En el año 1936, la situación económica de las Adoratrices no
permitía importantes desembolsos, por lo que las religiosas
buscaban ayuda para que no les faltara regalos a las
colegialas el día de Reyes, algo que no ocurrió gracias a la
solidaridad demostrada por Rafael Orozco, quien envió
numerosos objetos (juegos, tijeras, pizarras, jarrones de
porcelana, etcétera…)
Al trabajo docente que venía desempeñando la congregación en
la ciudad había que unir la labor católica, promoviendo que
numerosas jóvenes realizaran su Primera Comunión tras un
proceso de preparación que dirigían las religiosas.
Las elecciones celebradas el 16 de febrero de 1936 generaron
varios cambios políticos. La victoria del Frente Popular de
Izquierda provocó que ocho días después de los comicios,
Antonio López Sánchez-Prado fuera nombrado nuevo alcalde de
Ceuta, produciéndose también otros relevos en diferentes
estamentos. Aunque inicialmente existía cierta inquietud, la
subvención mensual a la que se había comprometido el
Ayuntamiento, se mantuvo intacta, cobrándose con absoluta
normalidad las 600 pesetas asignadas en su día. En la ciudad
surgieron rumores sobre la preparación de un movimiento
revolucionario.
El 20 de abril volvía a surgir la intranquilidad al tener
conocimiento a través de una de las chicas de la academia
nocturna del desalojo que habían sufrido los padres
Agustinos. De nuevo, fueron numerosos los ofrecimientos de
ayuda por parte de la población. Dos días después, y ante
los comentarios pocos optimistas que circulaban en la ciudad
en relación a la manifestación del 1º de mayo, María Inés de
la Cruz remitió una carta al alcalde de la ciudad
exponiéndole el sentir de las religiosas tras los últimos
sucesos acaecidos y la incertidumbre que reinaba en la casa.
La respuesta de Antonio López Sánchez-Prado, tal y como
viene reflejado en las Crónicas, fue bastante
tranquilizadora:
“Puedo asegurarle que vuestra seguridad está garantizada y
me alegro de que Vd. Se haya dirigido a mí para tomar
precauciones; no salgan de casa que nadie les molestará. No
se marchen, pues creo tener la seguridad que nadie se
atreverá a hacer nada contra el orden y vuestras personas”.
En vísperas de la manifestación –día 29 de abril- se
presentaron en el portal de la casa-colegio “un teniente de
Carabineros, un brigada y varios números” manifestando que
tenían orden custodiar a las religiosas y que desde esa
noche permanecería una pareja de agentes realizando guardia
en el lugar de forma ininterrumpida. La vigilancia impuesta
a petición del propio alcalde se prolongó hasta el día 3 de
mayo
La manifestación del 1º de mayo no afectó a la vida
cotidiana de las Adoratrices, aunque a lo largo de la noche
se escucharon gritos contra las religiosas.
Sí se notó más la huelga general que se registró en la
ciudad fechas después, especialmente por la falta de
alimentos al estar los comercios cerrados. El propietario de
un almacén de comestibles, padre de una colegiala, les
ofreció alimentos y bastante pan, que fue posteriormente
repartido entre aquellas personas que carecían de él al no
encontrar ninguna posibilidad de adquirirlo.
Guerra Civil
Meses después de la implantación de la congregación de las
Adoratrices en Ceuta estalló la Guerra Civil. Un día antes
del alzamiento llegaron noticias al convento sobre la
preparación de un movimiento militar, suscitado por el
“malestar actual y acelerado por el duelo e indignación que
había causado el asesinato del Sr. Calvo Sotelo”, aunque las
hermanas no le dieron mucha credibilidad al haberse recibido
en jornadas anteriores rumores similares.
La noche del 17 al 18 de julio transcurrió con normalidad en
la casa, pero por la mañana un sacerdote que acudió a
confesar a las hermanas y oficiar posteriormente una misa en
honor a José Calvo Sotelo –ex ministro de Hacienda y
diputado en las Cortes asesinado el 13 de julio- les
comunicó que se había registrado durante la noche mucho
movimiento y les informó sobre la presencia de las tropas en
la calle. Horas después comprobaron como las azoteas
cercanas estaban ocupadas por militares, y que soldados
armados patrullaban la zona. El día, en el interior de la
casa, sin embargo transcurrió tranquilo y la labor diaria se
realizó con absoluta normalidad.
El 19 de julio recibieron la visita de un militar –sobrino
de una de las religiosas- que les dijo que el plan del
Ejército se estaba desarrollando “según se había previsto,
aunque algunos puntos, sólo se conquistaban tras sangrienta
lucha”.
Al día siguiente, tras unas noche sin incidentes en las
inmediaciones de la casa-colegio y cuando se estaba
realizando un vía-crucis se sintió un intenso bombardeo que
se prolongó unos quince minutos. Los gritos procedentes de
los pisos cercanos al convento no pasaron inadvertidos para
las alumnas que quedaron impresionadas, aunque desconocían
lo que realmente estaba ocurriendo. La hermana responsable
de la clase al objeto de tranquilizarlas les comentó que se
trataban de “salvas de alegría”.
