Se dice, se comenta, es voz
permanente, siempre lo ha sido, que nuestro futuro está
vinculado a una economía basada en la sensatez. Sólo hay un
bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia. Es
palabra de Sócrates. Como también es presente nuestra
historia, que ahí está, por más que nos neguemos a beber sus
lecciones, ofreciéndonos abecedarios para el discernimiento.
Con el saber se puede uno ganar mejor la vida, si en verdad,
bajo ese penetrar en el universo de las luces, nos hacemos
responsables. No descubrimos nada nuevo, cualquier tiempo
pasado nos lo desvela. Con la sabiduría tenemos la mejor
ayuda para vivir. Tampoco revelamos novedad alguna. El mundo
de las ideas continuamente ha sido un pasaporte de
conquistas y triunfos. Lo que ahora viene sucediendo, aunque
se nos venda que vivimos en la era del conocimiento, que
unas veces movidos por la imprudencia del poder por el
poder, otras por la irreflexión del cerebro estrecho, o por
la misma soberbia del desconocimiento, resulta que se nos ha
caído encima la mediocridad, con su legión de hombres
serviles.
Sin duda la recuperación económica viene de la mano del
conocimiento, pero no de teorías interesadas, sectarias, que
atrofian a la persona y no le permiten algo tan básico como
poder pensar por si mismo. El mayor cinismo del tiempo
actual es decir que se trabaja por el bien común, cuando lo
que se persigue en la mayoría de las veces es un interés
individual o sectorial. De nada sirve innovar en las
empresas o invertir en las personas, si la formación que se
transmite fomenta luchas sin sentido de unos contra otros,
en lugar de afianzar lo que somos, ciudadanos dependientes.
O si la formación tiene una visión cerrada, irrespetuosa con
el ser humano. Desde luego, no se está transmitiendo un
auténtico conocimiento sin una profunda aceptación por el
ser humano, sin una relación de pertenencia. Por ello, tan
importante como crear empleo es mantener los derechos de los
trabajadores y la protección social. Expandir un
conocimiento respetuoso con el individuo debe ser una
estrategia prioritaria. Será la mejor manera de combatir la
discriminación y la xenofobia y de favorecer la integración
social.
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