Los sociólogos excluyen el estudio del individuo, al estimar
que la sociología se centra en el conocimiento de los grupos
y sus relaciones. Nos vienen a decir con ello, que el
sociólogo no puede comprender, mediante el estudio del
individuo, la relación de éste con otro individuo, ya que
viene a establecer como dogma, que los grupos manifiestan
unas peculiaridades que prevalecen sobre las singularidades
de los individuos que los forman, subestimando o
menospreciado con ello, los sociólogos o el sociólogo, que
son los individuos los que forman los grupos, y por tanto,
que son las características individuales las que pueden
influir sobre manera en las peculiaridades que asuma la
sociedad.
El sociólogo nos viene a decir, que el no puede comprender
las relaciones humanas mediante el estudio del individuo,
cuando en realidad la historia nos viene a demostrar, que
vienen a ser los individuos con sus singularidades los que
marcan las características del grupo al que rigen.
Concepto éste, que expuse en un debate establecido en el
seno de un partido, cuando el moderador del mismo,
economista o sociólogo, nos preguntó ¿quién o quienes
marcaban la moralidad del pueblo? a lo que le manifesté, la
clase dirigente, cuestionando totalmente el economista o el
sociólogo mi respuesta.
Respuesta la dada, que sigo manteniendo, por igualarla a las
actitudes o roles que se establecen por lo general entre los
hijos/as con los padres o madres.
Por lo expuesto, es fácilmente deducible la importancia que
le doy al conocimiento del individuo que rige a un grupo,
para definir la tendencia del mismo, y que el conocimiento
de los individuos y sus derivaciones, con sus correcciones o
estimulaciones, son las que en las interacciones del grupo,
pueden conseguir su perfeccionamiento, o su incorrección.
En cuanto a las conclusiones a las que pudiera llegar el
sociólogo como científico para marcar las pautas por donde
debiera discurrir la marcha del grupo, suelo ponerla en
cuarentena, de la misma forma y manera que suelo colocar los
hechos narrados por los historicistas, ya que tanto el
historiador como el sociólogo tienen serias dependencia en
función de lo que en realidad persiga el que le hace el
encargo, o bajo la tutela en la que se encuentre.
Por otro lado, y dejando aparte el perjuicio expuesto,
interpreto que la SOCIOLOGÍA es la ciencia que puede inducir
a la configuración de un grupo social perfecto, tan perfecto
como para que no exista fricción en el mismo. Para ello tan
sólo tiene que proyectar el conocimiento acumulado, y evitar
el ejercicio autocrático de los grupúsculos que dominan al
grupo, estableciendo para ello las vías que coordinen a los
individuos que lo forman, de manera y modo, que corrijan las
actitudes que atenten contra cualquier individuo que lo
integre, que es el único proceder de proteger, fortalecer y
potenciar a la sociedad.
La defensa del individuo conlleva el amparo y protección del
grupo al que pertenecey esto lo ejemplarizo con las propias
situaciones que cada uno de los individuos que componemos la
sociedad española las estamos experimentando o padeciendo de
una manera u otra, y que usted puede comprobar simplemente
si ha sido maltratado, menospreciado o ninguneado en algunos
de los Servicios a los que se ha visto obligado a solicitar,
sea en “Empresas”, integradas en los denominados poderes
fácticos o empresas a las que ha realizado un encargo, y que
motivado a la respuesta a su solicitud, se ha quedado con
las ganas de presentar una querella judicial. Y al mirar en
el espejo que proyecta la situación actual, en que se
encuentra nuestro sistema judicial , no ya tan sólo por las
discrepancias existentes en materia de sentencia, motivadas
a la aberración normativa impuestas por el Legislativo, sino
fundamentalmente, por la tela de araña tejida por el
Ejecutivo al dejar abandonada la estructura judicial a su
suerte, no le queda más narices , que comerse lo que se
tenga que comer, y contemplando el horizonte pensar que
mañana probablemente volverá a salir el sol .
Y es que dejar al individuo al socaire de la actual
estructura judicial, conlleva un gravísimo perjuicio no tan
sólo para sus propios derechos, sino también sobre todo, por
la vulneración de los derechos colectivos, ya que el
secuestro en que se encuentra en la actualidad el sistema
judicial, no sólo por la dilación en sus resoluciones, o por
la judicialización paralela que suelen hacer los abogados,
en razón del hoy por mí mañana por ti , en las que se suelen
encontrar los individuos, es lo que en realidad nos están
privando de nuestros derechos individuales y por tanto de
los derechos colectivos.
Marcar la protección del derecho colectivo es el inicio de
protección de los individuos y por lo tanto del
fortalecimiento del grupo y para ello lo prioritario es la
defensa del sistema judicial, desde todas las vertientes y
desde su total independencia para hacerle surtir su
importancia como el Tercer Poder que debe tener el grupo
para regir su convivencia, no por un grupúsculo o varios,
sino desde el todo.