Horas más tarde las hermanas supieron que el bombardeo
procedía de un buque de guerra en el que se había sublevado
la tripulación. Así quedó recogido en las Crónicas:
“Este hecho acentuó la intranquilidad en la población porque
se temía que parte de la escuadra adoptase la misma actitud
–que la tripulación- y cundió más al recibir las órdenes de
no encender luz alguna desde las ocho de la noche; cerrar
puertas y ventanas y no circular en absoluto a partir de esa
hora. Así se realizó. En el puerto tan sólo se divisaba una
luz a lo lejos, centelleo de algunos reflectores; esas
lucecitas eran de tres o cuatro barcos que cruzaban el
Estrecho. Un momento estuvimos contemplando este espectáculo
verdaderamente impresionante; vimos cruzar a lo lejos
resplandeciendo como una llamarada: era un aeroplano” .
Durante la noche dos hermanas permanecieron despiertas
pendientes de lo que pudiera ocurrir. Los siguientes días
transcurrieron con relativa tranquilidad en la casa,
situación que se rompió el 25 de julio cuando sobre las seis
y media de la mañana se inició un ataque naval. Los
bombardeos no cesaron hasta las once de la mañana:
“Fue tan espantoso este bombardeo que al terminar, en
inmensas caravanas la gente huía a los campos” Tras este
intenso ataque la normalidad volvió a reinar en la
casa-colegio.
Nueva casa
La casa-colegio se fue quedando pequeña, por lo que las
Adoratrices sopesaron la posibilidad de buscar un nuevo
hogar.
El Ayuntamiento al tener constancia de ello, propuso un
edificio ubicado en la calle Serrano Orive que estaba siendo
utilizado como escuela y que pronto iba a ser desocupado. La
madre superiora decidió visitarlo, obteniendo una muy grata
impresión, aunque el coste del alquiler casi duplicaba la
cantidad que se estaba abonando. Desde el consistorio se
comprometieron a pagar las aproximadamente 12.000 pesetas
anuales que suponían adquirir en régimen de alquiler esta
nueva casa.
Aunque la guerra continuaba su curso, la tranquilidad era la
tónica predominante en el hogar de las Adoratrices. Pero el
20 de enero se registró un triste episodio:
“Día de verdadero luto; aviones enemigos lanzaron bombas en
tremendo tableteo y nube de polvo y humo veíamos desde el
patio. En nuestra acera huellas de sangre. El Señor nos
libró pues muchas de estas bombas habían caído muy cerca de
la Casa. Cayeron en su mayoría en la Plaza de Abastos
causando unas sesenta víctimas entre muertos y heridos”.
Poco después, y a través de una de las colegialas se tiene
conocimiento en el convento que una de las víctimas mortales
había sido una joven de dieciséis años que meses antes había
sido preparada por las Adoratrices para recibir su Primera
Comunión.
Pese a que se solía celebrar con diferentes actos la
onomástica de la madre superiora –Mª Inés de la Cruz-,
debido al suceso ocurrido el día anterior tan sólo se oficia
una misa.
Ese mismo día -21 de enero- la esposa del gobernador de
Ceuta ofreció su coche para que las colegialas visitaran el
santuario de Santa María Virgen de África, y les suplicara
ayuda a la patrona para que concluyera cuanto antes la
guerra.
El 10 de febrero se produce un nuevo bombardeo aéreo a las
afueras de la ciudad, lo que obliga, siguiendo las órdenes
dadas por las autoridades civiles, a desalojar la
casa-colegio. A los pocos minutos cesó el ataque.
El traslado al nuevo hogar se realizó el 4 de marzo de 1937.
Debido a la guerra se optó por no celebrar una fiesta de
inauguración del nuevo hogar, aunque el 14 de marzo la
comunidad de las Adoratrices invitó al alcalde de la ciudad,
Fernando López-Canti Sánchez y a las familias Orozco, Meca y
Blein a la misa que ofició el vicario de la Diócesis de
Cádiz y Ceuta. Tras la misma, desayunaron y visitaron la
casa-colegio. Tres días más tarde se formuló la misma
invitación al gobernador y su familia, quienes asistieron a
la misa que ofició en este caso, el párroco de la iglesia de
Nuestra Señora de África, Bernabé Perpén. Posteriormente
recorrieron las nuevas instalaciones.
Tras las vacaciones estivales, el 16 de septiembre se
reanudaron las clases con tan sólo 25 chicas, puesto que el
resto no disponían de uniforme –completamente negro con
puños blancos-.
En el mes de octubre las alumnas matriculadas superaban las
cincuenta, aunque el número de colegialas que mostraban su
interés por pertenecer a la escuela era mucho mayor. Esta
demanda hizo que las Adoratrices remitieran al Gobernador de
Ceuta un escrito en el que le planteaban la necesidad de
ampliar el colegio e incorporar nuevas aulas.
El 17 de agosto de 1938 comenzó en la iglesia de Nuestra
Señora de África una novena en honor a Santa María Micaela.
Por tal motivo se instaló un cuadro con la imagen de la
fundadora de las Adoratrices.
Finalizada la Guerra Civil, las religiosas mostraron ante
varios mandos militares pertenecientes al Cuerpo de
Ingenieros su deseo de instalar un letrero en la fachada del
hogar que reflejara el siguiente texto: ‘Alabado sea el
Santísimo Sacramento’. Días después la petición se vio
cumplida, y tras los trabajos previos de albañilería para
implantar los soportes, seis soldados iniciaron las labores
de colocación del luminoso -fabricado en metal y compuesto
por más de cien bombillas-.
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