Fue hace un año cuando un
sindicalista de gran atractivo físico (!) -yo le sigo
encontrando un parecido enorme con Troy Donahue:
actor estadounidense que causó furor entre las mujeres
durante las décadas cincuenta y sesenta del siglo pasado-
escribió un artículo titulado “A Saber lo que haría”. En el
cual arremetió contra Pedro Gordillo de forma inmisericorde.
El sindicalista es Ramón del Valle-Inclán Moreda. Y
doy su nombre y apellidos porque yo tengo la sana costumbre
de darlos cuando escribo de alguien. Porque detesto
emplearme de manera fugitiva, con evasión y escamoteo,
amparándome en una fábula de tres al cuarto. Habida cuenta
de que la época que vivimos exige dirimir los asuntos de
frente y en corto y por derecho.
A lo que iba, pues no me quiero desviar ni un ápice de lo
que debo decir. En el artículo, bajo el epígrafe “A saber lo
que haría”, el secretario de Organización de CCOO
manifestaba que en sus paseos por el monte solía pasar dos
veces por delante de la puerta del reformatorio, conocido
como ‘Punta Blanca’. Y tras confesarnos la aversión que
sentía hacia ese sitio, porque no le transmitía buenas
vibraciones, no dudaba en ponernos al tanto de los alaridos
de terror que oía. Procedentes, cómo no, del interior del
reformatorio.
Hace un año, quienes disentíamos de esa forma de proceder
del sindicalista de CCOO, dimos un paso al frente para
mostrar nuestra repulsa por el ensañamiento a que estaban
siendo sometidos los empleados del Centro de Menores. A los
que se les acusaba, sin las pruebas necesarias, de ser unos
maltratadores que habían convertido el reformatorio en una
estancia de terror donde prevalecía, por encima de todo, la
tortura. De ahí que hasta se denunciaran los alaridos que se
oían desde el exterior. Graves denuncias, cuyos daños no
sólo podían ser irreparables sino que los han sido y los
seguirán siendo.
Es verdad que fuimos pocos, dos o tres si acaso, los que nos
rebelamos contra aquella barbaridad. Ante unas denuncias
furibundas destinadas a conseguir logros políticos.
Injurias, calumnias y denuncias hechas mediante aportaciones
de testigos con declaraciones tan débiles como para que
ahora vayan dando la cara de la mentira.
Y a quienes tuvimos el atrevimiento de salir en defensa de
los empleados de ‘Punta Blanca’ -insisto: dos o tres, si
acaso- nos dijeron de todo. Empezaron por hacer mofa de
nosotros. Fuimos befados y sometidos a vejación. Y hasta nos
dieron un paseo por la prensa adicta a los intereses de
quienes estaban dispuestos a que el centro recibiera su
merecido. No hay más que revisar las opiniones escritas,
entonces, en un periódico digital y en otro de papel que se
está deslizando por la pendiente de la decadencia, para
comprobar la veracidad de lo que digo.
También es cierto que quienes aseguraban que en el
reformatorio se torturaba a los menores consiguieron que se
produjera el más grave desencuentro habido hasta entonces
entre Vivas y Gordillo. Lo cual desembocó en
el fin de las relaciones entre ambos. Algo es algo... Menos
mal que la Justicia empieza a poner a cada uno en su sitio.
Lo malo es que los actores de la maldad se refugiarán ahora
en el burladero tan socorrido de CCOO. (Julia Martínez
Navarro y Jesús Gámiz brillan (!) por pensar muy
bien.)
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