En tiempos pasados representaba el
fin del jolgorio y la alegría desbordada, para dar paso a un
período de meditación y recogimiento hasta el domingo de
Resurrección. Hoy eso ha cambiado ya.
Ahora, en honor a la verdad, todo eso ha quedado atrás y ya
el hecho mismo de haberse celebrado el sábado esta
cabalgata, cuando oficialmente la cuaresma comenzó el pasado
miércoles, demuestra que lo que queda es la algarada, la
juerga, la fiesta y que todo lo demás tendrá sentido dentro
de las iglesias o en los corazones de los creyentes, como
tales, en la calle no.
Se interprete esto, como se interprete, lo que no se puede
negar es que el colorido y la diversión, en nada aportaban
el reflejo de lo que es hoy la situación de recesión que
estamos viviendo.
A decir de los que conocen muy bien esto, porque llevan
viviéndolo desde hace muchos años y lo conocen desde sus
propias entrañas, ésta ha sido la cabalgata más larga y
nutrida de los últimos años, con lo que es posible que
tengamos que dar la razón a aquellos políticos que hablan de
total normalidad, cosa en la que yo no creo.
De ordinario no suelo salir mucho y lo que puedo decir es
que a una de las pocas cosas que he salido, en la
tarde-noche del viernes, para festejar el noveno aniversario
de la llegada de Juan Vivas a la alcaldía, entre la seriedad
y la sensatez que marcaba, en principio, el acto, me
encontré con varias damas, no sé si también algún caballero,
que parecían ser los adelantados de la cabalgata
carnavalera, en la quinta planta del Hotel Tryp, y no sé si
es que esas damas “iban a coger sitio” ya para la cabalgata,
o si por el contrario iban a decirle al presidente de la
Ciudad y al del PP del País Vasco, que ellas gozaron mucho
con el continuo carnaval que fue el dominio del Gil al
frente de la Ciudad, de eso ya hace más de nueve años.
Pero volviendo al punto de partida, a esa cantidad y calidad
de participantes en la cabalgata del sábado, que además fue
respetada por la lluvia ¡¡Menos mal!!, las primeras
apreciaciones, desde Festejos, van encaminadas a valorar esa
gran cantidad de participantes en la cabalgata de este año,
sin explicarse, por qué, ha sido la más concurrida desde
hace muchos años.
Seis espléndidas carrozas y nueve bateas componían la
comitiva, en la que se desfilaba al ritmo de la música
seleccionada “ad hoc” y sin dar la mínima importancia al
viento, que a lo largo del día, venía amenazando.
Muchos participantes, metidos de lleno en el desfile
carnavalero, pero también muchos curiosos en las aceras, a
lo largo de todo el recorrido de la cabalgata, disfrutando
de lo que se les presentaba y de las numerosas comparsas y
chirigotas, que estaban participando desde el comienzo hasta
el final.
Imaginación y sentido de la broma y de la chanza es lo
primero que se manifestaba, con una variedad sólo
comprensible al conocer la intuición ceutí para festejar
este tipo de fiestas, muy arraigadas, desde siempre, en
estas tierras, incluso en los momentos en los que los
carnavales parecían las fiestas malditas de las
orientaciones del régimen.
Ahora, ha pasado la fiesta, el tiempo de meditación es lo
que ha llegado y con él, es posible que, veamos un poco
mejor, todo aquello que nos rodea, cuando dejamos de lado
las simples fiestas, por muy arraigadas que estén en
nuestras tierras. De la ilusión habrá que volver a la dura
realidad.
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