Ha transcurrido poco más de un año desde que Juan Luis
Aróstegui lanzara a los cuatro vientos la denuncia pública
sobre las torturas y los malos tratos institucionalizados en
el Centro de Reforma de Punta Blanca. Su nombre figura ya en
las publicaciones del Comité Contra la Tortura o de la
Coordinadora para la Prevención de la Tortura. En el informe
del 2009 titulado “descalificación, obstrucción y
criminalización de las actividades de organismos sociales y
profesionales que denuncian torturas en el estado español”,
se recoge que a partir de la denuncia “se desencadena una
campaña de criminalización contra el denunciante y la
organización sindical de la que forma parte, por parte del
Gobierno de la ciudad autónoma, de los propios trabajadores
de Punta Blanca afiliados en CCOO y de los otros sindicatos
que tienen representación en el Centro.”
Jamás soñó tanta presencia y propaganda. Él, que ha escrito
que “el fiscal, ha revelado su absoluta incompetencia,
dejando el sistema de protección de los derechos civiles
fatalmente mutilado. Es difícil determinar si por pura
desidia, por alineamiento con el poder o por simple
comodidad; pero el nulo compromiso con la verdad exhibido
por el fiscal lo inhabilita para ejerce correctamente su
función”. Él, que ha sentenciado que “la gestión del centro
de menores de Punta Blanca es un perfecto desastre”; que el
Ejecutivo de Vivas “manipula y chantajea a los medios
locales para tapar la denuncia sindical”; que ha denunciado
a Jueces, y que sobre todo ha atacado por prácticas
delictivas sistemáticas y habituales a los trabajadores,
pero que reconoce que el objeto de su acusación está
expresamente dirigida al equipo político de menores, se
presenta ante el planeta como víctima de una campaña de
criminalización injusta.
Recapitulación
El tiempo transcurrido, junto al levantamiento del secreto
del sumario, permite a estas alturas hacer una revisión
pausada de los acontecimientos e ir decantando algunas
actuaciones.
A principios de 2009 un trabajador del Centro de Punta
Blanca recorre la Gran Via furioso. Es uno de los
trabajadores mas veteranos del área y no sólo le van a hacer
trabajar todo el fin de semana -en realidad un acuerdo
alcanzado entre los trabajadores del Centro-, sino que la
promesa que él cree firme de ser ascendido a Jefe de
Seguridad del Centro, se ha desvanecido en el aire. Tras
plantear ante la Dirección del Centro su desacuerdo por el
servicio, se dirige a las dependencias de su sindicato en el
Ayuntamiento donde recibe la misma respuesta que en Punta
Blanca. Si es un acuerdo ha de cumplirse.
Está indignado, humillado y furioso, y en la central del
Sindicato se encuentra con su amigo Ramón y le cuenta, se
desahoga, y habla. Y Ramón Moreda del Valle Inclán oye lo
que quiere oir, y su más que acreditada fantasía de
apariciones marianas y lugares que transmiten malas
vibraciones de donde emanan alaridos espeluznantes
procedentes de su interior, forja toda una historia de niños
cruelmente torturados en sótanos lúgubres y obscuros. El
asunto de menores, objetos de cualquier tipo de maltrato,
real o imaginario, suyos o ajenos, es sensible, muy sensible
para él. Además él forma parte del grupo de hombres y
mujeres de bien que luchan por la justicia y la igualdad
desde la organización más noble y democrática del mundo y
¡qué demonios!, la política es la política.
Se redacta apresuradamente un comunicado que,
inmediatamente, llevan ante el Jefe para que lo firme. -”Lo
tenemos Juan Luis, lo tenemos. Tenemos las pruebas que harán
que caigan el Cura y Vivas”- dicen que comentó, agitando el
escrito que acababa de redactar.
El Jefe tardó pocos instantes en decidirse. Este tipo de
historias son de poca reflexión. Si es contra el Poder, se
convierte en un acto reflejo. Además Juan Luis se encuentra
fraguando su ultima alianza, su último gran proyecto
político, tiene invitados a los que atender y está
preparando el Congreso del Sindicato. Así que adelante.