El sociólogo nos diría, que para homogenizar la sociedad que
forma el grupo, tan importante como la construcción del
sistema judicial y su independencia, es que la redacción de
las normas o leyes por las que se tiene que regir , es que
ninguna de ellas atente contra alguno de los individuos que
la componen y que estas disposiciones amparen a todos por
igual, sin que puedan discriminar a ningún miembro del
conjunto social para que sus derechos individuales y
colectivos puedan quedar determinados como tales.
Independencia del Poder Legislativo, e Independencia del
Poder Judicial, son las dos verdades irreversibles e
incontrovertibles que nos deja implícitamente las realidades
sociológicas sobre la construcción de un Estado Democrático.
Ahora bien , el sociólogo para la construcción ortodoxa y
homogénea del grupo, nos diría , que para tratar de
comprender la sociología como una ciencia que tiende a
construir una sociedad, tenemos que hacer el esfuerzo de
comprender que por encima de las individualidades que van a
formar el grupo, existen unas fuerzas, que son las que en
realidad mueven la construcción y consolidación del Estado,
y que esta construcción la realiza para la protección de sí
mismas.
Y es desde la perspectiva expuesta, por lo que tenemos que
aceptar, que los que formamos el grupo debemos proteger a
estas fuerzas y consentir que ellas puedan hacer un
ejercicio de poder autocrático, pero eso sí, desde fuera de
los limites sociales que les protegemos.
Las democracias, son más demócratas en función de que sus
poderes fácticos, los que crean y potencian el Estado,
puedan ejercer, cuanto más sus necesidades autócratas fuera
de su entorno social.
En función de ello, el conjunto social tiene que construir
un poder legislativo que impida que los poderes fácticos,
ejerzan, metafóricamente hablando el derecho de “pernada” en
el ámbito social sobre el que se asientan.
Siendo éste, otro de los problemas que nos aquejan, que ante
la falta de entorno, donde nuestras fuerzas fácticas
pudieran ejercer sus necesidades autócratas, éstas se vean
precisadas a ejercerlas sobre nosotros, como si de una
evacuación natural se tratase, contrariando con ello tanto
nuestros derechos individuales como los colectivos, y con
ellos nuestra dignidad, con lo cual se anula la democracia,
para entrar de lleno en una partitocracia, o sea, la
configuración de nuestro Estado en la actualidad, donde la
“tarta” se la lleva el que más votos saque, o acuerdan, por
la experiencia, llevársela por el hoy por mí mañana por ti,
en un reparto equitativo a sabiendas de que no hay mal que
cien años dure, aunque sí pueblo que lo soporte.
El sociólogo sabedor de la realidad social expuesta a través
de la experiencia histórica nos insiste que tanto el
individuo para la defensa de sus derechos como tal ,como
para la defensa de los derechos del colectivo en el que se
integra tiene que proteger y defender de manera unívoca la
independencia y por lo tanto la desconexión entre ellos de
los tres poderes que conforman los estados modernos según
criterio de un tal Montesquieu, magistrado, que desde esa
observación de la realidad social histórica y desde la
observación de los usos, costumbres e instituciones de los
diversos países por los que viajó, y usando según los
eruditos, el análisis de lo observado, desarrolló la teoría
de la separación de poderes para la construcción de los
estados, estableciendo para su edificación, tres poderes,
legislativo, ejecutivo y judicial.
Naturalmente, a esta conclusión llegó con muchísima
antelación a conocer la importancia de los medios escritos,
y sin tener “pajolera” idea de la posibilidad de existencia
de los medios audiovisuales, y de la fuerza de los cómicos.
Lo que es incuestionable que la realidad constructiva de los
Estados con esta separación de poderes, posibilita que
cualquiera otra organización o evolución organizativa de
este mismo Estado se puede desarrollar desde el orden que
proporciona esta propia teoría.
El fundamento del estado moderno se encuentra en la Ley, el
ejecutivo tiene la obligación legal y moral de acatar la
Ley. El judicial tiene la obligación de que nuestros actos
se desarrollen de conformidad a Ley y el Estado en su
conjunto tiene la obligación de acatar la ley originada de
la Asamblea constituyente y por lo tanto es deber del los
organismos del Estado no apartarse de las leyes establecidas
por ésta y refrendadas por los individuos que formamos el
Estado y que con ello lo legitimamos.
Pero la gran realidad social, nos dicen los sociólogos “…
que las sociedades modernas están amenazadas por el fenómeno
creciente de la concentración de poder dentro de las
organizaciones…” y que “.. tienden a quedar bajo el control
reducido de poderosos grupos políticos y financieros…” .
Y la gran realidad histórica nos viene a decir, que el uso
continuado del poder, adobado por los sopla gaitas que giran
a su alrededor, hacen desaparecer la racionalidad del que lo
ostenta, para refugiarlo en la egolatría, y desde su memez
en la corrupción , habiendo con ello excepciones que
confirman la regla de que el poder corrompe, y el absoluto,
corrompe absolutamente, pero éstas excepciones están
motivadas al convencimiento que tiene el personaje de su
superioridad física, intelectual o moral sobre los demás, lo
que le puede llevar al fatalismo de afirmar, que : “NO HAY
MAL QUE POR BIEN NO VENGA”
|