Ibn Hazm, en su Historia Crítica de la Religiones, en su
capítulo “El Imamato”, desgrana las condiciones que
necesariamente tienen que cumplir las personas para ser
Imames, estableciendo mínimos que, aplicados a Liazid le
dejan fuera sin mirarle.
El alistamiento de Liazid a la legión de la UCIDCE aumenta
aún más la tara que para la ciudad supone su existencia,
independientemente de la vergüenza con la que tiene que
cargar el colectivo musulmán de Ceuta.
Los acontecimientos vividos en la mezquita de Sidi Embarek
son motivo suficiente como para que los líderes de la UCIDCE
y el ínclito Liazid presenten su dimisión irrevocable,
acompañada de una petición pública de perdón, claro que todo
ello hay que imaginarlo en un universo de educación y cierto
nivel cultural, que no es el caso, de ahí que lejos de tan
normal y humilde gesto, promuevan la toma de una mezquita
sin que importen los medios y sus consecuencias.
Enfrente una FEERI estática e insuficiente en sus
argumentos, improductiva e innecesaria para una sociedad a
la que nunca explicó para qué vino y para qué está.
Se trata de la conquista del Islam de Ceuta, se trata de
aniquilar la tolerancia, la convivencia, la eliminación de
cientos de años de tradición, de hacer trizas el concepto y
la definición del amor hacia los demás, del respeto hacia
quien es igual y diferente, es la beligerancia de unos
súbditos de la incontinencia verbal y física ante lo
diferente, ante aquello que por no serles igual clasifican
como ofensivo.
Manda manual que lo sucedido tenga carácter recurrente.
Cuando creemos que sus efectos han terminado, vuelven, y
cuando lo hacen no siempre es verdad que se atengan al
principio de Marx el Viejo, no se repiten como parodia sino
como amenaza.
Cuando el objetivo es definido e identificado conforme a su
distancia y dificultades, la confrontación activa toma
cuerpo y su perfil se vuelve conflicto. A partir de ahí sólo
existe el objetivo y los plazos para su logro dejan de
existir, sólo vale su consecución, el precio en cuanto a
tiempo es cero.
Quienes alentaron y financiaron la simiente de la UCIDCE aún
no son capaces de reconocer su error, sobre todo por falta
de valor y porque lo hicieron pensando que tales actuaciones
podrían constituirse como fuerza antagonista frente a la
influencia del Ministerio de Asuntos Musulmanes de Marruecos
en algunas mezquitas de la ciudad, como si ello fuese malo y
contraproducente, sin que así sea, pues lo peor que le puede
pasar al colectivo musulmán de Ceuta es que Maruecos opte
por la indiferencia, dejándole a merced de unas hordas sin
más atisbo de humanidad que su apariencia.
La unión Liazdi- UCIDCE, antaño enemigos, supone reforzar
aún más el carácter antisocial de ambos, una prueba más de
su no pertenencia a esta sociedad, una forma de sustituir
horizontes por barreras, un modelo de contaminación social
que ninguna sociedad puede permitirse, pues reprime su
esperanza.
La vergüenza de la mezquita de Sidi Embarek debería ser
motivo de recogimiento y retirada para quienes lo
protagonizaron, en especial para Liazid, que además de su
delito de alterar la paz de una mezquita, añadió el de no
leer a Ibn Hazm.
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