Pío García-Escudero,
portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Senado, nos
visitó el lunes y yo perdí la oportunidad de saludarle.
Porque estaba lloviendo más que cuando enterraron a
Fermín Salvoechea en Cádiz y decidí suspender mi garbeo
por el centro de la ciudad. Confieso que me hubiera gustado
cruzar unas palabras con el senador; pues debo decir que,
habiéndole entrevistado en su visita anterior, me facilitó
la tarea mostrándose campechano y con don de gentes. Que es
lo menos que se debe exigir a cualquier político.
La visita de García-Escudero entra dentro de los actos que
irá celebrando el PP de Ceuta, debido a que el día 7, de
este mes, se han cumplido nueve años de aquella moción de
censura que acabó con el Gobierno del GIL. Y de la que
resultó designado presidente Juan Vivas. De aquellos
días tengo yo aún los recuerdos muy vivos. Pero mentiría si
no dijera que el mejor de todos es recrearme en la suerte de
saber que en febrero de 2001 Antonio Sampietro salió
del Ayuntamiento con el rabo entre las piernas y traicionado
por la mujer que él miraba con arrobo: Aida Piedra.
Que bien se ganó el derecho a que se le rinda un pequeño
homenaje.
Y es que gracias a Aida Piedra ahora es posible decir que
nunca antes esta ciudad había podido presumir de tener el
alcalde más votado de toda España y el más querido por sus
ciudadanos. Según se empeñan en airear las encuestas que se
vienen haciendo.
Juan Vivas, cuando se le pregunta por algo bueno que hubiera
aportado el triunfo del GIL en las urnas, no duda en
responder que “el clamor que se produjo en la ciudad con la
llegada del GIL y el respaldo popular que obtuvo calaron
hondo en Madrid. Y allí se dieron cuenta de que semejante
exaltación se había producido porque hasta ese momento no
había habido respuestas eficaces a las necesidades de Ceuta.
Necesidades que nuestra ciudad tenía en materia de
inversión, de equipamiento y de coberturas de determinados
servicios”.
De cuando Vivas fue investido alcalde, en febrero de 2001,
también conservo yo muy frescas en la alacena de la memoria
algunas escenas que me tocaron vivir. En una pude comprobar
que su acceso a la alcaldía causaba inquietud entre los
dirigentes de Génova. Y la explicación era bien sencilla:
alguien se había encargado de hacerle un mal artículo en
Madrid. De modo que Javier Arenas llegó dubitativo a
Ceuta, aquel siete de febrero, y no tuvo el menor
inconveniente en exponer sus dudas a quienes le acompañaban
aquella mañana.
Pero, a pesar de todo, la designación de Vivas como alcalde
se debió, y así lo reconoce él, a que era un candidato que
no estaba desgastado. Y, desde luego, en su hoja de servicio
constaba que no había tenido graves enfrentamientos con el
GIL. Y cuando se le pregunta por qué siguió contando con los
servicios de muchos ‘gilistas’ dice que quienes habían
demostrado ser eficaces en sus cargos merecían seguir aunque
hubieran pertenecido a unas siglas que bien pudieron causar
daños irreparables en esta ciudad.
En rigor, lo más importante es poder celebrar ahora los
nueve años de Juan Vivas como alcalde. Quien podría estar,
si lo desea, otros nueve dirigiendo los destinos de Ceuta.
(Salvador Camacho Marín es un intelectual (!)
merecedor del consiguiente reconocimiento de las
instituciones)
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