Después de 22 años habitando en las inmediaciones de la
calle Serrano Orive junto al chalet de la familia Orozco,
las Adoratrices se trasladaron a la barriada del Sardinero,
su tercera ubicación en Ceuta y donde actualmente permanecen
desde el año 1959.
Transcurrió poco más de una década desde que se planteó la
posibilidad de cambiar de hogar hasta que finalmente se
logró. No fue un camino fácil. Surgieron diferentes
problemas económicos que fueron solventándose, gracias
principalmente, a las subvenciones institucionales y a la
solidaridad mostrada por los ciudadanos que no dudaron en
ofrecer su colaboración para la construcción del nuevo
hogar.
Fue en el mes de abril de 1949 cuando las Adoratrices
decidieron que había que encontrar una nueva ubicación, dado
que la casa-colegio se había quedado pequeña, circunstancia
ésta que unida a las numerosas deficiencias que presentaba y
el mal estado en el que se encontraban algunas habitaciones
justificaban el traslado. La llegada de la Madre Florencia
Ariz del Sagrado Corazón como nueva madre superiora provoca
un nuevo impulso en la intención de buscar una futura casa.
Con esta misión se desplaza a Ceuta la madre Josefina Treto
quien tras visitar varias zonas se fijó en un terreno, que
reunía a su juicio, por su extensión, las condiciones
necesarias para construir el nuevo hogar. Transcurrieron
varios meses hasta que el 30 de agosto de 1950, el pleno
municipal acordó –pero no fue aprobada- la cesión de un
terreno. La parcela, denominada ‘Huerta de la Guarnición
contaba con una superficie total de 9.379 metros cuadrados.
Estaba ubicada en la barriada del Sardinero y había sido
comprada unos meses antes por el ayuntamiento a la Junta de
Acuartelamiento por el valor de una peseta el metro
cuadrado. La intención del consistorio era destinarla a una
escuela de aprendices dirigidas por los padres Salesianos,
que finalmente no se implantaron en la ciudad. La
adquisición del terreno se había formalizado con una
condición: devolverlo a la Junta de Acuartelamiento si en el
plazo de un año no se construía la escuela anteriormente
citada.
Al no poder cumplirse esta premisa, intervino el Alto
Comisario de España en Marruecos y gobernador general de las
Plazas de Soberanía, ofreciendo al ayuntamiento la
posibilidad de no ejecutar la devolución de la parcela si se
concedía la escritura a favor de las Adoratrices. La
propuesta fue aceptada y ratificada en el transcurso de la
sesión plenaria celebrada el 25 de septiembre de 1950. En
ese Pleno municipal se decidió ceder a las religiosas parte
de la parcela -4.459 metros cuadrados- para la construcción
de un colegio-residencia, destinando el resto sobrante de
los 9.379 metros cuadrados totales a zona urbanizable. El
primer paso estaba dado, pero quedaba otro más difícil aún:
la construcción del nuevo hogar. Esto suponía un importante
desembolso económico al que no podían hacer frente las
Adoratrices, por lo que la madre superiora remitió con fecha
5 de junio de 1951 un escrito al ayuntamiento solicitando
ayuda. Meses después –julio de 1952- el Gobierno concedió
una ayuda de 255.384,10 pesetas para que fuese destinado al
inicio de las obras de construcción de la nueva casa. La
aportación económica procedía de una suscripción realizada
anteriormente con el fin de recaudar fondos para la
implantación en Ceuta de los padres Salesianos, pero al no
producirse la misma, y permanecer aún en poder del Gobierno,
se repartió entre diferentes centros benéficos, otorgándose
prácticamente toda la cantidad recogida a las Adoratrices.
Realizados los trámites pertinentes, el 25 de agosto de 1952
se procedió a la firma de la escritura del terreno donde
iría ubicado el nuevo hogar.
Bendición del terreno
El 12 de septiembre de 1952 se celebró el acto de bendición
y colocación de la primera piedra de la que sería, por aquel
entonces, la futura casa-colegio de las Adoratrices. La
ceremonia contó con una nutrida presencia de destacadas
autoridades civiles y militares. El vicario general
acompañado de los párrocos de Nuestra Señora de África y San
Juan de Dios, Bernabé Perpén y Francisco Almandoz,
respectivamente; procedió a la bendición de la primera
piedra, que posteriormente fue colocada, con ayuda de una
grúa, en una abertura hecha en el suelo para tal motivo. Una
vez recubierta, se bendijo el terreno.
El acto finalizó con unas palabras a cargo del párroco de la
iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, Francisco Muñoz
de Arenillas, quien destacó lo que significaba para las
Adoratrices ese nuevo hogar en el que podrían seguir
realizando su labor en pro de las clases más humildes de la
ciudad, solicitando por ello, la colaboración de los
ciudadanos y las autoridades. Finalmente, a mediados del mes
de diciembre dieron comienzo las obras.
La construcción de la casa-colegio continuó su curso, pero
comenzaron a escasear los recursos económicos para seguir
haciendo frente a los continuos gastos que generaban las
obras. Esta circunstancia motivó que se pusiera en marcha
una suscripción pública al objeto de recaudar los fondos
necesarios que permitieran ir sufragando los elevados costes
derivados de la construcción. Las ayudas económicas, aunque
no cesaban, seguían siendo insuficientes, por lo que había
que buscar nuevas vías de financiación. En el año 1954 la
madre superiora visitó al coronel de Ingenieros, Ángel
Prados, consciente de la estrecha amistad que le unía con el
ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco,
solicitándole actuara como intermediario ante él, con el fin
de obtener por parte del Ministerio una aportación
económica. La respuesta fue positiva, y llegó ocho meses más
tarde, aunque sin precisar cantidad alguna. Poco tiempo
después se conoció que la ayuda concedida por la Junta
Nacional del Paro ascendía a 300.000 pesetas.
