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OPINIÓN - LUNES, 1 DE MARZO DE 2010

 
OPINIÓN / TRIBUNA LIBRE

El delito de Liazid

Por Abdelmalik Mohamed


Ibn Hazm, en su Historia Crítica de la Religiones, en su capítulo “El Imamato”, desgrana las condiciones que necesariamente tienen que cumplir las personas para ser Imames, estableciendo mínimos que, aplicados a Liazid le dejan fuera sin mirarle.

El alistamiento de Liazid a la legión de la UCIDCE aumenta aún más la tara que para la ciudad supone su existencia, independientemente de la vergüenza con la que tiene que cargar el colectivo musulmán de Ceuta.

Los acontecimientos vividos en la mezquita de Sidi Embarek son motivo suficiente como para que los líderes de la UCIDCE y el ínclito Liazid presenten su dimisión irrevocable, acompañada de una petición pública de perdón, claro que todo ello hay que imaginarlo en un universo de educación y cierto nivel cultural, que no es el caso, de ahí que lejos de tan normal y humilde gesto, promuevan la toma de una mezquita sin que importen los medios y sus consecuencias.

Enfrente una FEERI estática e insuficiente en sus argumentos, improductiva e innecesaria para una sociedad a la que nunca explicó para qué vino y para qué está.

Se trata de la conquista del Islam de Ceuta, se trata de aniquilar la tolerancia, la convivencia, la eliminación de cientos de años de tradición, de hacer trizas el concepto y la definición del amor hacia los demás, del respeto hacia quien es igual y diferente, es la beligerancia de unos súbditos de la incontinencia verbal y física ante lo diferente, ante aquello que por no serles igual clasifican como ofensivo.

Manda manual que lo sucedido tenga carácter recurrente. Cuando creemos que sus efectos han terminado, vuelven, y cuando lo hacen no siempre es verdad que se atengan al principio de Marx el Viejo, no se repiten como parodia sino como amenaza.

Cuando el objetivo es definido e identificado conforme a su distancia y dificultades, la confrontación activa toma cuerpo y su perfil se vuelve conflicto. A partir de ahí sólo existe el objetivo y los plazos para su logro dejan de existir, sólo vale su consecución, el precio en cuanto a tiempo es cero.

Quienes alentaron y financiaron la simiente de la UCIDCE aún no son capaces de reconocer su error, sobre todo por falta de valor y porque lo hicieron pensando que tales actuaciones podrían constituirse como fuerza antagonista frente a la influencia del Ministerio de Asuntos Musulmanes de Marruecos en algunas mezquitas de la ciudad, como si ello fuese malo y contraproducente, sin que así sea, pues lo peor que le puede pasar al colectivo musulmán de Ceuta es que Maruecos opte por la indiferencia, dejándole a merced de unas hordas sin más atisbo de humanidad que su apariencia.

La unión Liazdi- UCIDCE, antaño enemigos, supone reforzar aún más el carácter antisocial de ambos, una prueba más de su no pertenencia a esta sociedad, una forma de sustituir horizontes por barreras, un modelo de contaminación social que ninguna sociedad puede permitirse, pues reprime su esperanza.

La vergüenza de la mezquita de Sidi Embarek debería ser motivo de recogimiento y retirada para quienes lo protagonizaron, en especial para Liazid, que además de su delito de alterar la paz de una mezquita, añadió el de no leer a Ibn Hazm.
 

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