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OPINIÓN - MARTES, 16 DE FEBRERO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Se aprovechan de la tragedia de los parados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Justo es reconocer los logros obtenidos por los sindicatos. La agrupación de los obreros, para hablar mediante una voz única y poderosa, hizo posible que fueran produciéndose las mejoras laborales en todos los sentidos. A los sindicalistas les debemos gran parte de los beneficios sociales que se han ido obteniendo hasta nuestros días.

El Estado del bienestar ha sido posible gracias a la lucha de quienes, en su día, alzaron sus voces y expusieron sus vidas para acabar con esa idea marxista que acusaba a los empresarios de tener enajenadas a las personas asalariadas.

Los movimientos obreros fueron claves. Y además destacaban no sólo por el valor desmedido de sus miembros sino porque a las asociaciones tampoco llegaban sinecuras ni bicocas ni mucho menos existía la figura del liberado. Actuaban a pecho descubierto. De los sindicatos teníamos la mejor impresión. Por más que de vez en cuando algunas películas se empeñaran en mostrarnos las relaciones existentes entre mafiosos y dirigentes sindicalistas. Pero siempre pensábamos que eso sólo ocurría en unos Estados Unidos de América del Norte donde valía todo con tal de mancillar la honradez de los comunistas.

Es verdad que el talante político de las reacciones de los obreros ante los gobiernos ha sido siempre distinto en cada país. En España, por ejemplo, hubo conflictos que sirvieron para acrecentar los antagonismos existentes entre las dos centrales mayoritarias; o sea, UGT y CCOO. Lo que me incitaba a pensar que los sindicatos no admitían ideas, sólo ideologías. Y, por supuesto, principié a comprender que había grupos minoritarios que usaban el sindicato para alcanzar sus fantasías políticas. Con lo cual fui perdiendo parte de mi enorme simpatía hacia los sindicatos y hacia los sindicalistas que ya daban señales evidentes de imposturas y de vivalavirgen.

Y así he llegado al momento actual. En el cual las actuaciones del secretario general de CCOO, en Ceuta, que no son nuevas, desgraciadamente, me ponen en el brete de tener que hacer verdaderos malabares para no decir que el sindicalismo es puro camelo. Que está sirviendo para que las personas aprovechadas vivan a costa de los obreros más necesitados. De los que nunca se acuerdan nada más que cuando se ven precisadas a demostrar que ostentan cargos para algo.

Es entonces, cuando tales personas se ven obligadas a defender sus puestos y sus prebendas, el momento en el cual montan manifestaciones ruidosas con el único fin de amedrentar a las autoridades con una demostración de fuerza.

En el caso que nos ocupa, el secretario general de CCOO, amén de lo ya dicho, está buscando desesperadamente votantes para ver, si de una vez por todas, consigue hacerse con un acta de diputado en el Gobierno de Ceuta. Y para conseguirlo, según vemos, está dispuesto a todo.

Menos mal que Antonio Gil, secretario general de UGT, siempre comedido y pensando sólo cual sindicalista, ha explicado las razones por las que su sindicato no está de acuerdo con participar en una movilización que añade más frustración a los parados. Eso sí, aporta ideas que deben ser tenidas en cuenta. Como debe ser.

(Manuel Calleja Salado, insigne escritor (!), es aspirante a conseguir el Premio Nobel de Literatura. Enhorabuena.)


 

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