El 26 de marzo de 1957 giraba visita a las obras de la nueva
casa-colegio el teniente general de las Plazas de Soberanía
y Norte de África, Alfredo Galera. A su llegada fue recibido
por el3vicario general de la Diócesis, Isidro Conde; la
madre superiora, Mª Florencia Ariz y el jefe de obras,
Manuel Díaz Muriel; quienes le fueron explicando a lo largo
de las diferentes plantas del inmueble, como quedarían
distribuidas las habitaciones y el uso que se le daría a
cada una de ellas. Finalizada la visita, el teniente general
Galera mostró su compromiso a solicitar al Estado nuevas
subvenciones que permitieran finalizar la construcción del
nuevo hogar, y aseguró que en su última visita a Madrid
había defendido la labor de las Adoratrices y demandado una
importante ayuda que, según anunció, podría aprobarse en los
próximos meses por parte del ministerio de Trabajo. Y así
fue, porque en marzo de 1958 la Administración General
concedía una subvención de 1.000.000 de pesetas.
Las numerosas vicisitudes económicas habían sido superadas,
y tras varios años de espera, el 30 de agosto de 1958 se
produjo el ansiado traslado al nuevo hogar, que aún no
estaba finalizado, pero que ya reunía condiciones para ser
habitado.
Días después del traslado todavía restaban algunos detalles.
De hecho, había zonas en las que no se habían instalados las
puertas. Esta circunstancia provocó que el comienzo del
curso se retrasara hasta el 15 de septiembre, una vez fueron
acondicionadas las aulas. Se procedió a pintar la bóveda de
la capilla. Los trabajos a cargo del artista Justo Garrido
se prolongaron durante aproximadamente un mes. Se ilustró la
coronación de La Inmaculada, secuencia que en la actualidad
todavía luce en la capilla.
Con la presencia de las primeras autoridades civiles,
militares y eclesiásticas de la ciudad, el 7 de mayo de 1959
se celebró un solemne acto con el que las Adoratrices
inauguraban su nuevo hogar. A las once y media de la mañana
el obispo titular de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, Tomás
Gutiérrez Díez bendijo la nueva casa-colegio, trasladándose
posteriormente a la capilla, donde ofició una misa de
Pontifical.
Colegio
Es irremediable relacionar a las Adoratrices con la
enseñanza. Sería impensable destacar su trabajo sin subrayar
su labor docente, que es incluso más conocida por la gran
mayoría de los ciudadanos, que el propio carisma por el que
se rigen las religiosas.
El inicio del colegio en Ceuta va unido paralelamente a la
historia de la congregación en esta ciudad, ya que apenas
dos meses después de su implantación definitiva comenzó a
funcionar la academia nocturna. La madre María Teresa
Llerena y la hermana Valentina Aguado –ambas procedentes de
Tánger- fueron destinadas a la ciudad para la puesta en
marcha de la escuela, que mucho antes del curso contaba con
una gran demanda. Prueba de ello es que la cifra de chicas
inscritas se aproximaba a las 200. Fue el 7 de octubre de
1935 cuando dieron comienzo las clases. La academia nocturna
estaba dirigida a chicas mayores de 14 años que demandaban
aprender a escribir y leer y a las que además se les
instruía en conocimientos básicos de matemáticas.
La enseñanza se complementaba con una formación moral y
religiosa. Pocas fechas después de dar comienzo el curso,
aumentó la oferta educativa. Tras adquirir una máquina de
bordar por 370 pesetas, se incorporaron las clases de corte
y bordado. Impartidas por las propias Adoratrices, las
chicas adquirían conocimientos de confección, bordado,
dibujo aplicado a las labores o encajes. Cinco días antes de
dar comienzo la Guerra Civil, finalizó el curso inaugural de
la academia nocturna.
Después de varias décadas correspondiendo las tareas
docentes a las propias religiosas a finales de la década de
los 60 se incorporaron profesoras seglares que junto a las
Adoratrices se hicieron cargo de las labores educativas en
la escuela externa. Por aquel entonces el colegio contaba
con 6 unidades (1º a 6º de primaria) y párvulos (5 años).
Pilar Barranco y Concepción López Valentín fueron las
primeras profesoras no religiosas que impartieron clases en
las Adoratrices. Poco tiempo después se incorporó María
Lesmes.
Transcurrieron varios años hasta que un profesor formara
parte de la comunidad educativa. El honor le correspondió a
Francisco Canto, una figura emblemática en la historia del
colegio. Históricamente el colegio había sido únicamente
para chicas. Fue en el curso 1989/1990 cuando el centro
educativo pasa a ser mixto, permitiendo la matriculación
también de chicos. En ese primer curso las matriculaciones
fueron escasas, pero con el paso del tiempo fueron
aumentando, dejando en el recuerdo aquella condición de
colegio femenino.
Gracias a la ayuda institucional y la solidaridad de los
ciudadanos se produjo el traslado a la casa del Sardinero,
donde actualmente permanecen desde 1959
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