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OPINIÓN - VIERNES, 5 DE MARZO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Piojos, chinches y venéreo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A mí me gusta viajar en tren. De hecho, durante muchos años lo estuve haciendo. La última vez, poco tiempo ha, yendo en el AVE desde Sevilla a Madrid, andaba yo adormilado cuando escenas viajeras de los años cuarenta comenzaron a desfilar ante mí.

Me veo en el interior de un largo vagón de tercera, abarrotado. Aparecen trabajadores vistiendo ropas remendadas, sucias, mujeres viejas con rostros color ala de mosca y enlutadas de arriba abajo, unas cuantas muchachas que aparentan mucha más edad de la que pueden tener, y una pareja de guardias civiles, cuya veteranía se deja ver en sus ojos viscosos y penetrantes y en sus lúgubres expresiones.

El estante de malla de los equipajes está lleno de cestos y hatos y muchos bultos se apilan en el suelo, pues muchas eran mujeres ‘estraperlistas’, dedicadas al tráfico del mercado negro. Me recreo en el ir y venir de los vendedores callejeros de todas las edades, ofreciendo a la venta frutos secos, pastas, pipas de girasol, dulces, billetes de lotería, agua...

Oigo perfectamente la cantinela del anuncio de lo que venden. Voces... “Oye, las avellanas”. “Tortas buenas”. “Agua fresca”. Los pregones llevan la marca del desaliento. De la ruina de un pueblo donde sólo los ricos y los más hábiles pueden comer. Veo a criaturas tratando de vender artículos que nadie compra. Objetos inverosímiles.

De pronto entra en escena un guitarrista, y con voz aguardentosa suelta un Títiritrán o Tirititrán, entonación de las alegrías de Cádiz. No le da tiempo a más porque la locomotora anuncia, con un largo silbido, que se va a poner en marcha, y todos los buscavidas salen corriendo hacia el andén.

De aquellos tiempos, grises y terribles años cuarenta, uno se ha acordado porque nos vienen diciendo que en España, amén de que cada día hay más pobres y, por supuesto, más hambre canina, han vuelto a invadirnos los piojos y que las chinches pasean hasta por las camas de hoteles de cinco estrellas; vamos, todo calcado a nuestra mísera posguerra.

Y, por si fuera poco, no tienen el menor empacho en airear que las dolencias de transmisión sexual están que se salen. Y que los médicos especialistas en infecciones de los bajos están haciendo su agosto. Es decir, que vuelven a estar de moda la sífilis, la gonorrea, el chancro... O sea, enfermedades propias de los tiempos de Maricastaña.

Y quienes tratan de explicar todo lo que viene ocurriendo no dudan en dar la voz de alarma con preguntas tales: ¿Qué está pasando? ¿Todo se debe a los movimientos migratorios? ¿Las industrias farmacéuticas hacen su agosto? ¿Está el mundo superpoblado?

Con lo cual, aunque pueda no ser la intención de ellos, dejan ya las dudas flotando en un ambiente ya enrarecido por mor de una crisis económica que está haciendo estragos entre innumerables familias que ven imposible poner la olla de cada día.

Mal asunto, pues. Porque si a pobreza de los nuestros le vamos añadiendo padecimientos ya superados y tratamos de achacar su contagio a los pobres venidos de afuera, no cabe duda de que se está jugando con fuego

(María Ramos Rodríguez y María del Carmen Ruiz Rodríguez son mujeres sensibles (!), finas e inteligentes.)
 

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