Mabel Deu, la consejera de
Educación, Cultura y presidenta de la Fundación del Premio
Convivencia de Ceuta, ha sido una mujer que ha contado casi
siempre con un buen tratamiento por parte de quien escribe.
Podría decir, y creo que hasta me quedaría corto, que mi
comportamiento con ella ha sido más que excelente. Lo cual
me ha costado ser criticado acerbamente, muchas veces, por
quienes la desestiman. Que son más de los que ella piensa.
Mi aprecio por Mabel Deu se forja al conocer ciertos
problemas que la acuciaban. Y comienzo a sentir hacia ella y
su familia cierta simpatía y empatía. A las que voy dando
rienda suelta en mis escritos. Y lo hago sin ánimo de
recibir nada a cambio. Porque nada necesito. Ahora bien,
como yo no tengo madera de mártir, gracias a Dios, al
percatarme de que la señora Deu empieza a mirarme por encima
del hombro, corto de raíz el escribir de ella. Y es cuando
aparece en escena un tipo que trabaja a su lado en lo que
llaman Premio Convivencia.
El tipo se llama Ernesto Sáenz de Navarrete Romero.
Que llegó a Ceuta en visita familiar y luego destacó una
enormidad como empleado de un pub del sobrino. La primera, o
una de las primeras, si mi memoria no me falla, que se abrió
en Ceuta. Ernesto se nos mostró ya entonces como juerguista,
alegre y dicharachero. Y a mí, créanme, me cayó bien. Al
primer golpe de vista parecía un muchachote simple; pero yo
lo calé muy pronto. Y no dudé en calificarlo como alguien
capacitado para convertirse en persona importante (!) en la
ciudad.
Mi predicción no fue difícil; decir lo contrario serían
ganas de darme pote. Porque estaba cantado, por su forma de
actuar, que Ernesto reunía condiciones más que suficientes
para la figuración y el medraje. Y a los hechos me remito:
nuestro hombre cumple un papel principalísimo (?) en el
Premio Convivencia.
Me explico: Ernesto es la persona designada para recibir y
acompañar a los personajes premiados, debido a su vasta
cultura y por está en posesión de un talento natural que
causa admiración entre propios y extraños. De él cuentan,
quienes están al tanto de su magnífico proceder diario, que
es un valor indiscutible en la consejería que dirige Mabel
Deu. Y que muy pronto su destacado proceder será premiado
con creces en marco adecuado y con asistencia de destacadas
personalidades políticas, civiles y militares. Un homenaje
que ha sabido ganarse a pulso.
Todo lo dicho, acerca de Ernesto Sáenz de Navarrete Romero,
es lo menos que merece éste por haber firmado un manifiesto
contra mí en el cual se me conminaba a cambiar mi actitud.
Más o menos a que dejara de escribir como lo vengo haciendo.
Pues bien, hoy lunes, cuando escribo a las cinco de la
tarde, les contaré que esta mañana, Ernesto llegó al Tryp
acompañando al director del Instituto Cervantes de Tetuán,
Luis Moratinos, y se le ocurrió acercarse a mí, que
estaba sentado a una mesa leyendo, para hacerse el gracioso
con alevosía. Y no tuve el menor inconveniente en decirle
todas las guasas que se me fueron ocurriendo. Con el permiso
de un Moratinos que ponía los ojos a cuadros. Bien haría,
pues, Mabel Deu, en decirle a Ernesto que dirigirse a mí
está prohibido. No vaya a ser que a mí me dé por pensar que
es un enviado suyo. Por lo de piensas mal y...
(Víctor Ramírez Martín merece distinción por su
potencial (!) intelectivo.)
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