LUNES. 15
Llueve a mares. Vamos, más que cuando enterraron a Julio
Romero de Torres en Córdoba o a Fermín Salvoechea
en Cádiz. Y ese llover a mansalva me impide pasearme por el
centro de la ciudad. De modo que me es imposible cumplir mi
deseo: poder saludar a Pío García-Escudero. A quien
entrevisté en su visita anterior y debo decir que me causó
una magnífica impresión. Estuvo campechano y con don de
gentes en aquella ocasión el portavoz del Grupo
Parlamentario Popular en el Senado. Buen aficionado a los
toros, recuerdo que tuvimos la oportunidad de enfrascarnos
en una conversación taurina donde ambos acabamos
reconociendo nuestra predilección por toreros del mismo
corte. Ya que ambos, además, somos asiduos a la Feria de San
Isidro: él como espectador en Las Ventas del Espíritu Santo
y yo en cómoda butaca de la salita de estar frente al
televisor. En fin, que ya tendremos oportunidad de volver a
pegar la hebra cuando Pío García-Escudero vuelva a
visitarnos.
MARTES. 16
Emilio Lamorena y Maite, su esposa, andan de
compras. Los localizo mirando escaparates y decido pararme a
charlar con ellos. Minutos más tarde, Emilio me pide que le
firme en un folio en el cual se pide que le sea concedida la
Medalla de Plata, a título póstumo, a Joaquín Fernández
Ortiz: coronel que ejerció la medicina como director de
cardiología en el Hospital Militar. Y cuyo fallecimiento se
produjo en noviembre de 2008. La petición de la medalla ha
sido una iniciativa de Silvia Ríos. Por conocer ésta
sobradamente los méritos acumulados por Joaquín Fernández
como médico capaz de desvivirse por sus pacientes aunque
éstos estuvieran escasos de medios. Joaquín Fernández Ortiz,
nacido en Badajoz, era un ceutí más. Al que nunca se le caía
el nombre de esta tierra de la boca. Entre sus amistades me
han dicho que estaba Pepe Ríos. No creo, pues, que
resulte tarea ardua conseguir las 500 firmas a favor de una
causa que nos parece más que justa.
MIÉRCOLES. 17
Hacía ya mucho tiempo, muchísimo, que no hablaba con
Nicolás Fernández Cucurull. Y hoy he coincidido con él y
nos hemos metido en conversación. El tema principal de la
charla ha sido lo difícil que es opinar en el periódico. Y
más complicado todavía es hacerlo en una ciudad pequeña.
Máxime en los tiempos que corren: donde la calle no está
para bromas. He visto a Nicolás, de quien sólo me cabe decir
que es tan educado como buen conversador, un tanto apagado.
Como si estuviera ya pensando en su futuro político. Lo cual
es lógico, sabiendo que las cosas en el PP de Ceuta
cambiarán en muchos sentidos. Y he lamentado no sonsacarle
al respecto. Por más que sepa que el senador es persona
prudente en cuanto concierne a las interioridades de su
partido. No obstante, en cuanto le vuelva a ver, prometo que
le tiraré de la lengua para tratar de que me ponga al tanto
de una situación que se puede dar muy pronto. Una situación
delicada y por tanto necesitada de un tratamiento tan
exquisito como inteligente por parte del presidente del
partido.
JUEVES. 18
Veo venir hacia mí a Yolanda Bell. Y sólo se me
ocurre decirle que se detenga un momento porque me agrada
sobremanera charlar con ella. Aunque últimamente parece ser
que nuestras buenas relaciones están en crisis. Y, claro, a
mí esa situación me produce cierta inquietud. Pero ella
niega que nuestra amistad se haya enfriado hasta tal punto.
Y yo quiero creerla. Hoy, por ejemplo, en cuanto he podido,
que ha sido en cuanto la portavoz del Gobierno ha dejado de
hablar por el teléfono portátil, la he puesto a prueba
diciéndole que haga el favor de no andarse con remilgos en
lo concerniente al conocido como ‘Caso Punta Blanca’. Que es
necesario que el Gobierno presidido por Juan Vivas
presente la denuncia correspondiente contra las personas que
en su día injuriaron y calumniaron a todos los empleados del
Centro de Menores. Y a los que salimos en defensa de esos
empleados. Combatiendo esa falsedad que hablaba de cómo se
oían desde la calle alaridos terroríficos en el interior de
las instalaciones, debidos a los castigos que recibían los
internos. Pero Yolanda Bell, consejera de Medio Ambiente y
portavoz del Gobierno se ha limitado a sonreírme de manera
angelical. Y yo, como ustedes comprenderán, me he quedado
embobado y por tanto mudo.
VIERNES. 19
Un día, de hace ya su tiempo, yo confesé -no sé si en estas
páginas o en ‘El Oasis’, la columna diaria- que
Inmaculada Ramírez, la portavoz socialista en la
Asamblea, había empezado dubitativa su tarea como diputada
pero sin dejar de dar muestras diarias de una gran categoría
como persona. Pues bien, pasado el tiempo y con lo que ha
llovido, debo ratificarme en lo dicho: Inmaculada Ramírez
es una gran mujer. Hoy, cuando caminaba ella hacia el
edificio municipal, me he cambiado de acera para saludarla.
Y hemos aprovechado el momento para charlar unos minutos. Y
me ha vuelto a demostrar que hablar con Inmaculada sigue
siendo un placer. Amena, amable, sencilla, y sobre todo
revestida de una simpatía natural que cala en cuanto se le
va conociendo. Inmaculada, una vez que pasó por ese trance
tan molesto que es pagar las novatadas correspondientes en
toda tarea desconocida, se ha ganado el derecho a seguir
contando con la confianza de su partido. Al menos, yo lo
creo así. Y así se lo he dicho a ella. En cuanto se me ha
presentado la ocasión. Pero hace falta que la señora Ramírez
quiera continuar ejerciendo como política en activo. Pues
hay que echarle mucho valor con la que está cayendo...
SÁBADO. 20
No hace falta decir que yo frecuento mucho el Hotel Tryp. Y
que puedo presumir de ser atendido estupendamente. Pero esa
atención se la dispensan a todos los clientes y a cuantos se
les ocurra visitar la cafetería del establecimiento. Y es
porque el personal del hotel sabe cumplir perfectamente con
sus obligaciones. Hoy, dado que a todos no los puedo
destacar, no tengo más remedio que acordarme de Isabel:
una señora portuguesa con tan buen talante como dueña de una
personalidad apabullante. Y así se lo digo a Elisabeth
Carreira Hernández. Otra mujer a la que no se la cae la
sonrisa de la boca mientras permanece pendiente de todos los
detalles que necesitan de su presencia en la barra.
Elisabeth es cuarta de una familia de cinco hermanos. Está
casada y es madre de dos hijos. En sus ratos libres dice que
le gusta oír música y bailar. Goza de una simpatía natural
que se le nota de lejos. Y hoy, hablando de ella y de
Isabel, aprovecho la ocasión para felicitar a todo el
personal del hotel por lo bien que desempeñan su tarea.cismo,
tan bien remunerado, y dejarse de actuar en la sombra. No
vaya a ser que salga trastabillado del envite.
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