La columna se puede hacer desde el
escritorio y sin poner los pies en la calle. Se consigue
leyendo los periódicos y eligiendo un tema para sacarle
punta. Pero esa forma de escribir carece de sustancia. Quien
escribe columnas debe patearse la calle y entenderse con la
gente. Charlar, observar, y compartir tertulias que surgen
inesperadamente.
Transitando la calle, raro es el día en que uno no tropieza
con personas que están disconformes con la opinión emitida y
otras, en cambio, dan muestras de satisfacción porque lo
expresado en “el Parlamento de papel” tiene cierta
coincidencia con lo que ellas piensan.
La calle para quien escribe en periódicos es de vital
importancia. Y es paseándola cuando se adquiere sentido y
conocimiento de que el español pensante necesita un tipo del
que disentir, que para eso lee el diario, para disentir del
fulano que opina de casi todo y encima pone su cara por
delante.
En la calle, uno recibe muestras de desagrados y parabienes.
Aunque las primeras son expresadas más por medio de las
miradas de quienes no pueden disimular la aversión que
sienten hacia el columnista. Causante de tantas irritaciones
y que les hace salirse de sus casillas más veces de las
debidas.
En ocasiones, en bastantes ocasiones, sucede que participo
en una reunión donde me presentan a alguien y pasado unos
minutos ese alguien me dice que la idea que se había forjado
de mí a través de mis opiniones no tiene nada que ver con la
forma en que me desenvuelvo.
Quienes así se manifiestan suelen ser mujeres. Porque éstas,
tan sobradas de capacidades, han ido siempre detrás en lo
tocante a los juegos. Quizá porque son demasiado
concienzudas, serias y puntillosas sobre la buena marcha de
la vida. Y le dan una importancia desmedida a lo que leen.
Sobre todo cuando se trata de asuntos políticos. Lo cual es
fácil de entender.
El hombre tiene en la vida un enemigo: el aburrimiento. Por
consiguiente, en todas las épocas ha buscado y hallado unas
defensas contra él. Y, aunque el trabajo ha sido una de
ellas, siempre ha terminado buscando en los juegos la mejor
manera de combatir el tedio. De ahí que el hombre tenga
demostrado que sabe sacarle más partido a los juegos.
La columna, ya sea política, social, deportiva, etcétera, no
deja de ser un juego. Y así hay que interpretarla. Y si bien
es verdad que las mujeres han ido aprendiendo también a
jugar, en este aspecto están todavía algunos puntos por
debajo de los hombres. Mientras que en otras muchas
actividades están ya muy por encima de nosotros.
Es lo que a mí me hubiera gustado explicarle a Ana Moya,
subinspectora de la Policía Nacional de Ceuta, cuando tuve
la oportunidad de conversar con ella el martes de esta
semana. Gracias a que José Luis Torres, su jefe, me
invitó a compartir una sobremesa en la cual estaba
Antonio Gil, secretario general de UGT. Pero no le quepa
la menor duda a la subinspectora Moya, que haré todo lo
posible por ponerla al tanto del asunto.
Ah, me lo pasé muy bien compartiendo la sobremesa. Que
conste en acta.
Ana Belén Villazán Peñalosa es destacada (!) por su
caletre.)
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