodólares wahabíes de Arabia Saudí a los que se están
sumando, con ritmo rápido, los de origen islamonazi de la
República Islámica de Irán.
Estoy bien al tanto de la ideología del “Gran Marruecos” de
Al Fassi y, naturalmente, de la digamos “OPA” que Rabat está
estos tiempos intentando lanzar hacia España. Pero ese es
otro problema. La realidad actual es que el Islam radical se
está adueñando, “chuia chuia”, de la comunidad musulmana en
nuestro país (más de un millón doscientas mil personas,
noventa por ciento de ellas de origen marroquí),
representando a medio plazo un grave peligro. La verdad es
que a España y Marruecos se le está yendo de las manos el
control. ¿Ceuta...?. La Ciudad corre camino de convertirse
en una ciudad corsaria islamista bajo bandera española. Ese
es el objetivo estratégico. Obviamente, el Reino de
Marruecos sobra en este diseño del islamismo “a la
española”. Bien haría el delegado de Asuntos Religiosos,
José María Contreras, en hablar a cara de perro con su
homólogo marroquí del ministerio de Habús y Asuntos
Musulmanes. Con todas las cartas ambos encima de la mesa.
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