Decía la sabia de mí abuela, que
cuando el demonio no tenía nada que hacer, movía la cola
para que se la vieran. Y me debe pasar lo mismo cuando no
tengo nada mejor que hacer no, por supuesto, mover la cola
porque no soy el demonio, pero sí pensar en cosas que se me
vienen a mi carcomido cerebro, traído a él por las células
de la ignorancia que, cada día, abunda más en mi masa
cerebral.
Y pienso que la Humanidad no existe, basándome en la opinión
de esos cerebros privilegiados a los que tanto admira este
pedazo de ignorante. La Humanidad no existe desde el mismo
momento que somos seres vivos pero no humanos. Y si no
existen los humanos, lógicamente tampoco existe la
Humanidad. Eso está claro
Como se podrá fácilmente comprender es, sin duda alguna, mi
ignorancia supina la que me lleva a tal conclusión. Ni que
decir tiene que no voy a entrar en discusión con esas mentes
privilegiadas, cerebros excepcionales, dignos de la mayor de
la admiración, por personas de tan escasa inteligencia como
la mía. Sueño con, algún día, poder llegar a tener un 1% de
esos cerebros privilegiados. ¡Sabios, que sois unos sabios!.
Aquí, en esta tierra, también existen esos cerebros
privilegiados de los que siento envidia sana con la
esperanza de que, algún siglo de estos, mis carcomidas
células cerebrales sean capaces de aprender algo de ellos.
¿O no es de inteligentes y cerebros privilegiados, coger
unos contenedores que estaban situados en la calle Real,
pegados a la acera del edificio de colores y situarlos en la
esquina de Teniente Arrabal, con sus ruedas incluidas y
poniéndoles una piedra de freno para que no se vayan calle
abajo?.
Seguro que para realizarlo, se ha tenido en cuenta, por
estas mentes privilegiadas, que la calzada de la calle Real
es muy superior a la calzada de Teniente Arrabal, del mismo
modo que la acera de la calle Real es mucho más amplia que
la de Teniente Arrabal.
Lo de la acera de Teniente Arrabal, es tan estrecha que con
los con tenedores situados en aquel lugar, dos personas no
pueden pasar a la vez. Pero ahí está el ser inteligente, que
nos enseñan modales y educación. Por favor pase usted
primero que para eso es una señora. El que sabe, sabe
Como de suma inteligencia es, ponerle una piedra a unos
contenedores con ruedas para que no se vayan a ir calle
abajo. Claro que puede suceder que con un porrazo de algún
vehículo, el empujón sin querer o queriendo de alguien, los
contenedores cojan la cuesta abajo, se peguen contra algún
vehículo que venga o arrollen a cualquier peatón e
imagínense que ese peatón pueda ser una persona mayor o un
niño pequeño los que venga subiendo la calle. La desgracia
está asegurada
Decía la sabia de mía abuela que más vale prevenir que
curar. Lo mejor seria devolver los contenedores donde
estaban que, por cierto, no molestaban en absoluto y estaban
seguros de no salir rodando calle abajo evitando un peligro
que, en cualquier momento, se puede dar. ¡Sabios hay en este
mundo!
No se quién habrá autorizado semejante despropósito. No
quiero seguir pensando, por aquello de piensas mal y
acertarás.
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