No es frecuente que alguien,
inesperadamente, se acerque a otra persona haciéndole la
siguiente pregunta: ¿existe el verbo ser? Le respondí,
lógicamente, que sí, quedándome sorprendido sobre la
intencionalidad de la pregunta. De inmediato le pregunté que
por qué me hacia la pregunta. Me contestó que, tanto su
grupo de “alumnos” como él, el verbo ser no lo conocían.
Mi respetado consultor, metido a maestro, es un vendedor de
lotería que tiene su campo de acción en la entrada de una
importante gran superficie de nuestra ciudad. Me sorprendió
su pregunta, pero no el hecho de que su alumnado no
conociera la existencia del verbo ser, ya que se trataba de
un grupo de inmigrantes que se buscan el sustento, lo mismo
que el lotero, en la entrada de la gran superficie,
ofreciéndose para “echar una mano” a un cliente sobrecargado
de artículos.
Cualquiera que se aproxime al lugar podrá observar que, en
un rincón de la entrada, se encuentra la “escuela” y por
consiguiente, los alumnos de este “maestro” cuyo interés
radica en que ellos vayan dominando poco a poco nuestro
idioma, el español.
Me invitó a que le elaborara un sencillo documento sobre los
verbos. Yo, ante su insistencia, lo hice, presentándole tres
ejemplos clásicos de conjugación, es decir, amar, temer y
partir, verbos regulares de la 1ª, 2ª y 3ª conjugación y, de
forma resumida, los tiempos presente, pretérito o pasado y
futuro.
Quedé sorprendido de nuevo cuando, al hacerle la entrega del
documento, de inmediato se lo entregó a uno de sus alumnos,
pues para ellos no les diría absolutamente nada, ya que,
según el “maestro”, todavía estaban en proceso de iniciación
a la lectura.
Su estrategia parecía la lógica, teniendo en cuenta la
importancia del verbo en la construcción del lenguaje y la
labor emprendida por este “improvisado maestro”, entendí el
por qué interesarse en primer lugar por los verbos.
Pero, ¿qué autoridad pedagógica tiene este improvisado
maestro? Me cuenta que su escolarización fue muy escasa,
porque ya desde pequeño tuvo que ayudar en casa, con lo que
sólo saber hacer: vender lotería; pero ya, de mayor, sí que
asistió a clases de adultos, donde la materia de mayor
dificultad fue las Matemáticas.
Su función, en esta voluntaria labor de mejorar la
comunicación lingüística de estos inmigrantes hindúes, va
más allá de la misma, ya que con frecuencia interviene en
aclaraciones entre ellos y sus clientes, con lo cual sale
beneficiado de las pequeñas aportaciones de sus alumnos, en
cuanto a su idioma, con lo que se realiza el productivo
intercambio lingüístico entre él y sus alumnos.
Insistiendo, una vez más, en la importancia del verbo,
recurro al académico García Yebra, “que considera que el
verbo, además de afirmar algo, sitúa la afirmación en el
tiempo”. Fue Aristóteles el primero en señalar esta
propiedad esencial de verbo. “El verbo –dice en su Poética
contraponiéndolo al hombre- es una voz significativa con
idea de tiempo”. Quiere decir que el verbo refiere su
significación al pasado, al presente o al futuro, incluso a
las diversas formas o variedades de esos tres tiempos
verbales que se consignan en las gramáticas.
El verbo es, en efecto, en las lenguas indoeuropeas, entre
las cuales estaban la de Aristóteles y está la nuestra, la
parte de la oración más rica en formas, muchas de las cuales
sirven para expresar y matizar lo que llamamos “tiempos”.
Por ejemplo, en el modo indicativo, el español dispone de
diez…. El verbo expresa no sólo las tres posibilidades
temporales (presente, pasado y futuro), sino que también
indica si la acción está acabada o no. La oración gramatical
necesita la existencia de un verbo, expreso o tácito, lo
cual demuestra el papel fundamental que desempeña esta parte
del discurso….”
Volviendo con nuestro improvisado maestro, me preguntó por
la existencia del verbo ser, que se encuentra ente los
llamados verbos auxiliares –los que sirven para la formación
de los tiempos compuestos y de la voz pasiva-. Estos verbos
son haber, estar y el propio ser, que son los más usados. Es
también un verbo irregular, es decir que en su conjugación
aparecen alteraciones en la terminación, en la raíz o en
ambas a la vez. Así, la primera persona del singular del
presente de dicho verbo es “soy”; el pretérito imperfecto es
“era”…
Me aclara que, mientras él atiende a al venta de sus cupones
–con su “ya voy”-, realiza sus ejercicios de lenguaje con
frases improvisadas como “Hoy llueve mucho”, “el sol no ha
salido”, “el viento sopla con violencia”, “la venta de
cupones está mal”…
Siempre procura que en sus ejercicios orales estén los
verbos, cuya función principal él conoce, ya que sin ellos
la oración no existiría. Muchas veces tienen que interrumpir
sus “sesiones”, debido a su trabajo, cuando alguien lo
requiere para la compra de un cupón, o bien, cuando sus
alumnos son solicitados para prestar esos sencillos trabajos
de transportar las compras de sus “clientes” hasta el lugar
que les indiquen ellos. De esta forma la función del
“maestro” se ve paralizada, pese a lo cual, él piensa que
sus alumnos progresan adecuadamente.
Pero lo más sorprendente es que sin experiencia en esta
materia, de forma instintiva, utiliza de las partes de la
oración, la palabra por excelencia, el verbo, la que sirve
para afirmar algo, y a través de ella, construir sus propios
ejercicios para la enseñanza de nuestro idioma, ¿habrá
alguien que con tan poco dé tanto?
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