Pero Ramón está exultante y habla más de la cuenta y donde
no debe, hasta que un periodista capta la onda y lo lanza al
día siguiente. Los acontecimientos se precipitan un poco,
pero nada irremediable. Juan Luis presenta al día siguiente
el famoso escrito ante la Fiscalía que daría inicio a la
tormenta judicial, política y mediática que ahora se
recrudece.
Se denuncia por “presuntas prácticas delictivas” que, según
sus informaciones, podrían estar produciéndose en el centro
de reforma de menores de Punta Blanca, donde “se atan de
forma sistemática” a los internos a sus camas durante horas,
“desde hace años” . Secuencias sólo comparables con “las
imágenes que todos hemos visto de Guantánamo o Abu Ghraib”.
Es la defensa que evitará que, en adelante, “un chico de 13
años pueda estar ocho horas atado a una cama”: El
sindicato(Juan Luis) no va a dar nunca “ni un paso atrás”.
En esos momentos Juan Luis no tiene más que al famoso T-1
(testigo protegido) pero, como después se demostrará, no es
mucho y no estará dispuesto a ratificar lo que Ramón
interpreta. Además el Fiscal, ‘ese incompetente’, que lleva
meses boicoteando todas las iniciativas que él intenta, ha
derivado su iniciativa al Juzgado de guardia, “tirando a la
papelera su denuncia”
Pero el líder actúa. CCOO se convierte en una unidad de la
Policía Judicial, busca testigos, se entrevista con
familiares de menores que quieran avalar la denuncia. Son
unas semanas frenéticas especialmente para Ramón, que
incluso llega al enfrentamiento con la Policía Local cuando
“coincide” con unos menores que juegan a apedrear
-inocentemente- las instalaciones de Punta Blanca. Redactan
denuncias, prometen ayuda, lo que haga falta. Hasta Juan
Luis, sacando tiempo al tiempo como director de instituto
‘arría la carná’.
Aparecen dos ex vigilantes del Centro de Reforma. Uno se
marchó del reformatorio por “problemas con dos menores”
(Algún día se hará publico el tipo de “problemas” que tuvo).
Otro pasó de coordinador a vigilante de obras, por culpa de
la directora y los demás compañeros que votaron su relevo.
Dos buenos testigos capaces de ofrecer una versión alejada
de cualquier carga de resentimiento.
Las diligencias parapoliciales de la ‘unidad judicial de
CCOO’ empiezan a dar sus frutos, y se consigue aquí y allá
algunos testimonios de menores..”. Denuncias tomadas -papel
y boli en mano- por uno de los mejores pretorianos de la
Judicial de Aróstegui.
¿Qué importa lo que digan? El líder está salvado. Además,
bien dirigidos y con el eficaz “argumentario”, esto da para
mucho. Y sobre todo, debe contarse con que el T-1 ha
guardado durante seis años unas anotaciones, unas fechas...
Noches de revisar papeles y libros, y conserva una perla
escondida.
Tras la investigación de seis años de intervenciones, de
miles de folios, se halla una irregularidad en una
actuación, en el 2004. Una anotación que permite sustentar
una imputación y tras ésta Arostegui, el criminalizado
injustamente, está seguro que poco a poco llegará hasta “los
responsables políticos”.
Lo que de verdad ocurre es que Juan Luis, con su fino
instinto, sabe que de pronto se juega su inhabilitación, que
esta partida se juega fuerte, y que él ha apostado demasiado
sin asegurarse la retaguardia. Necesitan estar presentes en
el procedimiento por el escándalo que se podría montar a
nivel internacional si la Audiencia rechazara su
personación. Da igual que ellos ya estén denunciados, por
los “injustos” trabajadores que no entienden que él sólo
quiere la justicia y el bien. Él, que no los ha acusado de
nada, que sólo pretendía “una catarsis colectiva y
reflexión” en la que él, sumo sacerdote de la verdad suprema
universal y única, haría de catalizador.
Es poco la estigma de llamarlos “torturadores”, es poco que
los menores sin futuro quieran ir a Punta Blanca, porque así
se aumenta su prestigio en la calle ¿Qué mas dá un motín que
no se producía desde hace siete años, poner en riesgo real a
trabajadores, o causar destrozos cuando haga falta?.
En definitiva el vértigo al ridículo daña las entrañas,
produce náuseas y ese mal de alturas sólo se trata con la
huida hacia delante o con la dimisión, pero no parece que lo
segundo esté en el diccionario de Él.
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