Culturas que se acercan. Culturas
que se repelen. Culturas que se someten. Culturas que se
liberan. Culturas que se cierran. Culturas que se abren.
Turismo entre culturas. Vida entre culturas. Todo se mueve
entre culturas y todo habla de culturas. Pero, realmente,
¿se educa en el mundo para respetar la diversidad de
culturas humanas? Hay culturas muy heridas a las que sólo
les cura la comprensión. Parece que hemos avivado el
personaje de tragedia en lugar del personaje de la
buenaventura. Comprender es el principio de la vida, tan
importante como andar. Lo que no comprendemos se aleja y
tampoco lo disfrutamos. Quien no comprende una cultura
tampoco comprenderá el abecedario de la civilización por más
que se le explicite. Pasa lo mismo con aquel que no
comprende una mirada, difícilmente comprenderá lo que le
vamos a gesticular con los labios. En cualquier relación
entre culturas, no se puede avanzar si no prestamos atención
y el tiempo necesario para comprender.
Culturas a capítulo. El mundo sigue sordo. La UNESCO lleva
más de sesenta años promoviendo el conocimiento y la
comprensión mutua de los pueblos. En el 2010 se hará más de
lo mismo, demostrar los beneficios de la diversidad
cultural. Es hora de pasar de las letras a los hechos, de
los valores innatos de cada cultura a los compartidos por
todos, de avivar diálogos para entenderse. Desde luego, si
falla la trasmisión de los valores en la educación, como
viene sucediendo en los últimos años, será un amor imposible
entrar en diálogo auténtico con las culturas. Por desgracia,
se han perdido los diálogos del alma consigo mismo. También
las sólidas leyes morales tampoco suelen cotizar en los
corazones transmisores. Ahora proliferan los diálogos
interesados, los políticamente correctos en lugar de los
sinceros, la habladuría fácil y la lucidez del engaño, bajo
la tapadera de mediación intercultural. Hasta los derechos
humanos han perdido peso específico. El ser humano también
se ha devaluado como persona. Cuántas dignidades
avasalladas, cuánto terror sembrado, cuánta maquinaria
poderosa represiva, cuántas culturas sin voz, en definitiva.
Es cierto que del conocimiento al encuentro sólo hay un
paso, pero resulta que muchas veces ni nos reconocemos
nosotros mismos en la misma cultura. Culturas en las que
tenemos que pensar para comprender. Ha llegado el momento.
Somos aquello en lo que creemos.
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